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La revolución de la lectura en Apurímac

El bibliotecólogo Daniel Arroyo González nos habla sobre la creación de 80 bibliotecas municipales en 73 distritos y 7 provincias de la región de Apurímac.

Publicado: 2014-09-13

El programa "Fortalecimiento de bibliotecas municipales en la región Apurímac – llapanchispaq qilqakuna" se viene ejecutando desde 2011 desde la Gerencia Regional de Desarrollo Social del Gobierno Regional de Apurímac y tiene como meta poner en funcionamiento 73 bibliotecas municipales distritales, así como fortalecer las bibliotecas municipales existentes en las siete capitales provinciales de la región: Abancay, Andahuaylas, Aymaraes, Antabamba, Cotabambas, Chincheros y Grau. A propósito de esta importante iniciativa conversamos con uno de sus principales impulsores, el bibliotecólogo Daniel Arroyo González.


¿Cómo nace este proyecto y cuál es el monto de la inversión?
El gobierno regional de Apurímac está invirtiendo 6 millones de soles aproximadamente, con el visto bueno del MEF. La historia se remonta a algunos años atrás, 2007-2008, cuando la ong Tarpurisunchis y la Direccion Regional de Educación – Apurímac, impulsaron la aprobación de un presupuesto para un proyecto regional de bibliotecas públicas. Ya durante la presente gestión del presidente Elías Segovia se elabora un expediente técnico e inicia la ejecución del Proyecto. El presupuesto está destinado a gastos de mobiliario, equipo tecnológico, habilitación física de los locales, gastos de capacitación y asistencia técnica, compra de libros y requisitos ambientales.  
¿Cómo lograron que el gobierno de Apurímac se comprometiera con este proyecto? No debe haber sido nada fácil…
El Proyecto Educativo Regional (PER) de Apurímac consideró, unos 8-10 años atrás, la necesidad de apoyar los esfuerzos educativos y culturales con una red de bibliotecas municipales provinciales; la región tiene 7 provincias y, antes de que empiece este proyecto, cada capital de provincia ya tenía su biblioteca. Por lo tanto, existen antecedentes. Lo que prácticamente no existía eran las bibliotecas distritales. La decisión de invertir, por parte del gobierno regional, se basó en esa trayectoria que habían venido trabajando docentes locales, incluso colegas de la Universidad Católica vinieron a Apurímac a apoyar este proyecto. Es importante mencionar que una de las principales ideas detrás de este plan era que esta red de bibliotecas municipales tuviese un componente de interculturalidad bilingüe y rescate del quechua. Es algo que se tendrá que trabajar mucho más a futuro, pero ese fue un factor decisivo para que el proyecto lograse conseguir el presupuesto y la decisión política del gobierno regional para llevarlo adelante.

EL BIBLIOTECÓLOGO DANIEL ARROYO VISITA UNO DE LOS LOCALES MUNICIPALES DONDE SERÁ INSTALADA UNA BIBLIOTECA

Tengo entendido que se ha privilegiado a los autores regionales, ¿verdad? ¿Cuáles han sido los criterios para la formación de estas colecciones?

El expediente técnico formula, dentro del componente de implementación bibliográfica, un perfil que responde, por un lado, a las necesidades de recursos de lectura y, por otro, a la realidad cultural apurimeña. Se busca que haya, por ejemplo, en el caso de la literatura infantil o juvenil, títulos de autores peruanos, y en especial de autores andinos. Arguedas era el nombre que se mencionaba mucho en las primeras etapas del proyecto. Ya en el campo, lo que hicimos fue abrir una convocatoria para que todos los autores regionales apurimeños y cercanos a Apurímac (o que sintieran una afiliación con el área sur andina) nos hicieran llegar ejemplares de sus producciones. Uno de ellos debe ser destacado por su dedicación al rescate de la tradición oral apurimeña, así como por su producción narrativa inspirada en los ambientes de la región: Federico Latorre Ormaechea, fallecido a fines del año pasado, luego de habernos hecho llegar muestras de sus títulos publicados. 


