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Cuando la rebeldía no basta

Una breve meditación sobre el suicidio del actor Robin Williams.

Publicado: 2014-08-11

El suicidio de Robin Williams no deja de ser contradictorio. Siempre que llega la noticia de un suicida pienso en la sentencia camusiana con la que arranca El mito de Sísifo: "No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar si la vida vale o no vale la pena de vivirla es responder a la pregunta fundamental de la filosofía".

El asunto resulta de una paradoja insalvable considerando los personajes que gustaba interpretar Williams, las más de las veces vitales, instigadores de búsquedas profundas, que se proyectaban a encontrar un sentido de la vida. Al respecto, valgan recordar papeles como el de Adrian Cronauer en "Buenos días, Vietnam", John Keating (el profesor de literatura en "La sociedad de los poetas muertos") o el recordadísimo Patch Adams. 

Este contagio de vitalidad, esta intensidad de la energía puesta en escena cobraba coherencia considerando los problemas de depresión, drogas y alcoholismo que afrontaba desde años: el arte se volvía un punto de fuga frente a la disyuntiva interna que experimentaba, pero ahora acaso el arte no haya bastado. 

Volviendo a los personajes: un actor encarna una ficción o creación con la que se siente identificado, en quien bien reconoce una carencia o un estímulo, era acaso probable que Williams buscara inquietar lo establecido, lanzar un mensaje de rebeldía en sus películas, y eso es lo que nos queda: la coherencia e ímpetu de Keating, la labor crítica de Cronauer en un contexto bélico o la capacidad de Patch Adams para sortear la angustia. 

Pero hoy aquella esperanza, aquel arte no ha bastado. En la muerte no existe ninguna rebeldía, todo se zanja. La muerte de Williams, un aparente suicidio, nos plantea alguna otra pregunta: ¿qué lleva a que los rebeldes mueran?, ¿la rebeldía, el arte, la esperanza no pueden nada contra las amenazas vitales de la sociedad contemporánea? La noticia de la defunción se cataloga de repentina, pero la agonía interna debió ser lenta y rutinaria (el dolor y el tedio van de la mano). Y aquí volvemos a Camus: sea bien el suicidio de un autor, o de cualquier hombre, debemos ahondar en un análisis de estos tiempos que promueven una alteración de los devenires vitales, la impotencia total de la vida. 

Pensemos finalmente en esta cita de Spinoza:

"Es vergonzoso buscar la esencia interior del hombre por el lado de sus malos encuentros extrínsecos. Todo lo que supone tristeza sirve a la tiranía y a la opresión. Todo lo que supone tristeza debe denunciarse como malo, como lo que nos separa de nuestra potencia de acción; y no sólo el remordimiento y la culpabilidad, no sólo la meditación de la muerte". 


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Escrito por

Christian Elguera

Escritor y corresponsal de literaturas indígenas en Latin American Literature Today


Publicado en

Redacción mulera

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