En el cine, las guerras siempre han sido un tema recurrente para guionistas y directores. Grandes obras maestras han tenido como trasfondo la escena bélica. Todos recordamos El acorazado Potemkin (1929) de Serguéi M. Eisenstein, que relata el motín de oficiales y marineros contra el régimen zarista ocurrido en Odessa en 1905. Aunque la película tiene un claro discurso propagandístico, pone de manifiesto un interés por representar a través de imagen y el sonido un fenómeno que acompaña a la humanidad desde que pobló la Tierra: la violencia política. Y es, además, uno de los momentos clave en la historia del cine, en el que Eisenstein puso en práctica sus innovadoras teorías sobre el montaje y la edición.
Pero el cine también nos ha ofrecido reflexiones profundas sobre los horrores de la guerra. El cine estadounidense es un prueba de ello. Francis Ford Coppola, por ejemplo, en Apocalipsis Now (1979) se sumerge en la guerra de Vietman que acabó llevando a la demencia a muchos oficiales americanos que "luchaban por la libertad".
Ejemplos más reciente son las películas Munich (2005) de Steven Spielberg y el gran manifiesto antibélico de Clint Eastwood, dividido en dos largometrajes: La conquista del honor y Cartas desde Iwo Jima, ambas estrenadas en el 2006.
En ellas, el galardonado director aborda la batalla de Iwo Jima, ocurrida en una isla del Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial. Cada película se ocupa de enfocar un bando, el norteamericano y el japonés, a partir de las historias personales de los protagonistas y de los vínculos de hermandad y de unión familiar por los deben pelear aún cuando ello signifique realizar los actos más sanguinarios.
Si bien es cierto que en nuestro país recién comenzamos a formar una industria cultural cinematográfica, desde hace muchos años se han estrenado películas que abordan el conflicto armado interno (1980-2000). Una de las más emblemáticas ha sido La Boca del Lobo (1988), dirigida por Francisco Lombardi y basada en hechos reales.
En ella se muestra el enfrentamiento entre senderistas y militares y cómo la población campesina fue víctima de ambos. A propósito de esta película y sobre la temática de la violencia política, María Eugenia Ulfe, en una entrevista del programa radial Enfoque Global, declara lo siguiente: "Es desde la mitad de los ochentas que también podemos situar esta producción del cine, La boca del lobo, por ejemplo que se refiere a un hecho que sucedió en Soccos. (...) Yo creo que uno puede historizar sobre las películas de este tipo. Por ejemplo, las películas del cineasta ayacuchano Palito Ortega durante los años noventa". En efecto, Ortega es el autor de una triología sobre la violencia senderista en su tierra natal, formada por Dios tarda pero no olvida (1997), Dios tarda pero no olvida II (1999) y Sangre inocente (2000).
Posteriormente, en el 2003, Fabricio Aguilar estrenó Paloma de Papel, centrada en el adiestramiento de niños y adolescentes por parte de Sendero Luminoso. Aunque la película cae en prejuicios al momento de retratar a los niños andinos, es rescatable la incidencia en la problemática de muchos menores de edad que perdieron su inocencia debido al terrorismo. La cineasta Claudia Llosa, por su parte, hizo suyo el tema de la violencia sexual de la que fueron víctima las mujeres andinas en La teta asustada. La protagonista, Fausta, es una heredera del sufrimiento de su madre (abusada sexualmente durante la época del terrorismo) a través de la leche materna. Ese sufrimiento es el impulso para que ella tema a los hombres y apele a una práctica de su pueblo de origen para evitar potenciales violaciones, introduciéndose un tubérculo en su vagina. La película fue un éxito internacional, obtuvo entre otros premios el Oso de Oro en el Festival Internacional de Cine de Berlín y llegó a ser la candidata peruana en los Premios Óscar.
