Urresti versus Rospigliosi
Ante denuncia de magnificar sus cifras, ministro del Interior no pide disculpas y más bien ataca a ex titular de ese portafolio.
Este fin de semana vimos en televisión –por enésima vez– al ministro Daniel Urresti. Tratando de arrasar con todos los que lo critican; ninguneando –desde que empezó en el cargo– a quienes lo precedieron. Y esta vez, en especial, se la emprendió contra Fernando Rospigliosi, quien desde su columna en un diario y su cuenta de Twitter ha criticado la escena mediática e inexactitudes del ministro. Mirko Lauer reflexiona sobre esta pugna en su columna de hoy en La República. La compartimos.
La situación tiene elementos de paradoja. La vistosa gestión de Daniel Urresti es aprobada por casi 50% de la población en la encuesta GFK. Pero al mismo tiempo las denuncias periodísticas sobre sus inexactitudes, y hasta falacias, en el curso de esa gestión son un dato permanente de su imagen. Esto último incluye ahora una polémica entre el titular del Interior y el periodista Fernando Rospigliosi.
¿Qué está pasando? ¿El público simplemente no quiere escuchar algo que no le gusta? ¿O la necesidad de un liderazgo en la lucha contra el delito es tan intensa que media población está dispuesta a pasar por alto las faltas del ministro? Probablemente hay las dos cosas, y algunas más. Incluso las acusaciones sobre su pasado militar han ido pasando a un segundo plano.
La campaña de Rospigliosi es persistente, tiene miga, y viene desde mucho antes de la aparición de Urresti mismo. Sus columnas, enfocadas en el tema administrativo de la seguridad, algo han tenido que ver con las renuncias de algunos de los anteriores ministros del Interior de este gobierno y el anterior. Sin duda son una suerte de termómetro de la marcha del sector.
Frente a eso Urresti ha traído un estilo sumamente mediático, que en verdad ya lo traía puesto, notoriamente eficaz frente a acusaciones y destapes. Parte del secreto es que en todo momento tiene un nuevo acontecimiento policial disponible para uso de los medios. La pugna es en los medios: Urresti tiene numerosos titulares, Rospigliosi una columna semanal, y el twitter.
Al mismo tiempo casi nadie en la política quiere enfrentar a un ministro tan popular, y es muy improbable que Ollanta Humala quiera desprenderse de él a corto plazo. No solo por la alta aprobación. Urresti también está funcionando, con razón o sin ella, como un símbolo de eficiencia militar. Por último, es evidente que el general retirado es un eficaz comunicador.
Sin embargo a la vez Urresti da la impresión de estar caminando constantemente al filo del abismo, y en lo que los franceses llaman una fuga hacia adelante. Como que en medio de los rápidos logros asoma la posibilidad de una metida de pata terminal, de obra o de palabra. Ciertamente la polémica con el periodismo, o los fiscales, no lo ayudará a evitar ese momento crítico.
La reacción que ha tenido Urresti a la denuncia de que magnificó el alijo de cocaína en la camioneta del cuñado de un candidato fujimorista es un buen ejemplo. Tenía mejores caminos para salir del paso, y eligió los más complicados: trenzarse con Rospigliosi y dar una explicación complicada para un asunto que quizás merecía unas simples disculpas.