Rimbaud en el Perú
Un ensayo, un poema y una canción son las pruebas claras de que el genial y precoz poeta francés estuvo —y permanece— entre nosotros.
En 1947, en el número 2 de Las Moradas, aquella importante revista que dirigiera el poeta Emilio Adolfo Westphalen, Jorge Eduardo Eielson, quien para entonces tiene apenas 23 años, publica el ensayo "Rimbaud y la conducta fundamental", en cuyas primeras líneas podremos leer lo siguiente:
"...la palabra de Rimbaud promueve secretas digresiones, desarma y hiere a la juventud, la satisface y la niega de un solo golpe; no le entrega de su alma sino la región más pronta al paraíso, reservándose para sí las mayores llamas, los focos carniceros más voraces y oscuros, desde donde le fue posible la toma de lo invisible. Hay un fuerte sabor en Rimbaud cuyo sello nos graba en el alma y nos roe toda fuerza. Él solo quisiera subsistir a través de la marcha de nuestros espíritus; él solo desearía mostrarse siempre, hasta en el juicio final, portando la antorcha cada vez más alta de nuestra triste humanidad. Yo no osaría dudar todavía si sus deseos se verán cumplidos o no".
Cuando Eielson escribe este ensayo, ya ha obtenido el Premio Nacional de Poesía en 1945, por Reinos, su primer libro. Pese a que para ese momento ha transcurrido más de medio siglo de la muerte de Rimbaud —ocurrida en Marsella, en 1891—, Eielson elabora su imagen sin ocultar en ningún momento la absoluta admiración que siente por su obra. Sin duda, y basta revisar Reinos para darse cuenta de ello, el simbolista era uno de los autores con más influencia sobre él.
El ensayo (disponible aquí, entre las páginas 63 y 72) es, en buena parte, una revisión de algunas de las lecturas críticas que para la época se han llevado a cabo sobre la poesía de Rimbaud. Eielson reafirma o refuta cada uno de esos argumentos. Así, Jacques Riviére, Marcel Coulon, Paul Claudel o Roland de Réneville, solo por mencionar algunos casos, son confrontados por Eielson.
No debe pasar desapercibido el hecho de que nuestro prematuro Premio Nacional de Poesía exhiba a lo largo de este extenso ensayo un vasto conocimiento de la literatura europea, además de un agudo sentido crítico para defender o desarmar los juicios emitidos. Tras terminar de leerlo, a uno le queda la impresión —tal vez fue esa la genuina intención de este ensayo— que todos esos autores franceses no han logrado más que una mínima aproximación a la figura de Rimbaud, mientras que Eielson, por el contrario, sí ha tenido un contacto real con el poeta de Charleville. O, al menos, que sí ha conocido la esencia de su poesía.
Pero, a fin de cuentas, ¿de qué se trata aquella 'conducta fundamental' mencionada en el título? Para Eielson, Rimbaud persigue incansablemente algo que nombra como la 'libertad libre'. Es decir, que: "Su estancia en la tierra es todo lo libre que se pudiera desear. Sin embargo su libertad no la ejercita en defensa de ninguna de las instituciones terrenales. Es simplemente a la 'libertad libre', al ente libérrimo, sustancial, cerrado en sí mismo, al ser inmanente de la libertad (…) al que él ama".
Fernando de Szyszlo, uno de los compañeros generacionales de Eielson, afirmará, en un testimonio durante un homenaje a la memoria del autor de Reinos, que este ensayo será "una suerte de enunciación de principios y propósitos a los cuales [Eielson en] su vida futura fue siempre leal, y que muestran hasta qué punto veía claramente lo que quería hacer y de qué manera pensaba hacerlo".
Y es que desde el punto de vista del pintor, Eielson se identificará plenamente con Rimbaud a partir de este rasgo de libertad: “Cuando uno relee el artículo después de tanto años, se hace difícil separar las citas de Rimbaud de las frases del propio Eielson”.