Apurímac no es una región con librerías y mucho menos con una industria editorial; la oferta de libros es muy escasa. Y no hablemos de las comunidades rurales... Los distritos más alejados no tienen acceso a libros y por lo tanto se necesita pensar cuidadosamente en qué títulos llevar. Nosotros quisimos que fuera una colección peruanista, con literatura inspirada en nuestro país, en nuestros escenarios, en nuestras historias, en nuestras leyendas, y creo que se ha conseguido armar una lista simpática que fue confeccionada mediante la consulta de catálogos comerciales (librosperuanos.com fue una herramienta bastante útil, por ejemplo). Tenemos una buena cantidad de autores regionales: hay poesía, narrativa, algunos ensayos. Luego tenemos literatura peruana infantil y juvenil, adaptaciones de Valdelomar, poemarios de Eguren, leyendas de la costa, de otras regiones andinas, de las regiones amazónicas, cuentos de Ciro Alegría adaptados para niños, con ilustraciones. También tenemos literatura de referencia: diccionarios, enciclopedias, atlas que responden más a las necesidades de los colegios. Con eso deberíamos tener una biblioteca mínima lo suficientemente versátil como para que cada distrito inicie sus actividades.
Ahora, que las bibliotecas formen parte del presupuesto ya es un cambio, pues lo que sucede normalmente es que estos locales, cuando existen, dependen de donaciones. ¿Por qué es importante cambiar esa concepción de la biblioteca pública?
Primero porque ningún esfuerzo sobra: estamos ocupando los últimos lugares en competencia lectora, interpretación de textos, cantidad de libros leídos, etc. Y esa es la realidad que nos plantea encontrar respuestas, esa urgencia educativa y cultural de poder ofrecerles esos recursos a las personas que se inician en la alfabetización. Sin embargo, hay resistencias; algunos prefieren tener más computadoras. A menudo escuchamos: ¿Para qué vamos a estar leyendo libros si ahora está todo en Internet? ¿Para qué tener un personal atendiendo una biblioteca si con acceso a una cabina podemos obtener las lecturas para que los chicos hagan las tareas?
De acuerdo, pero son preguntas válidas.

La Internet aquí es escasa, la conectividad es muy débil. Por ahí tenemos algunos casos aislados: en la provincia de Aymaraes, por ejemplo, existe un proyecto producto de una alianza con una empresa minera que ha permitido ofrecer acceso libre inalámbrico en el distrito de Chalhuanc, capital de la provincia. Uno camina por ahí y ve a los chicos sentados en las puertas de sus casas usando laptops; o, si va a la biblioteca municipal provincial, encuentra ahí 60 computadoras. Pero en los distritos de la provincia de Cotabambas no hay nada, no hay ni cabinas en la capital de la provincia. O en muchos distritos de las provincias de Grau, Andahuaylas. Es muy desigual este desarrollo y por eso el proyecto se plantea cubrir el territorio con una base que permita, quizá luego, convertir esas bibliotecas en centros de recursos educativos y culturales con lectores activos, que cuando accedan a Internet la usen para buscar y leer información, no solamente para copiar, pegar e imprimir.

Una propuesta como esta tiene un potencial innegable porque parte de la necesidad de contar con recursos de lectura. Quien desde temprano no ha tenido una experiencia agradable de acercamiento a la lectura —por ejemplo, con libros de muchos colores, de cartón duro, de plástico, de tela, que hagan sonidos—, es probable que luego no se sienta atraído por los libros. Yo lo he visto en pequeños de 4-5 años. En comunidades donde estos recursos son tan escasos, que de pronto lleguen libros a las manos de un público tan exigente, tan especial como son los niños, es definitivamente un paso hacia adelante porque el pequeño se familiariza con el objeto, sabe por dónde cogerlo, sacarle provecho y pasar al siguiente. Desde luego, eso es un trabajo que se facilita con la familia —uno lee cuando ve que alrededor de uno leen—, pero si en las casas no hay libros, porque no hay libros en ningún lado, entonces la biblioteca se convierte en ese lugar donde diariamente, en la medida de lo posible, con regularidad, los pequeños entran en contacto con la lectura hasta que se vuelva algo cotidiano y divertido, algo normal. Lo cierto es que leer es difícil, es una vista abstracta lineal cuando los ojos están hechos para ver en tres dimensiones.

¿Cómo ha sido el proceso de formación de las personas que están trabajando en estos locales?

