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foto: Ministerio del Interior

Urresti y su escaso apego por la verdad

Ministro proyecta la imagen de alguien puesto en el cargo solo para atacar el problema de ‘percepción de inseguridad’ pero no los asuntos de fondo del crecimiento de la delincuencia, dice Augusto Álvarez Rodrich.

Publicado: 2014-09-03

Esta mañana, en la previa de la quema de 7 toneladas de droga incautada en Trujillo, el ministro Daniel Urresti nuevamente se refirió a sus críticos, sobre todo periodistas, analistas políticos y ex ministros del Interior (léase Fernando Rospigliosi, 'el innombrable', según el ministro). Y hoy Augusto Álvarez Rodrich, en su columna de hoy en La República, le dedica un espacio: "...el ministro miente con el mismo entusiasmo con el que todos los días se le ve saltando de un sitio a otro en busca de una cámara o micrófono que le otorgue protagonismo y notoriedad". La compartimos.

A pesar de sus evidentes atributos positivos, el ministro del Interior, Daniel Urresti, tiene un problema complejo y creciente: un escaso apego por la verdad.

Eso es, sin duda, un problema complejo no obstante su seguramente buena intención; su estilo inquieto para ejercer el cargo; el hecho de que esto haya producido un shock de confianza en la ciudadanía en materia de seguridad, algo que era indispensable; y de que, como consecuencia de todo lo anterior, haya contribuido al alza de su popularidad y de la del presidente Ollanta Humala, lo que no está mal.

El problema es que el ministro miente con el mismo entusiasmo con el que todos los días se le ve saltando de un sitio a otro en busca de una cámara o micrófono que le otorgue protagonismo y notoriedad.

Al comienzo se pudo sospechar que este devaneo con la falsedad podía ser consecuencia de la combinación de un exceso de entusiasmo con errores de su equipo, pero son tantos los casos que en este todavía breve período ministerial se han detectado, así como su escasa vocación por el reconocimiento de los tropezones, que esto ya parece un patrón que solo se explicaría por la intencionalidad por la farsa.

El caso más reciente es el de la conferencia de prensa en la que Urresti informó de la captura de una camioneta del candidato fujimorista a la alcaldía de Barranca, Alberto Tapia, que, supuestamente, llevaba un cargamento de cocaína de entre 400 y 600 kilos, pero que, al final, se constató –a través de la fiscalía– que solo había 42 kilos pero no en la camioneta –en la que en realidad se transportaba 138 kilos de yeso– sino en una casa de la localidad que no tenía vinculación con el candidato. En vez de reconocer su error, el ministro dijo que la equivocación era responsabilidad de los periodistas.

No es, lamentablemente, el único caso. Están, por ejemplo, los logros en materia de seguridad que el presidente Ollanta Humala anunció en su discurso del 28 de julio pasado, que tenían gruesas fallas que inducían a exagerar su importancia.

Están, también, operativos que, como la detención de Paul Olórtiga –el viudo de la cantante Edita Guerrero–, se estructuran como fuegos artificiales para el impacto noticioso, o mentiras menores como excusarse de no ir a una sesión del Congreso por reuniones con el presidente de la república que nunca ocurren.

El problema de un ministro así es que pierde credibilidad –algo grave en quien se declara inocente por la acusación del asesinato de un periodista–, y termina proyectando la imagen de alguien puesto en el cargo solo para atacar el problema de ‘percepción de inseguridad’ pero no los asuntos de fondo del crecimiento de la delincuencia.


Escrito por

ALBERTO ÑIQUEN G.

Editor en La Mula. Antropólogo, periodista, melómano, viajero, culturoso, lector, curioso ... @tinkueditores


Publicado en

Redacción mulera

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