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foto: editorial santuario

La dolorosa memoria de Rodrigo Hasbún

Editorial Santuario ha publicado la novela "El lugar del cuerpo" del escritor boliviano, considerado como una de las voces más originales de la literatura latinoamericano.

Publicado: 2014-07-20

El lugar del cuerpo de Rodrigo Hasbún es el primer título publicado por la editorial Santuario, dirigida por Víctor Ruiz Velazco y Diego Trelles Paz. Ambos escritores se han propuesto editar para el público peruano a autores latinoamericanos que vienen marcando la pauta en la literatura actual. El libro fue presentado el mes pasado en el marco del Festival de la Palabra, organizado por el Centro Cultural PUCP. El evento conmemoraba sus veinte años de creación. 

Rodrigo Hasbún (Bolivia, 1981) es uno de los escritores latinoamericanos de la nueva hornada más conocidos a nivel internacional. En el año 2010, la revista Granta lo eligió como uno de los 22 mejores escritores en español menores de 35 años. El lugar del cuerpo (publicada inicialmente por el Fondo Editorial Municipalidad de Santa Cruz en el 2007) es un novela corta (nouvelle) que gira en torno a un personaje: Elena, una anciana escritora que trabaja con desgano sus memorias, luego de haber construido una exitosa carrera fuera de su país. En un inicio, algunos lectores podrían desanimarse ante un tema demasiado recurrente ¿Cuántos libros sobre el oficio de escribir existen? ¿Cuánta metaliteratura se hospeda en nuestros anaqueles? Posiblemente demasiada. No obstante, la novela arranca revelándonos un secreto de la protagonista: ha sido abusada por su hermano, Pablo, cuando era niña. Así, desde un principio, queda claro que escritura (y, por añadidura, la lectura) será un proceso doloroso: “Como si no fuera yo, escribe, como si no fuéramos nosotros: el pasado entre sombras y no existe, el futuro entre sombras. Solo son reales esta sala, la anciana y supervivencia diaria, el sabor dulzón del té de canela. Y todos han muerto ¿Podría ser esa frase que venía buscando hace tanto, semanas interminables en que no pensaba otra cosa? Y, todos menos, yo han muerto” (pp.8-9).

foto: blog de Eterna Cadencia

Pero no se trata de una simple queja, de un acto de contrición literaria. En realidad, en las dos primeras partes del libro, la protagonista se entrega a la experimentación total. Cigarros, alcohol y, sobre todo, sexo, mucho sexo, descarrilado y ajeno a las convenciones. Un tratamiento que emociona, pero justamente he ahí la trampa de Hasbún: mostrarnos lo vacía, lo amarga que puede ser la vida aun cuando nos entregamos a un placer supremo: “El sexo redime. Nos devuelve al mundo, quita del aire todo lo demás, borra preocupaciones y malestar. Y sin embargo, a veces sucede lo contrario y en algún momento fue lo más horroroso. Claude esparce saliva y me trabaja el culo largo rato. Hay sangre, la limpia con su lengua. Es tan distinto a Bertrand y de todas maneras soy capaz de amar a ambos. Y aunque me gustaría que lo fueran, no podrían ser amigos ni soñando. El sexo nos muestra como somos, disuelve apariencias” (p.87).

edición de Alfaguara

Paralelo al desenfreno sexual, se sucede el ascenso profesional. Elena no es una escritora fracasada; todo lo contrario, podría ser un ejemplo perfecto de emprendedurismo literario: una migrante a un país europeo (nunca se le nombra pero se asume que es España) que se convierte en una escritora reconocida. Pero Elena no cree en el “poder de la literatura”. Para ella el oficio de la ficción fue casi un accidente, un golpe de suerte por el cual no tuvo que luchar. En realidad, pareciese como si el oficio literario buscara a la protagonista para desquitarse, para mostrar las dudas y las frustraciones del ser humano. En ese sentido, El lugar del cuerpo es un libro que se aleja de cualquier moral tradicional y al mismo tiempo es una exploración crítica del individuo posmoderno, entregado plenamente a su libertad, la misma que puede llegar a vaciar al sujeto, despojarlo de todo interés en su propia vida. Asimismo, la novela no cierra las heridas del protagonista. Se aleja, más bien, de las narrativas que buscan una reivindicación personal o comunitaria. No hay, en ese sentido, una reconciliación con el pasado. Tan solo la sensación de que la escritura puede ser perniciosa para nuestra vida porque ella nos devuelve a recuerdos hirientes que sería mejor nunca haberlos despertado.

En suma, estamos ante un libro difícil y lacerante. Una novela donde no existe ninguna redención posible, tan solo la seguridad de un veneno que yace dentro de nosotros: la memoria.

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Escrito por

Manuel Angelo Prado

He publicado dos libros: Estación (2011) y Hemiparesia izquierda (2017). Escribo y tomo fotos.


Publicado en

Redacción mulera

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