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Poco tiempo antes, en 1944, en una casa de la calle Miller, en el distrito de Jesús María, nacía Jorge Pimentel. Sin embargo, recién a partir de 1970, cuando tenga 26 años, es que se convertirá en un personaje relevante para la historia de nuestra literatura. Y es que será uno de los autores —junto con Juan Ramírez Ruiz— del punzante manifiesto "Palabras Urgentes". Las primeras líneas de este documento dictaban así:
"En esta época llena de desfallecimientos y omisiones la toma de situación y de conciencia es ineludible. Y esto se edita a consecuencia de la necesidad de manifestarnos como hombres libres y como escritores con una nueva responsabilidad, con una nueva actitud ante el acto creador, ante los hechos derivados de una realidad con la que no estamos de acuerdo.
Hora Zero quiere significar este punto crucial y culminante que vivimos. Y es también un punto de partida. Desde aquí empezamos a deslindar las situaciones literario-políticas del país".
Sus autores, dos jóvenes poetas, hartos de la inercia y elitismo de la poesía de aquellos años, según la visión que ellos tenían, daban a conocer con este gesto al grupo Hora Zero. En "Palabras Urgentes" hacían un balance de la poesía peruana, condenando a los que ellos consideraban como líricos e inefables, es decir, aquellos que optaban por ignorar a la realidad:
"La poesía en el Perú después de Vallejo sólo ha sido un hábil remedo, trasplante de otras literaturas. Sin embargo es necesario decir que en muchos casos los viejos poetas acompañaron la danza de los monigotes ocasionales, escribiendo literatura de toda laya para el consumo de una espantosa clientela de cretinos.
Sabiendo todo esto —y ya es necesario que alguien lo diga— es posible entender la deserción por parte de varios poetas de la generación del 50 (W. Delgado, Eielson, etc., etc.) y del 60, como los jóvenes que llenan los cafés de Lima o inflan la burocracia. Y también explicarse la opinión de otros, que sostienen que la poesía no cumple ningún papel en el cambio: Sologuren, A. Cisneros, etc., etc. Y es además entendible la estúpida posición de F. Bendezú y otros, quienes se esconden detrás de la denominación de poetas líricos e inefables. ¡A estas alturas!"
Como puede observarse, Eielson figura entre los 'desertores'.
En 1973, Pimentel publicará su segundo poemario: Ave Soul (su primer libro, Kenacort y Valium 10, ya había aparecido en 1970), un libro que se convirtió en una obra de culto. Sobre todo porque, pese a que sus siguientes reediciones aparecerán recién en 2011 y 2014, la mayoría de sus textos ya eran muy conocidos y admirados por sus lectores, tanto peruanos como extranjeros.
Entre estos últimos habría que mencionar a uno muy destacado: Roberto Bolaño. El novelista chileno, seguidor de Hora Zero durante su estadía en México, se encargará de escribir el prólogo de Ave Soul, algunos pocos años antes de fallecer (en esta reseña se brindará mayores detalles sobre la lectura que realiza Bolaño de este segundo libro de Pimentel).
Uno de los rasgos más destacados de Ave Soul es que los protagonistas de sus poemas son individuos que son víctimas de sus propias vidas (como sucede, por ejemplo, en "El lamento del sargento de Aguas Verdes" o "Balada para un caballo"). Es lo que ocurre, también, con Rimbaud. Sí, el poeta francés, quien, por un artificio de Pimentel, camina por las calles de la siempre convulsionada Lima. Ese poema es "Rimbaud en Polvos Azules". Estos son los versos con los que se abre dicho poema:
"Rimbaud apareció en Lima un 18 de julio de mil novecientos setenta y dos.
Venía calle abajo con un sobretodo negro y un par de botines marrones.
