Las escenas de los disparos en las pelas de acción no tienen gracia, ocurren rápidamente, no generan mayor intensidad. Por otra parte tenemos el caso en que los disparos llegan tras una introducción, luego de un previo discurso que acrecienta la tensión del momento. 

Un ejemplo claro es la escena de Pulp Fiction en la cual Jules siempre pronuncia la cita bíblica de Ezequiel 25: 17 antes de cada asesinato. En esta escena se extiende o se dilata la muerte, es decir, la duración se hace larga porque se concentra en ella el pathos, la adrenalina. 

Semejante situación ocurre en Wild Heart de David Lynch: la muerte de Johnnie Farragut es antecedida por una extraña danza donde se mezcla el sadismo y lo absurdo. El aplazamiento del disparo, en este caso, enrarece más la atmósfera. 

El recurso del discurso del asesino previo al asesinato aparece también como una estrategia técnica, tal sucede en Collateral, donde Vincent conversa sobre blues con quien será su víctima; hacerlo es una forma de engañar, en donde el estallido llega como un recuerdo de que no hay lugar ni acción sin coartada.

En The Goodfather I el disparo de Michaels cumple estas funciones: la conversación aumenta la tensión; palabras, acciones que demoran algo que ya sabemos y que esperamos ansiosos que acontezca. La lentitud con que ocurren estos momentos se aprecia claramente en Falling Angels: en una de las primeras escenas de balacera los planos se hacen largos, el movimiento es lentificado. 

Pero el ejemplo, por antonomasia, de cómo la lentitud antecede al clímax de las balas es el final de The Good, The Bad and The Ugly. El silencio, la focalización de las miradas, movimientos que encierran una potencia afectiva que estallará súbitamente. 

1. Pulp Fiction

2. Wild Heart

4. The Goodfather I

5. Falling Angels