¿Tendré algún parecido con mi padre? 

Esa fue una de las tantas preguntas que anidaron en la cabeza del joven cineasta peruano-alemán Alejandro Cárdenas durante el tiempo que le tomó decidir a conocer a su padre: Peter Cárdenas Schulte, ex miembro del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) y condenado a cárcel por terrorismo.

Estrenado en el 2005, Alias Alejandro es un documental muy personal que aborda la difícil tarea de establecer una relación entre dos personas que, a pesar de tener un vínculo sanguíneo, son unos extraños el uno para el otro. El itinerario comprende tres países (Alemania, Suecia y Perú) y el punto culminante tiene por escenario la Base Naval del Callao, donde el ex emerretista purga su condena.

Si bien es cierto que el largometraje no tiene una intención política, es inevitable que toque temas sensibles que llevan a la reflexión y también a la reprobación, especialmente cuando hablan miembros de la familia de Cárdenas padre.

El terrorista detrás de la paternidad
"¿Soy el hijo de un terrorista? ¿De un Bin Laden latinoamericano? ¿O se trata de un revolucionario, de un Che Guevara? ¿Es un mafioso, un criminal despiadado…?" (Alejandro Cárdenas)

Para muchos resulta espinoso aceptar que los miembros de los grupos subversivos activos en el Perú en los años 80, ya sea de Sendero Luminoso o  del MRTA, son personas con una vida familiar como cualquier peruano. Creen que esta afirmación los “humaniza” o justifica sus acciones. Nada de eso: se trata de entender las razones que motivaron a tantos peruanos a enfrascarse en una campaña de violencia en el país.

Alias Alejandro rememora un lado desconocido de Peter Cárdenas. En principio, su segunda esposa, Victoria, y sus hijos exponen una imagen tierna, combativa y coherente. 

En la primera parte del documental quienes adquieren protagonismo son Grete y Gabriel, los medios hermanos del cineasta, que radican en Suecia junto a su madre. Estos dos peruanos cuyo acento nos revela su desarraigo geográfico, presentan el primer conflicto. Grete tiene escondido un reproche: ¿Por qué tener hijos si quería irse de guerrillero? Gabriel, al contrario, admira a su padre porque "tenía un objetivo mayor que no solo involucraba a sus hijos".

En Suecia, además, el cineasta puede ver y escuchar el arrepentimiento de su padre: el sentenciado lee un discurso donde pide perdón al país y a su familia. Ahí se genera un nuevo debate, ¿Qué debe hacer la sociedad ante un sentenciado por terrorismo que pide perdón?

La vuelta al origen

La calles limeñas no despiertan ningún recuerdo en Cárdenas hijo. A pesar de la guía de Cuini, su madre, no se reconoce en ellas. Hay una sensación de extravío en el protagonista que lo perseguirá hasta el final de la película.

"No es un terrorista, no; el MRTA era más tipo Robin Hood, de asaltar un camión acá para darlo allá. Y claro que me afectó; yo tengo mi empresa, mis clientes, y conforme subían las actividades del MRTA bajaba mi negocio; pero ¿qué vas a hacer? No vas a renegar de tu hijo o a poner un aviso en el diario diciendo 'no tengo nada que ver" (Padre de Peter Cárdenas Schulte). 

Antes de encontrarse con su padre, el cineasta visita a su familia paterna. Ahí se hace más visible “la hipótesis de Robin Hood”. El abuelo y los tíos construyen la imagen de una persona con sensibilidad social que de adolescente pensó en ser cura. Un persona extraña en un barrio clasemediero ¿Que sensibilidad social podría existir en este barrio?, declara uno de los hermanos. Se desprende, asimismo, un deseo de la familia por retratarlo como un inconforme social y no como un terrorista sanguinario. En este punto es necesario hacer una digresión: si bien es cierto que el accionar del MRTA (al igual que su ideario) fue distinto de Sendero Luminoso, eso no quita que hayan cometido crímenes). No obstante, las razones que lo empujaron a querer cambiar el país de manera violenta sí quedan expuestas por las personas entrevistadas. Así, aunque no es materia del documental, queda claro para cualquier espectador que el fenómeno de la lucha armada nació en un país social y económicamente desigual.

El director, asimismo, consulta a especialistas en el tema de la subversión, como Nelson Manrique e Iván Hinojosa. Ambos hacen hincapié en que Peter Cárdenas no era el número dos del MRTA (como lo calificó un sector de la prensa peruana), pero no dejan de resaltar el accionar criminal del grupo subversivo: " (...) también incurrió en acciones criminales, el asesinato, la toma de rehenes, el secuestro y hasta el asesinato de disidentes".

El encuentro

Alejandro Cárdenas pudo conversar con su padre, no sin antes pasar por diversas dificultades carcelarias. Para exponer aquel encuentro en el largometraje tuvo que recurrir a la animación ya que se le prohibió grabar dentro de la cárcel. 

fotograma de la película

En la conversación que sostienen, ambos se esfuerzan por tejer, aunque el tiempo sea breve, una relación paterno-filial que esperó décadas. El reconocimiento de los gestos, los rasgos familiares y el relato de las razones para la separación son las piedras angulares y dolorosas del diálogo. En el posterior encuentro con su madre, el hijo expone el dolor de quien debe abandonar a un ser querido en la cárcel.

¿Cerrando heridas?

Si bien es cierto que el largometraje no es una exploración amplia de las consecuencias generadas por el surgimiento y desarrollo del terrorismo, no puede negarse que pone en debate temas medulares como el arrepentimiento de terroristas o el desarraigo y rechazo que sufrieron algunas familias por la filiación subversiva de algunos de sus miembros.


Cabe mencionar que el largometraje se presentó en la décima edición del Festival de Cine Lima. 
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