Farid Kahhat te explica lo que ocurre en la Franja de Gaza
El analista internacional sostiene que "Israel no puede alegar que el único propósito de sus acciones sea la defensa propia".
"El trágico fin de los tres muchachos debe ser también el fin de Hamas", afirmaba la semana pasada Danu Danon, viceministro de Defensa de Israel. La cosa no quedó allí: "Es necesaria una operación que de a Hamás un golpe mortal. Debemos erradicar el terrorismo, demoler las casas de los asesinos, destruir sus depósitos de armas, bloquear los financiamientos", agregó.
Dicho y hecho. La muerte de estos jóvenes fue la excusa perfecta para que el Ejército israelí iniciara su operación militar contra el movimiento Hamas, que controla Gaza desde 2007. Ahora las sirenas de alerta estremecen Jerusalén. Los cohetes llegan también al norte, en Haifa, y al desierto de Negev, al sur, cerca del reactor nuclear de Dimona. El ritmo es intenso y el número de fallecidos llega casi al centenar.
Sin embargo, ¿qué sabemos sobre lo que realmente ocurre en Gaza? ¿Fue Hamás el autor de los asesinatos de estos jóvenes? El internacionalista Farid Kahhat explica, en una columna publicada en su Facebook, qué hay detrás de los ataques:
Cuando tres jóvenes israelíes fueron secuestrados y asesinados en Cisjordania, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, culpó directamente a Hamás, pese a que esa organización (que siempre ha reivindicado sus acciones) negó toda participación en el hecho, y a que el crimen fue reivindicado por otras organizaciones (incluyendo el denominado “Estado Islámico en Irak y el Levante”). Pero cuando poco después un joven palestino fue secuestrado y asesinado en Jerusalén oriental, su gobierno concedió en las investigación inicial el mismo peso a la hipótesis de que se trataba de una venganza perpetrada por ciudadanos árabes de Israel, que a la hipótesis según la cual el homicidio fue obra de ciudadanos judíos de Israel (pese a que no había evidencia de lo primero, y existían claros indicios de los segundo).
Ello ocurría en un contexto en el cual Hamás había acordado con Al Fatah (la más importante organización política palestina), la formación de un gobierno de unidad nacional en los territorios ocupados bajo autonomía palestina. Ese acuerdo comprometía a Hamás a no emplear la violencia como medio de acción política. Dados sus antecedentes, son comprensibles las suspicacias que despertaba ese compromiso. Pero resulta verosímil cuando se recuerda que esa organización no suscribió ese compromiso como producto de la convicción, sino más bien de la necesidad: Hamás abandonó su alianza con los regímenes de Siria e Irán al iniciarse la guerra civil siria, para abrazar como nuevo aliado al gobierno de los Hermanos Musulmanes en Egipto. Poco después ese gobierno era derrocado por un golpe de Estado, con lo que Hamás quedó aislada tanto política como geográficamente en la franja de Gaza (en donde el cerco israelí es calificado por la ONU como un castigo colectivo contra la población civil).
Es decir, Hamás suscribió el acuerdo de unidad desde una posición de debilidad. Y ese acuerdo fue repudiado por grupos radicales tanto palestinos como regionales, que serían los principales interesados en sabotearlo. El secuestro y asesinato de los jóvenes israelíes parece materializar esa intención. Pero conscientes de esa intención, las partes (el gobierno israelí y el gobierno de unidad palestino) podrían haber evitado que el sabotaje fructifique, colaborando para encontrar y sancionar a los culpables, evitando así una escalada. El problema es que una de las partes (el gobierno israelí), comparte de manera explícita el objetivo de los saboteadores (es decir, descarrilar el acuerdo entre Hamás y Al Fatah para la creación de un gobierno autónomo de unidad). Por eso, aún antes de que se iniciara la actual campaña de bombardeos sobre Gaza (que hasta el momento de escribir estas líneas provocó la muerte de 86 personas, en su mayoría civiles), en Cisjordania el gobierno israelí ya había dado muerte a diez palestinos, detenido a varios centenares, destruido y confiscado propiedades (incluyendo las viviendas familiares de los presuntos secuestradores, aún antes de existir acusación alguna en su contra), y sometido a toques de queda o impedido la circulación a cientos de miles de personas. En ese interregno, no murió ningún ciudadano israelí.
Podría argumentarse que incluso si las juzgamos desproporcionadas y discriminatorias (por ejemplo, destruir la vivienda de los parientes de un presunto asesino constituye una práctica que el gobierno israelí jamás aplicó a sus ciudadanos judíos), las acciones israelíes son una respuesta al asesinato de los tres jóvenes y al lanzamiento de cohetes desde Gaza contra territorio israelí. Pero la idea de que Israel se limita a responder a un ataque sin provocación, es el producto de iniciar la narrativa con el secuestro de los tres jóvenes israelíes. ¿Por qué no iniciarla unos días antes, con el asesinato de dos jóvenes palestinos por parte de soldados israelíes? Después de todo este se produjo sin motivo aparente, como sugieren las filmaciones tanto de CCTV como de CNN.
Pero claro, a partir de allí podríamos involucramos en un proceso de regresión sin un final evidente. Por eso creo que es clave recordar el contexto en el que esto ocurre: según la organización israelí B’tselem, entre el 19 de Enero de 2009 (cuando culminó la última incursión masiva de tropas israelíes en Gaza), y el 31 de Mayo de 2014 (antes de iniciarse lo antes descrito), murieron 575 palestinos y 13 israelíes (en su mayoría civiles en ambos casos). No es sólo que la abrumadora mayoría de las víctimas civiles en la historia de este conflicto hayan sido palestinas, sino que además son los palestinos quienes viven bajo una ocupación militar ilegal bajo el derecho internacional (hecho que admiten los principales aliados de Israel, como Estados Unidos, e incluso una minoría dentro de la propia sociedad israelí). Por esas razones, Israel no puede alegar que el único propósito de sus acciones sea la defensa propia.
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