Ahora bien, vale mencionar que los cineastas peruanos han echado mano de la producción literaria para sus producciones. El mismo Lombardi realizó la película Mariposa negra (2006) basada en la novela Grandes Miradas de Alonso Cueto, y donde Vladimiro Montesinos asoma como un personaje. Del mismo modo, la cineasta Evelyne Pégot-Ogier prepara la adaptación de la Hora Azul, tambien del escritor limeño.
Recientemente, se ha estrenado en las carteleras peruanas Perro guardián, cinta dirigida por Baltazar Caravedo y Daniel Higashionna. Ambientada en los últimos días de la dictadura de Alberto Fujimori, el largometraje tiene como protagonista a un militar devenido en sicario y 'suelto' en una ciudad que refleja, en sus calles, la decadencia del contexto histórico. Este es uno de los principales logros: construir una atmósfera lúgubre gracias al buen manejo de las sombras y los claroscuros (especialmente en la tomas hechas dentro de la habitación de 'Perro'). La historia muestra, además, de qué manera el idealismo se transforma en fanatismo y locura. Ahí, los personajes del Apóstol (Reynaldo Arenas) y el Padrino (Ramón García) cobran importancia.
El guion de la película, como ha mencionado el propio Caravedo, nació a raíz de la lectura de libro Muerte el Pentagonito. Y aunque el cineasta ha manifestado que su personaje no tiene ninguna relación con el protagonista del libro de Ricardo Uceda, Jesús Sosa (exmiembro del grupo Colina); sí considera que Perro guardián puede ser un instrumento para reflexionar sobre una etapa gravitante de nuestra historia.
Por su parte, el documental, en los últimos años, ha producido importantes trabajos. Por su propia naturaleza, este género cinematográfico posibilita una interpelación más profunda con el espectador.
La Cantuta en la boca del diablo tiene como protagonista a Edmundo Cruz, un experimentado periodista que se dedicó a investigar el caso de los estudiantes de la Universidad Enrique Guzmán y Valle La Cantuta que secuestrados y asesinados por el grupo Colina. El largometraje sigue los pasos Cruz, quien va al encuentro de los ciudadanos que permitieron que este caso pudiera salir a la luz. Entre ellos, resaltan Henry Pease, fallecido recientemente, que vuelve al Congreso de la República para revivir el día que recibió un informe del grupo clandestino de militares Comaca. A partir de ahí, se desencadenaría una investigación que culminaría en la condena de Alberto Fujimori a 25 años de prisión. Son conmovedores los testimonios de Raida Cóndor, madre de una de las víctimas del grupo Colina. De igual manera, el espectador puede llegar a la indignación con el testimonio de Gilbert Calvo Socosh, quien estuvo injustamente encarcelado.
Este documental fue distribuido gratuitamente por el diario La República en el 2011 y fue seleccionado para el Doc Station Berlinale Talent Campus 2010.
Por su parte, la cinta “Tempestad en los Andes”, dirigida por el sueco Mikael Wiström, relata el encuentro entre Josefin Augusta Ekermann, sobrina de Augusta La Torre, y Flor Gonzales, hija de unos comuneros y cuyo hermano murió en la toma del Frontón ocurrida en 1986. Ekermann sospecha que la versión de su familia sobre los sangrientos hechos no es verosímil. Además, Flor se lo hace saber claramente en los primeros minutos del documental (puedes ver una entrevista aquí). Esta contraposición de ideas no deviene en un revanchismo, sino todo lo contrario: el viaje que emprenden las protagonistas a la tierra natal de los Gonzales es parte de un proceso de reconciliación que aún está pendiente en la sociedad peruana. Ahí está el logro del cineasta sueco, exponer, audiovisualmente, como una familia que ha perdido a uno de sus miembros, por causa de los terroristas, debe servir de guía a una joven, descendiente de Augusta La Torre, que ha sido víctima de la desinformación (una versión de la guerra bastante parcializada y hasta indignante). De alguna manera, el descubrimiento de los sucesos por parte de Josefin es la contraparte de quienes relativizan los abusos que sufrieron diversas comunidades campesinas, el supuesto daño colateral.
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