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Recordando a George Gershwin

El gran compositor norteamericano falleció un día como hoy hace 77 años.

Publicado: 2014-07-11

George Gershwin nació en Brooklyn, Nueva York, el 26 de septiembre de 1898, y falleció en Beverly Hills, California, un día como hoy en 1937. Recuerdo que la primera vez que escuché su nombre fue a propósito de la inclusión de una obra suya --la hermosa Rhapsody in Blue, compuesta en 1924-- en la banda sonora de Manhattan, mi película favorita de Woody Allen. 

La cinta empieza con una secuencia inolvidable en la que imágenes en blanco y negro de los rascacielos y las calles del famoso barrio de Nueva York se combinan con la música de Gershwin para regalarnos quizá el retrato cinematográfico definitivo de la Gran Manzana.    

Notemos que la obra empieza con un glissando en el clarinete, un detalle extremadamente atípico en la música clásica, pero cuyo resultado no podría ser más poderoso e inmediato: el gesto nos transporta a una ciudad y a una época en la que todo parecía posible, a esa zona de derroche y exuberancia, de ambición ilimitada y de audacia inagotable que representa en nuestra imaginación lo más singular del espíritu norteamericano.

Con mínimos estudios formales, Gershwin llegó más lejos que cualquier otro músico de su época en la síntesis de la gran tradición musical europea y la incipiente tradición del jazz y de la música popular estadounidense --más allá incluso que su admirado colega Igor Stravinsky, cuyo Ebony Concerto, por más extraordinario que sea, carece de la espontaneidad y de la vitalidad festiva que caracteriza las mejores obras del compositor norteamericano. 

Las lagunas en su formación musical fueron sin embargo un tema que pesó psicológicamente a lo largo de la carrera de Gershwin, quien intentó en varias ocasiones tomar clases con algunos de sus famosos colegas europeos, sin conseguirlo. Por ejemplo, cuenta la leyenda que su buen amigo Maurice Ravel se negó tajantemente a darle clases, argumentando lo siguiente: «usted perdería su gran espontaneidad melódica para componer en un mal estilo raveliano. ¿Para que quiere ser un Ravel de segunda, cuando puede ser un Gershwin de primera?».

Ravel (en el piano) recibe a invitados en su casa de Monfort l'amaury. Gershwin es el primero de la derecha.

Y es que Gershwin tenía un talento natural que no necesitaba ser "encaminado" por la asistencia de compositores de formación clásica. De hecho, fue admirado por muchos de los músicos más destacados de su época, incluyendo el más radical de todos sus colegas, el austriaco Arnold Schoenberg, pionero de la composición atonal y creador de la técnica de los doce sonidos. 

El siguiente video da testimonio de la estima que se tenían ambos compositores, quienes coincidieron durante unos años en Hollywood, cuando Schoenberg se mudó a los Estados Unidos huyendo de la barbarie de la Segunda Guerra Mundial.

Aún hoy, algunos snobs de la música clásica le niegan a Gershwin el lugar que le corresponde legítimamente en el panteón de los grandes compositores de todos los tiempos; su música ha sido siempre, de algún modo, la de un outsider, incluso la de un advenedizo, para los defensores acérrimos de la tradición. Su obra permanece hasta hoy, sin embargo, entre las más populares de las de los compositores del siglo XX, y su influencia, aunque modesta en comparación con la de figuras como Stravinsky, Schoenberg o su compatriota Ives, aún se hace sentir tanto en el ámbito de la música clásica de su país como en la del jazz. 

Con sus limitaciones y desperfectos, con sus complejos respecto al trabajo de sus pares europeos, este hombre de inagotable inspiración ha sido un héroe para varias generaciones de compositores a los que alguna vez se les dijo: "no, esto no se puede hacer, esto no pega, esto es impuro". 


Escrito por

Alonso Almenara

Escribo en La Mula.


Publicado en

Redacción mulera

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