“Sacar lo sacado… / salir lo salido…”
Notas al poemario “O”, de Octavio Mermão
El título del poemario es tanto un símbolo y una pronunciación, “O”, una síntesis de imagen y palabra que nos brinda señas de lo que iremos encontrando. No solo se trata del recurso espacial, de las flechas y líneas geométricas, sino del mostrare, del mostrar en primer lugar un parir en todo en sentido material; por otro lado se trata además del lenguaje como expresión sonora. En ambos aspectos encontramos el predominio de lo sensible o corporal: salir de un cuerpo, sacarse el cuerpo.
Se comienza por ser cuerpo, por esto más que los componentes de la poesía importa su intensidad, de aquí que el tono de “O” deba medirse a partir de las modalidades en que la voz va encarnándose: se va lento, con retumbos ásperos, contradicciones y dudas. No es un camino fácil, casi un salto al vacío. Pero ¿cuál es la necesidad de la encarnación?, ¿para qué nacer en un mundo de autómata, donde cadáver “desayuna almuerza y cena”? La respuesta nos lleva a los terrenos de una ética del poemario: escribir como una forma de salvar al hombre. Así, este poemario, que por un lado se nos hacía extraño, se vuelve familiar al recordarnos un proyecto de envergadura humanista. Lejos estamos entonces de la poesía erudita o abstracta, y volvemos a una concepción salvacional de la palabra.
En este sentido es pertinente hablar de una despersonalización poética. Expliquémonos: la voz lírica va palpando los descubrimientos de su nacimiento, las capacidades del cuerpo, pero no cae en el error de forjarse una personalidad, se diría más bien que rehúye convertirse en un sujeto, Un ejemplo de lo dicho es el tercer poema: si el verso inicial exclama: “¡No me permiten ausentarme ni por un segundo!”, asistimos luego a un quitarse el cuerpo (ropa, carne, huesos) que no culmina aún ni con alcanzar niveles metafísicos, pues no se trata tampoco de caer en la abstracción, por lo tanto las líneas finales (“Luego salir”) no hacen sino confirmar la necesidad de ir más allá de lo aprendido como sujetos. Toda despersonalización implica un deseducarse. ¡Bienaventurados los que puedan ausentarse, los que son una líneas de fuga ante el entramado de significantes, interpelaciones o reducciones analíticas!
Toda búsqueda es contradictoria, negación de negaciones y negación nuevamente, avance trufado de desvíos; búsqueda en el dédalo que nos habita y que, por lo tanto, nos arroja a nuevas sendas que surgen espontáneas y que la voz lírica no recusa, de esta manera cuando hemos creído alcanzar cierta claridad se nos advierte: “No / eso también es mentira” (47). Y toda búsqueda tiene también su mucho de peligro, por ejemplo: se encuentra el cuerpo, pero para sentir su potencia hay que atravesar todo lo que nos habita, como la muerte, los microbios o la enfermedad, pues solo así el canto se ilumina. El cuerpo es la vía del ascenso, de aquí que los poemas expresen un paralelismo del cuerpo y el alma.
Por esto es que importa tanto ese paroxismo corporal, performance o ritual del temblor que se atisba en estallidos monosilábicos: “¡Superhado!”, “¡Ah!”, “Asu!”, “IndicotomizablE!”. Sí, a Octavio Mermão le gusta bailar, gritar, tartamudear en la lengua que ha descubierto. Ahora, en un primer aspecto la forma podría entenderse como una prisión, sin embargo asistimos a la configuración de un proceso, es decir, en un primer nivel la forma es un armatoste o una trampa que obstaculiza, en un segundo nivel es el pasaje que se tiene que recorrer para emerger, pasamos así del nacimiento –que ha de entenderse aún como una etapa amorfa- a las cimientes de una voz que invita a uniones y devenires: “Vamos Coevos / Basta de grima vana” (51).
Pero es la estructura formal una exigencia de los sentires internos, de las combinaciones de un alma que busca, y por lo cual en este libro la forma es también una línea de fuga va más allá de las superficiales lingüísticas. Con su tono, con su carga de afectos, se crítica al lenguaje de la poesía actual, tibiado o mediano, pero con esto no se trata de que la nueva tendencia sea un mermãorismo, sino sopesar, palpar, todas los repliegues, ludos, estrujamientos, fricciones, que puede tener la palabra: exploración temeraria la de “O” en su intento con desanquilosar el lenguaje y corporizarlo. Acaso en este punto resida su mayor filiación con la gesta trílcica.
Escrito por
Escritor y corresponsal de literaturas indígenas en Latin American Literature Today
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