Los llamamos encargados de biblioteca, aunque confiamos en que en poco tiempo les podremos llamar bibliotecarios. Son nombrados por el municipio, de cada distrito llegaba un representante autorizado para que participe en la capacitación. Fueron programados 28 talleres en total: cuatro módulos, con sus respectivos talleres en cada una de las siete provincias. Hemos terminados los tres primeros módulos y estamos en plena realización de los últimos siete talleres del último módulo, dedicado a la promoción de la lectura.  

Pero es aquí donde hemos tenido las dificultades más profundas, porque las personas que nos enviaban a menudo no tenían ni idea de lo que estaban haciendo ahí. Hemos tenido casos extremos de personas que empezaron a hacer esta labor durante un mes y luego el distrito nos enviaba otra persona y al tercer taller ya no enviaba a nadie. Esas dificultades de continuidad han sido grandes y creo que es el mayor ajuste de tuercas que necesita hacer el proyecto en la etapa final.

La capacitación se centra primero en sensibilizar a los 80 participantes sobre la importancia de la biblioteca, su relación con la sociedad, su carácter público, por qué debe ser de acceso libre, por qué hay que incorporar el uso de tecnologías de la información. El segundo taller es más técnico, más bibliotecológico propiamente: enseñar a inventariar, a catalogar tomando en cuenta principios básicos de descripción de libros, pero dejando de lado (por el momento, digamos) las reglas internacionales, los formatos de descripción de los materiales, la creación de bases de datos.

En términos muy genéricos, se planteó la importancia de que la biblioteca sepa qué libros tiene para que no se pierdan —con el inventario—, y luego que la biblioteca sepa qué libros tiene para ofrecerlos —con un catálogo—.