Se le vio por la Colmena repartiendo volantes de apoyo a la huelga
de los maestros y en una penosa marcha de los obreros trabajadores
de calzado El Diamante y Moraveco S. A., reapareciendo en la plazuela
San Francisco dándole de comer a las palomas y en un cafetín donde rociaba
migajas de pan en un café con leche mientras entre atónito y estupefacto
releía un diario de la tarde. Las personas que lo vieron aseguran que denotaba
cansancio y que fumaba como un condenado cigarrillo tras cigarrillo..."
Según Pimentel, si Rimbaud hubiera estado inmerso en un contexto como este, es decir, en el siglo XX, en un país subdesarrollado como el Perú, habría actuado así: apoyando la huelga de profesores y obreros, tratando de pasar desapercibido ante la multitud, significando una amenaza para el sistema imperante ("un sistema inhumano injusto y atroz").
¿Acaso no es lo que los propios integrantes de Hora Zero pretendían? Cabe, entonces, señalar que Pimentel, el líder del grupo, trata de establecer con este poema un parentesco entre Rimbaud y los Hora Zero.
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¿Quién no ha escuchado —tarareado o balbuceado inclusive— esta canción?:
"Mala sangre", sencillo perteneciente a la banda peruana La Liga del Sueño, tiene en su letra más de un fragmento de un poema de título idéntico de Arthur Rimbaud, y que se encuentra en el libro Una temporada en el infierno (1873). Libro que, por cierto, fue el único que el joven poeta publicó en vida.
La canción estuvo inicialmente incluida en Al derecho y al revés (1994), el primer disco del grupo. Sin embargo, fue su versión remasterizada la que se popularizaría. Más aún con el lanzamiento del video, en 1999, tanto por la televisión nacional como por la cadena internacional MTV. Esta nueva versión formó parte de Mundo Cachina (1998), el último disco del grupo.
Expresiones como: "¿A qué imagen santa atacar? / ¿qué corazones destrozaré? / ¿qué mentira debo sostener? / ¿sobre qué sangre caminaré?", son evidentes pruebas, no solo de la coincidencia, sino de la continuidad entre ambos artefactos verbales: entre el poema en prosa y la letra de canción, entre la poesía moderna —de la que Rimbaud fue uno de sus iniciadores— y el rock.
Una de las interpretaciones resultantes de la letra de "Mala sangre", complementada por la historia narrada a través del video, nos deja ver a un individuo en conflicto con la sociedad. No solo por no pertenecer a ella, sino porque también se opone activamente a sus reglas y costumbres. Esta barrera se diluirá una vez que el colectivo termine por ajustarse al sujeto.
Aquí resulta inevitable recordar la frase de Sartre: "El infierno son los otros".
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Luego de haber emprendido este viaje a través de la literatura y la música, es posible afirmar lo siguiente: Rimbaud es símbolo de la inconformidad contra las imposiciones sociales de todo tipo.
Tanto Eielson como Pimentel, cada uno en su época y desde sus propias perspectivas, consideraron conveniente levantarse, reaccionar, contra el universo estático en el que se sentían cada vez más empozados. Rimbaud fue la señal —acaso una especie de escalera— que les permitió combatirlas. Y la canción de La Liga del Sueño, desde de su naturaleza musical, mantiene de alguna manera esa dirección.
Además, conforme viene un caso tras otro, Rimbaud se acerca cada vez más. Es decir, en el ensayo de Eielson, es un personaje distante, pero que solo con la adecuada capacidad —ya sea de la sensibilidad o del intelecto— resulta factible llegar a él. En el poema de Pimentel, en cambio, ya es alguien que recorre las mismas esquinas y plazas que cualquiera de nosotros. Inclusive interactúa con empleados públicos y hasta con un estudiante sanmarquino. Mientras que en la canción de La Liga del Sueño, las palabras de Rimbaud son actualizadas y permiten que uno, ahora, en el siglo XXI, pueda expresarse.
Ninguno de nosotros cruzará su mirada con la mirada que nacía de los ojos azules de Rimbaud, pero nadie podrá negarnos que él ha estado a nuestro alrededor, entre nosotros, con nosotros.
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