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César Calvo: más allá de la lógica del Estado

En su novela "Las tres mitades de Ino Moxo y otros brujos de la Amazonía", el autor -fallecido un 18 de agosto- nos introduce en una política de las naciones amazónica 

Publicado: 2014-08-18

Bajo los preceptos eurocéntricos la única forma de gobierno es estatal, tan es así que fuera del Estado no existe política (Maurice Godelier dixit). De esta manera la catalogación de “salvajes” que recibieron los pueblos amerindios durante los años de Conquista -y aún en lo de la República-, no solo se debía a costumbres como el canibalismo sino a su imposibilidad para gobernarse, por lo cual resultaban “tan inferiores a los españoles como los niños a los adultos” (refiere Fray Ginés de Sepúlveda en su Democrates olter), esgrimiéndose así otra legitimación de la conquista y evangelización.  

En este sentido César Calvo, a lo largo de su novela Las tres mitades de Ino Moxo y otros brujos de la Amazonía, realiza una crítica de la ideología del ego conquiro, brindando una versión alternativa de la historia oficial: ante la imposición de Occidente como mundo civilizado, que fijó la catalogación de los americanos como salvajes o bárbaros, Calvo señala que las naciones amazónicas tienen sus propios códigos de gobierno. Se trata de especificar cómo funciona la política de la guerra que, opuesta al modelo de Estado europeo, produce el despliegue de entidades no-humanas y una red de alianzas entre las comunidades, que conforman un corpus híbrido.

Así, Las tres mitades de Ino Moxo nos introduce una política de las naciones amazónica. Esta política tiene su fundamento en la guerra, y a partir de la cual –como bien ha estudiado Pierre Clastres en Arqueología de la violencia– se configura un mundo que se opone a la lógica del Estado. Este sistema político es reconocido por Deleuze y Guattari en Mil mesetas y se refieren a él como la "máquina de guerra", esto es, la producción de fuerzas que rehúyen los procesos estatales, que son puntos de fuga frente al armatoste estatal, así: “todo lo vive en relaciones de devenir, en lugar de efectuar distribuciones entre ‘estados’ (…) Desde todos los puntos de vista, la máquina de guerra es de otra especie, de otra naturaleza, de origen que el aparato del Estado”.

“La mejor forma de reducir cabezas”, el capítulo 12 de la segunda parte de la novela de César Calvo, nos presenta a la guerra como un despliegue de alianzas y rituales. La guerra implica la intervención del mundo no humano (espíritus básicamente), su importancia en la capacidad de los guerreros, pero sobre todo establece que las costumbres bélicas no responden a una violencia irracional sino a un sistema político complejo.

Frente a las tergiversaciones, “a las muchas mentiras” que se han impuesto como estigmas del mundo amazónico, el personaje Félix Insapillo nos detalla el agenciamiento de la guerra, centrándose en la reducción de cabezas de los jíbaros. El agenciamiento podríamos también entenderlo, en este caso, como una diplomacia con lo no-humano que involucra rituales, red de afectos, la relación de fuerzas activas y reactivas de los brujos, lo cual implica un fluir de devenires animales, espirituales.

La reducción de cabezas es una ceremonia en la que el brujo cumple una función diplomática con fuerzas no humanas: cura y carga de poderes los elementos que se usarán (el agua y la olla donde se pondrá la cabeza del enemigo), invoca fuerzas invisibles, y hace posible que el guerrero vencedor se apoderé del ánima del oponente. El brujo entonces es un canal por el que circulan fluidos no-humanos, actualizando su participación en la política de la comunidad.

Como ha señalado Clastres la guerra se genera como un modo de defender el nosotros comunitario, por esto: “el estado de guerra es tan durable como la capacidad de las comunidades primitivas de afirmar su autonomía unas respecto de las otras”. Ahora, esta situación define la no cerrazón de la política de las naciones amazónicas. No se pretende un sistema totalitario que incluya a todas ellas a partir de una lógica estatal europea, de lo que se trata es de mantener la heterogeneidad.

La función política de la guerra es evitar la homogenización, de tal manera que los machiguengas, cashibos, aguarunas y amawakas, entre otros, mantengan su independencia donde cada nación es, a decir de Clastres, “un ser social heterogéneo”, por esto “La lógica de la sociedad primitiva es, entonces, una lógica de lo centrífugo, una lógica de lo múltiple” (73).

Está relación rige también con lo no-humano: el brujo no quiere un dominio totalizador de los espíritus sino hacerlos circular, en otras palabras, hacer quese actualicen y se multipliquen mediante líneas de diferenciación, pero teniendo siempre en cuenta la diferencia de los mundos, resaltando la necesidad de la inserción de uno en el otro, por esto “cuando se enfrentan dos naciones de selva, más que los combatientes (…) combaten sus brujos y las ánimas cómplices de los brujos” (Calvo 180).

Lo múltiple no implica que no haya conexiones, y se define más bien por la coexistencia en una serie ramificada: 1) las naciones se comunican mediante alianzas, pero manteniendo su identidad; a pesar de las diferencias de grado entre una y otra no olvidemos que ellas “obedecen –sin excepción- a una misma lógica de lo centrífugo” (Clastres 77) , 2) lo no-humano interviene en lo humano: el tiempo primigenio se conserva y es simultáneo al presente, asimismo recordemos que lo no-humano “es una virtualidad que se actualiza siguiendo líneas de divergencia” en el mundo material (Deleuze Bersognismo, 104-105).

Con esta toma de posición César Calvo nos plantea un modo alternativo de política alterno al hegemónico. En realidad se trata de un compromiso de Calvo con los devenires revolucionarios, de aquí que en su conferencia "Para comenzar por el principio" (1974) mencione que la transformación no ocurre en una posteridad sino en el proceso mismo, ejecutándose con cada esfuerzo disidente. Escuchémoslo: 

Creo, sin embargo, como Guillermo Thorndike, que el mundo es una mierda. No el mundo que estamos construyendo, naturalmente, sino la podredumbre que heredamos, esa amarga fanfarria de transistores, automóviles y etcéteras; esa mascara de feriante, ese biombo de prostíbulo que solo puede encandilar a los ingenuos al grado de ocultarles el mundo de injusticias y de barbarie, el mundo de hipocresía y de terror, el mundo de niños envejecidos y bombas atómicas, el mundo de mierda que ya estamos devolviendo a su lugar de origen.

Creo firmemente en el advenimiento de un mundo justo y digno, sin explotadores, sin hambre, sin penumbra. Un mundo donde se enseñe, como dice Pablo Vitali, donde se enseñe a nuestros hijos que es mas importante tener un amigo y no un televisor, tener una conciencia limpia y no un automóvil ultimo modelo. Donde se enseñe que las cosas son verdaderamente nuestras cuando son verdaderamente compartidas, solo cuando no han nacido de las hambres ajenas, de las penurias ajenas, sino de las mutuas alegrías y los empeños generosos. Y creo que ese mundo lo haremos ahora, y lo haremos con armas invencibles, escribiendo y amando, y cantando. Y lo haremos en esta tierra dura, y no en algún sedoso paraíso celestial (267-268).

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Escrito por

Christian Elguera

Escritor y corresponsal de literaturas indígenas en Latin American Literature Today


Publicado en

Redacción mulera

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