Vestía una chompa verde y alzaba la mano saludando a los escasos curiosos que se asomaban a las ventanas o azoteas. Felipe Castillo, el candidato de Siempre Unidos a la alcaldía de Lima, recorría la avenida Revolución, en Villa El Salvador subido en la parte trasera de una camioneta de carga color negro, y pese al enojoso percance de saludar a vecinos en su mayoría invisibles, intentaba no perder la sonrisa. Parecía animado con la música que tocaba una pequeña banda que iba disfrazada, con cabezas hechas de espuma, como la mujer de trenzas que carga a un recién nacido en el símbolo de su partido. El sonido de los tambores marcaba el ritmo del séquito. El recorrido había comenzado a destiempo y por los lugares equivocados. Al llegar a la avenida 3 de Octubre, Castillo se bajó del auto y tras recibir el abrazo y tomarse fotos con sus poquísimos correligionarios, se marchó en otra camioneta 4 x 4.
Apenas había conseguido concitar la atención de los vecinos en el quinto distrito más poblado de Lima (más de 454 mil habitantes). Era como si el desinterés fuera el reflejo de las encuestas en las que la candidatura del líder de Siempre Unidos no parece tener posibilidades. Las más favorables le otorgan el 0.7% de la intención de voto, como en el sondeo de Datum, pero en la mayoría ocupa el rubro “otros”, como en la encuesta de IPSOS-Perú. Ya en el auto, Castillo se lamentó sin enojo, sin echar culpas: “Hemos perdido mucho tiempo en llegar al sitio. Además, debimos ir al punto donde hay más gente como en los mercados. Es una falla garrafal”.
En unas horas tenía que participar en un foro de Transparencia convocado por el Consejo de la Prensa Peruana y era largo el camino hasta su casa en Los Olivos, el distrito del cual es alcalde desde 1995, y donde aún conserva un apoyo mayoritario entre los vecinos; al punto de que su hijo mayor que también se llama Felipe Castillo parece fijo para quedarse con la alcaldía. El caudillismo y la dinastía en los partidos políticos que le restan puntos a la institucionalidad no le quitan el sueño. “Si mi hijo tiene los méritos qué puedo hacer”.
En la camioneta, durante la hora y media que duró el viaje, Castillo un ginecólogo de 65 años, casado y padre de tres hijos, habló sobre sus orígenes en el fujimorismo, sus planes para Lima, muchos de los cuales carecen de ortodoxia y parecen estar en función de las fijaciones de Castillo más que de las necesidades de la ciudad, y también adelantó sus planes de volver a postular a la alcaldía de Lima en el 2020, ahora que sabe que es improbable que gane la elección.
- “YO ESTOY AGRADECIDO CON ALBERTO FUJIMORI”
En el año de 1999, Felipe Castillo estuvo a punto de ser ministro de Salud del gobierno del hoy preso por homicidio calificado y corrupción Alberto Fujimori. La relación con el fujimorismo había comenzado tres años atrás, cuando Jaime Yoshiyama, entonces candidato a la alcaldía de Lima, lo invitó a postular como su candidato en Los Olivos. Tres años después volvió a repetir el plato con el fujimorismo, pese a que ya estaba formando un partido propio. “Ahora que tienes alas y puedes volar, nos abandonas me dijeron. Y entonces por agradecimiento acepté”, cuenta acomodado en el asiento delantero de la camioneta. Fujimori intentó recompensar esa lealtad con el ofrecimiento de la cartera de Salud, pero Castillo cuenta que hubiera aceptado la oferta, si es que su teniente alcalde de aquel entonces Willy Garay no le hubiese advertido que el gobierno estaba desgastado y que aceptar dañaría su carrera política.
-“Para 1998, existían evidencias abundantes de los malos manejos y abusos del gobierno, ¿no tuvo reparos en continuar su alianza con el fujimorismo?”-.
-“Yo no lo veía. Yo me había hecho la ilusión de ser ministro, era una cosa de ego personal. Ahora sé que desde 1992 Fujimori fue un dictador, pero en esos años nunca lo analice. Yo pensaba qué puedo hacer porque mi comunidad […] Igual le guardo gratitud a Fujimori porque me dio la oportunidad de ser alcalde por primera vez, porque si no, quizá nunca lo hubiera sido”-.
Cuenta que cuando asistió a Palacio para responderle a Fujimori, éste apenas escuchó que no tomaba el cargo, le estrechó la mano y lo dejó con la palabra en la boca. “Igual salí de Palacio muy aliviado”. Para el 2002, Castillo volvió a ganar la alcaldía de Los Olivos con la agrupación que había formado. En los últimos doce años como alcalde su patrimonio se redujo 31%, según el portal Ojo Público, pese a que enfrenta “un juicio por el desvío de S/. 16,6 millones destinados a obras sociales de su municipio para la construcción de una universidad en la que pretendió ser rector. La Fiscalía Superior Anticorrupción de Lima Norte ha pedido nueve años de cárcel para él por este caso”, señala el citado portal.
En el trayecto a Los Olivos atascado en el tránsito, el candidato reflexionaba así sobre la corrupción en el aparato público: “A todo funcionario se le acusa de la nada por robar, seguramente algunas veces son ciertas, pero en la mayoría se mancha el honor de la personas. A todo el que maneja los fondos del Estado se le dice corrupto, por eso las buenas personas ya no quieren ingresar a la política”. Amparado en este racionamiento desestima las acusaciones por lavado de activos contra el exalcalde y potencial nuevo burgomaestre Luis Castañeda Lossio. “Yo no les doy importancia, menos en campaña electoral”.
Para él la solución para acabar con la corrupción es seguir reduciendo el aparato público. Esta no es la posición de un liberal ortodoxo, sino según Castillo la conclusión de su experiencia como alcalde, aunque siempre creyó que era el Estado el que debía intervenir más en la sociedad. “Si continuaba como alcalde de Los Olivos hubiera privatizado el hospital municipal o hubiese buscado una concesión público-privada”. Muchas de las propuestas de Castillo para un posible gobierno escapan a las funciones de la Municipalidad Metropolitana, pero están en línea con sus preocupaciones personales. Por ejemplo, la educación.
Castillo dice que de llegar a la alcaldía la educación será una de sus prioridades. Afirma que desde que leyó el libro “Basta de historias” del periodista argentino Andrés Oppenheimer se dio cuenta de que estaba en el camino correcto. “Fue un bálsamo para mí”. Dice que pediría la facultad para impulsar una reforma educativa en Lima, aumentando a 14 horas la jornada escolar y licitar APP en cerca de 100 terrenos del Estado que ha identificado para la construcción de nuevos colegios.
Castillo habla con la soltura de quien parece haber olvidado que existe una investigación en su contra por la universidad municipal que buscaba construir y en la que pretendía ser rector. Además, parece haber olvidado que el Ministerio de Educación tiene en sus manos la administración de los colegios de Lima. En cambio, en el tema de la seguridad el candidato vira la opinión. “La seguridad ciudadana no está a cargo de la Municipalidad. Es la Policía la que debe tomar el liderazgo y nosotros la acompañaremos”. Sus propuestas para este tema son buscar que los mejores serenos ingresen a formar parte de la Policía –propuesta que implica un cambio institucional en ésta- y combatir la drogadicción que según él es la principal causa de la delincuencia en las calles.