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Federico en las alturas

Una reflexión sobre la muerte del poeta andaluz y su encuentro con Pablo Neruda. 

Publicado: 2014-08-18

La muerte de García Lorca fue un crimen contra la poesía. Una de las deudas de la Guerra Civil con el arte y todo un pueblo, un pueblo que Federico siempre quiso y para el cual escribía. Y fue por esta escritura que fuera acusado de agitador, de comunista, de un peligro para los intereses franquistas. Lo cierto es que él nunca estuvo afiliado a ningún color político y lo disidente de su trabajo era la aspiración a una cultura libre, donde se mantuviera la fuerza crítica ante todo tipo de poder coercitivo.

García Lorca, en muchos aspectos, estaba aunado a lo que Guattari y Deleuze han llamado una "literatura menor": sus temas de atención fueron los marginados (los gitanos en España o los negros en E.E.U.U), además estaba su homosexualismo que no era un secreto, todo lo cual resultaba incómodo para la dictadura que terminó imponiéndose. Habría que tener en cuenta declaraciones como esta para comprender cuán incómodo podía resultar para los partidos de derecha: “El día que el hambre desaparezca, va a producirse en el mundo la explosión espiritual más grande que jamás conoció la humanidad”.

Los 38 años de Federico se disiparon con el balazo del 18 de agosto, y su muerte ejemplificaba la caída de toda una cultura que había venido forjándose: Franco frenó el crecimiento cultural español. Pienso en el momento del disparo. Uno puede sentirse perseguido, esconderse, pero todo ello siempre mantiene en velo cierta esperanza, pero ya luego todo cambia cuando se sabe, inexorablemente, que moriremos. 

Y ahí se detiene el respiro del duende, del ángel, del hombre que más de un conocido consideraba una “fiesta andante”. Hay muchos que sintieron el dolor de esta pérdida, como Alberti que siempre lo llamará “Federiquísimo sacrosanto”, sin embargo los testimonios más conmovedores los hizo Pablo Neruda.

Ambos se habían conocido en Buenos Aires en 1933 y desde los encuentros poéticos y las conferencias se cimentó unas de las amistades literarias más entusiastas. Ambos no escondían sus elogios y gustaban de tratarse como un dúo poético, memorables son los dibujos que hicieran juntos destacando aquel en el que aparecen las cabezas decapitadas. 


Ahora, si atendemos que Deleuze menciona que cuando conocemos a una persona realmente conocemos los animales que la pueblan, los movimientos que lo conmueven, los sonidos que losatraviesan, en este sentido el encuentro Lorca-Neruda es el descubrimiento de aquello que los habita y que, por aquellos años, fluyó en poemas de Poeta en Nueva York y Residencia en la tierra II (la confluencia de ambos libros es innegable).

Si García Lorca nos hablaba, en el epígrafe de "Adán" de un Neruda "rodeado de fantasmas", refiriéndose a la densidad que poblaba al poeta chileno, este fue quien reconoció cada uno de los devenires y acontecimientos de la obra lorquiana. Citemos al respecto el poema que le dedicó, titulado "Oda a Federico García Lorca" (escrito en 1935), y cuya primera estrofa pareciera profetizar la muerte del amigo: 

Si pudiera llorar de miedo en una casa sola,

si pudiera sacarme los ojos y comérmelos,

lo haría por tu voz de naranjo enlutado

y por tu poesía que sale dando gritos.

Neruda incide en la animalidad de esta poesía, toda ella bordeada de peces, caballos y erizos, poesía frutada, con olores, festiva, vital (“cuando ríes con risa de arroz huracanado”); poética también del agua donde nace lagos y ríos. Pero en medio de esta atmósfera ulula también ese tono de agonía, ese tono mortuorio que siempre atrajo a Federico y de presencia poderosa en las navajas, lunas, jinetes y santos de su poesía.

Luego del 18 de agosto Neruda siente que algo se ha bifucardo en su interior, a lo cual se suma todo el dolor que vive España en aquella época, todo lo cual se vierte elegíacamente en su poema “Explico algunas cosas”, donde uno de los versos que más conmueven es el llamado al amigo: 

Federico, te acuerdas 

debajo de la tierra,

te acuerdas de mi casa con balcones en donde

la luz de junio ahogaba flores en tu boca?

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Escrito por

Christian Elguera

Escritor y corresponsal de literaturas indígenas en Latin American Literature Today


Publicado en

Redacción mulera

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