La crisis en Venezuela ya no solo es política e institucional, sino sobre todo económica. Mientras el presidente Nicolás Maduro rebautiza la economía de su país como “social ecologista”, en la Asamblea General de la ONU, en Nueva York— una forma de darle peso a su reclamo contra las potencias por el cambio climático— la población venezolana padece una implacable carestía de víveres y medicinas, un problema más directo y cercano para la población que el desbarajuste que existe en las cuentas macroeconómicas del país.
Un reciente artículo de The Economist calificó a la economía venezolana como la “probablemente peor gestionada del mundo”. La publicación recuerda que a Venezuela, quinta economía latinoamericana y con las mayores reservas petroleras del mundo, cada vez más se asoma la palabra “default”. Aunque en el gobierno de Maduro afirman que cuentan con los recursos para pagar sus deudas, la falta de liquidez se rumorea con fuerza, con mayor fuerza desde que se rumorea que se estaría evaluando la venta de Citgo; una refinadora de petróleo, filial de la estatal PDVSA que opera en EEUU.
“Las exportaciones de petróleo y sus derivados, que se comercian en dólares, representan el 97% de los ingresos en divisas de Venezuela. El uso de un tipo de cambio oficial sobrevaluado significa que el país no está haciendo tanto dinero: el déficit fiscal alcanzó el 17,2% del PIB el año pasado”, señala The Economist y agrega para hacer más aciago el panorama: “El gobierno ha estado buscando cerrar esta brecha en parte imprimiendo bolívares. Eso ha hecho que la oferta de dinero casi se cuadruplique en dos años y ha llevado la tasa de inflación a ser la más alta del mundo, con más de 60%. Los precios de los alimentos, según los cálculos del gobierno, casi se han duplicado en el último año, impactando negativamente sobre todo en los pobres, su principal bastión electoral. Incluso peor que la inflación es la escasez. El banco central dejó de publicar las cifras mensuales de escasez a principios de este año, pero estimaciones independientes sugieren que más de un tercio de los bienes básicos han desaparecido de las estanterías”.
El problema del desabastecimiento en Venezuela aqueja a la población desde el 2013. La escasez de productos como la harina, pollo, desodorante, aceite de maíz, azúcar, queso y papel higiénico, entre otros es clínica. En el lado de las medicinas va desde analgésicos básicos hasta los medicamentos para combatir el cáncer o el VIH. Como un hecho anecdótico que en realidad revela una realidad dramática, el informe de la revista británica señala que se ha incrementado la demanda de agua de coco, pues los venezolanos le atribuyen propiedades antivirales y antibacterias.
El Gobierno culpa de la carestía a una “guerra económica” y el contrabando. En mayo de este año, Maduro acusó a Lorenzo Mendoza, presidente de la empresa Polar, principal productor de alimentos básicos en Venezuela, de estar detrás del desabastecimiento. Lo cierto es que en Venezuela el precio de los principales artículos de primera necesidad son regulados por el gobierno chavista y éstos no se ajustan a la velocidad de la inflación. La explicación más que a un complot desestabilzador obedece al control de cambio vigente desde hace una década y a la inestabilidad política que ahuyenta la inversión. Además, indica The Economist existe “una mala gestión de la industria local”. “Algunas productoras de alimentos han sido nacionalizadas; los controles de precios a menudo dejan a los fabricantes que operan a pérdida. Algunos aumentos de precios han sido recientemente autorizados, pero los fabricantes dicen que es imposible mantener la producción normal con este tipo de políticas”.
El panorama no es alentador. La inflación podría superar el 60% al cierre del año y el desabastecimiento en alimentos, medicamentos y elementos de aseo ya se aproxima a 70%, esto según los empresarios. El propio instituto de estadística venezolano señaló en mayo que 737 mil venezolanos se habían deslizado hacia la pobreza extrema. Y en junio informó que entre el segundo semestre de 2012 y el mismo período de 2013 hubo una caída generalizada del consumo diario de alimentos básicos. El sector empresarial señala que la economía venezolana ha caído un 4% durante la primera mitad del año, y estas estimaciones vienen apadrinadas por la mayoría de economistas independientes. Los visos de que el país está en recesión son recurrentes, pero la decisión del gobierno de no publicar datos sobre la actividad económica no permiten hacerlo oficial. Un informe del Bank of America Merrill Lynch advirtió en agosto que hay indicadores como el retroceso de las exportaciones petroleras en 20% en los primeros cuatro meses del año, que demuestran lo grave de la crisis.
La salida de Felipe Ramírez de la vicepresidente para asuntos económicos y la presidencia de PDVSA, pese a su pobre gestión, señala la revista británica, es perniciosa pues éste era visto como "el único hombre en el gabinete para discutir la unificación del tipo de cambio, un recorte en los subsidios al combustible y un freno a la creciente oferta de dinero". Las protestas de comienzos de año que acarrearon 40 muertos han cesado, pero el descontento por la situación es cada vez mayor, cuando aun le resta a Maduro seis largos años en el cargo.