Taller para encargados de biblioteca en abancay

Ahora, ¿son bibliotecarios voluntarios o les están pagando?
El proyecto cuenta generalmente con personas que son empleadas municipales ya nombradas, que tienen el tiempo para dedicarse a esta tarea o por ahí tenemos personas que son de confianza, a las que se les está ofreciendo un contrato cuando la biblioteca ya tenga todos los requisitos para empezar a funcionar. El problema es que no sabemos qué evaluación hay dentro de cada municipio para escoger a estas personas y tampoco nos queda claro que entiendan el alcance de un proyecto como este.
Ese es un problema serio. ¿Hasta qué punto considera que se trata de un proyecto sostenible?
Este proyecto culmina en muy poco tiempo y ¿en manos de quién quedará este esfuerzo, toda esta inversión pública? En manos de las municipalidades. El municipio ya se hace cargo de la transferencia de estos bienes: las computadoras, los estantes, las sillas, los muebles, etc. Los libros y la capacitación del personal también es responsabilidad municipal. Lo que tememos ahora es terminar teniendo a encargados que estén ahí porque los castigaron o porque ya se van a jubilar o que a veces atienden y a veces no porque están en otra oficina. O sea, ese concepto del bibliotecario como un cargo medio fantasma o comodín o incómodo o multiusos, hay que combatirlo. Aún no ha llegado a cuajar, a nivel municipal, la idea de lo que es un bibliotecario.
¿Ve usted algún otro escollo que pueda amenazar la continuidad de este proyecto?
Por un lado, existe la posibilidad de que los municipios no respeten el modo en que ha sido asignado el material: de pronto, se malogró la computadora de la oficina de contabilidad y como la computadora de la biblioteca está ahí, y solo la usan los escolares y la gente que venga a leer, entonces es posible que se la lleven. Y puede suceder lo mismo con las sillas. Por otro lado, en algunos distritos tenemos techos que no son suficientemente altos para los estantes; cuando se hizo el diseño, hace ya cuatro años, no habían contratado a ningún bibliotecólogo y se mandaron a hacer estantes todos de la misma medida, sin tomar en cuenta la especificidad de los espacios donde terminarían siendo usados. Las municipalidades simplemente nos cedían los espacios y nosotros teníamos que ver qué hacer con ellos. Esos desencuentros fueron algo frecuente durante los dos primeros años del proyecto. La continuidad es el suspenso ahora. Bueno, yo estoy tratando de poner en contacto esta experiencia con el Ministerio de Educación, con el Ministerio de Cultura, la Biblioteca Nacional, el Colegio de Bibliotecólogos.
¿Cuál es el apoyo, por ejemplo, del Ministerio de Educación?
Sabemos que la cultura de la información en nuestro país es casi nula. Felizmente tuve la oportunidad de participar en un seminario-taller que hubo en el Centro Cultural de España, hace algunas semanas, y encontrarme con personas que estamos un poco en lo mismo. Nos reunimos como 30 personas de distintas instituciones. Yo llegué desde Abancay, expuse la experiencia y eso me sirvió para recibir la atención que el proyecto necesitaba. Tengo años en el campo de la bibliotecología y hay una red de colegas y de grandes amistades, de compañeros que han servido para que a través de las redes sociales esto empiece a tomar un poco más de visibilidad. Y el seminario sirvió para conversar con la Biblioteca Nacional, con el Sistema Nacional de Bibliotecas Públicas, con el Centro Coordinador de Bibliotecas Educativas y con la gente de la Dirección Nacional del Libro y la Lectura, a través de la persona encargada de las regiones. La continuidad está ahora ya en este siguiente nivel institucional; la cuestión es hacerse más visibles a nivel nacional. Y esta experiencia de verdad tiene un potencial increíble. Se van a poder hacer muchas cosas con un experimento como éste, es un laboratorio: 80 bibliotecas, ¿cuántas sobrevivirán? Y de esas, ¿cuantas habrán logrado impactar en la competencia de lectura, en el desarrollo de hábitos lectores? ¿Cuántas habrán servido para que las instituciones educativas tengan planes lectores más ricos, etc.? El potencial es muy grande; se pueden hacer réplicas con esta base para comprar libros en el sector público. Las personas no están acostumbradas a dirigir las compras de esta manera.
¿Ahora que se vienen elecciones, cómo ve este tema de la continuidad?
No hay aquí sondeos de opinión pública. El presidente regional del actual periodo, Elías Segovia, ha pedido su licencia, porque se lanza a la reelección. Eso es un escenario. Pero hay aquí mucha competencia, como en toda campaña, es encarnizada, y se habla de todo: malversación, robo, narcotráfico, de todo. Entonces, el futuro es muy incierto. ¿Qué pasará en el próximo periodo de presidencia regional con este tema? No lo sé. Pero también es cierto que desde los municipios, desde las provincias y los distritos, se pueden hacer muchas cosas. Yo creo que algunos distritos ya han sentido la campanada y se han dado cuenta de hacia dónde debe ir este proyecto. Y ahí tiene un rol que jugar la sociedad civil, por decirlo de algún modo: las APAFA, los profesores, los mismos escolares.
¿Ha habido interés por parte de las escuelas para que se articulen estas redes de bibliotecas?

Bastante interés. Hay mucha expectativa de parte de los docentes, porque significa contar con más materiales, y para los chicos significa un lugar aunque sea donde ir a hacer la tarea, para empezar. Muchas veces en las localidades rurales no hay en casa una mesa con luz y no hay tranquilidad; los niños aquí se ocupan de mil tareas gran parte del día: hay que ver los animales, hay que ver al hermanito menor, la mesa, el agua, caminar mucho, son horas de un sitio a otro. Entonces, de pronto, que la biblioteca pública de su distrito se convierta en un espacio donde hay sillitas para su estatura, libros para ellos, una persona que los atiende siempre en el mismo horario... O incluso en los anexos, en los caseríos, por ahí que el municipio mande moto-tolvas cargadas de libros para hacer un servicio itinerante de bibliotecas públicas. Entonces, hay posibilidades, hay ideas, hay distritos que sí lo van a hacer, hay provincias que ya tienen una trayectoria larga; Andahuaylas tiene una muy buena biblioteca, por ejemplo, y la señora bibliotecaria que trabaja ahí desde hace años hace una muy buena labor. La idea es que los distritos de Andahuaylas empiecen a tener como referencia su biblioteca provincial; que sus bibliotecarios, como han recibido los mismos libros, entre ellos se pongan de acuerdo para trabajar en una única lista, que sea más fácil para poder tener consenso en sus distritos. Confiamos en que eso surja de los mismos distritos, de sus comunidades educativas, que los ciudadanos que están más cerca de este tema y propuesta, no dejen pasar esta oportunidad.


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Escrito por

Alonso Almenara

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Redacción mulera

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