El 19 de julio se revivió una tradición de alegre y destructiva intolerancia en un estadio estadounidense: Disco Demolition. Como su nombre lo dice, el ideal es destruir (simbólica y físicamente) productos musicales populares y detestados. Esta vez, los elegidos para ser reventados fueron Justin Biebier y Miley Cyrus.

Decimos 'esta vez' porque este último evento reivindica el espíritu del Disco Demolition Night, celebrado el 12 de julio de 1979. No fue una simple celebración: grandes cantidades de discos de 'disco' fueron destruidos. El popular género era odiado por miles de melómanos gringos durante esos días de finales de los setenta.

Esta última versión no fue tan apoteósica ni tan desordenada. El entusiasmo no se comparó al caos setentero durante el partido entre los Chicago White Sox y The Detroit Tigers (ver video). Otra época la nuestra, dominada por la "presencia virtual". El entusiasmo se queda en el teclado.

La última edición llevó el nombre de Disco Demolition 2: You Better Belieb It, tuvo lugar en Charleston, Carolina del Sur, durante un partido de beisbol entre los Charleston RiverDogs y Augusta GreenJackets.

En los comentarios de youtube del segundo video puede leerse ejemplos de los tres tipos de críticas que merece esta forma de 'censura consensuada'. Tipo uno: "Inmaduro", "niñadas", y otros juicios tras los que puede intuirse la pregunta ¿quién va a gastar el tiempo haciendo eso?. Tipo dos: esto no es apropiado ni correcto, es intolerante. Tipo tres:  ¿porque no incluyeron a Rihanna, Kesha y Pitbull (y también David Guetta)?

Donde haya humanos habrá abuso y destrucción. Quizá es una forma de defenderse de la omnipresencia en medios y redes de ciertos personajes, o quizá una necesidad destructiva que encontró su justificación estética perfecta, la música bien producida de Bieber y Cyrus. 

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