Dos amantes, quizá tres, sucumben ante la interpretación de “Aunque no sea conmigo”, bolerazo maroquero que el mexicano Celso Piña se saca de debajo de la manga para la última del concierto. Ha sido una hora larga de cumbia norteña que la concurrencia ha bendecido con euforia, entregada como nunca al trepidante acordeón de este mexicano bigotón, máximo exponente de la cumbia en su país.

Si estuvieran aquí conmigo, en medio de los ahora románticos danzantes, podrían jurar que están en Barranquilla, en Monterrey, en Lima. Pero no, en realidad estamos en un céntrico barrio de Madrid. Una observación más acuciosa habría revelado insospechadas evidencias: la pareja de “guiris” (gringos) que intenta seguir el ritmo con feliz torpeza, los evidentemente-españoles que hacen estudiadas piruetas aprendidas en lecciones de salsa, el comentario agarrado al paso de que “esto suena como Los Chichos” (el famoso trío de rumba cañí callejera sentimental, muy asociada a lo gitanillo y a las droguillas); la generación de jóvenes indignados españoles dándole al pasito con pasito. Todo pasa en el Guacamayo Fest, el último espacio de celebración de la música latina en España.

Hace un par de años la Rolling Stone española lo anunciaba así: "De Brooklyn a Buenos Aires, pasando por Bogotá, la cumbia vive un momento de esplendor. Las discográficas cool reeditan material de archivo y los clubes más modernos apuestan por este ritmo mutante, infeccioso y popular". El periodista musical que firmaba el texto de la Rolling, Víctor Lenore, ya era cauto en ese entonces al hablar de un presunto “boom”, y se preguntaba si la cumbia prendería realmente en su país. “España siempre ha sido un país refractario a este género", señalaba. Busco a Lenore y hoy, pese a su admiración por este tipo de música, tampoco suena triunfalista: “Creo que la cumbia no ha triunfado todavía aquí , más allá de ciertos círculos hipsters (que la olvidarán cuando venga otra moda) y de algún sector de izquierda (en el concierto de Celso Piña había mucho activista social). A veces pienso que haría falta una mutación antopológica anticonsumista para que fuéramos capaces de disfrutarla por completo”.

Lenore recuerda que Dick, el demasiado, otro de los que hace sonar fuerte lo latino por aquí, le dijo una frase clave que se le grabó para siempre: “la cumbia es un estilo cariñoso. No tenemos mucha música cariñosa ahora. Lo poco que queda se desprecia por cutre (que es una forma retorcida de despreciarlo por popular). En efecto: la cumbia suena a los Chichos, que era otro grupo cariñoso y con mucha sustancia musical. La rumba fue despreciada muchos años también. Sobrevivió gracias al circuito de casetes de gasolinera, que era una especie de apartheid cultural para la música de gitanos y de la gente pobre en general”.

PODEMOS LATINO

Pregunto a varios cómo han llegado hasta aquí, hasta el concierto de Piña, cómo descubrieron la cumbia, por qué la bailan los fines de semana y la buscan compulsivamente en su Spotify. Todos me refieren a un amigo latinoamericano como culpable de sus “iniciaciones”. “El interés por la cumbia crece por la mezcla que hay en ciudades grandes como Madrid. Hay gente aquí promoviéndola y haciendo que a otros nos parezca sexy”, dice Alma Orozco (37), a quien encuentro bailando muy pegada al escenario.

No es un secreto lo interesados que están los gobiernos europeos, sus empresas, los medios de comunicación en expandirse por Latinoamérica. Pero lo de veraz interesante y novedoso está ocurriendo en otros niveles. ¿Estás las nuevas generaciones de españoles y europeos más interesados en la cultura latina que hace dos décadas? “Hay hoy una mirada fascinada de lo que está pasando en Latinoamérica. Hay la sensación de que Europa está en declive y en Latinoamérica las cosas son posibles”, contesta Alma. Basta ver el cartel del Guacamayo Fest, para notar que los integrantes de buena parte de las bandas invitadas no son ni siquiera latinoamericanos nativos. Es el caso de Chicha Libre, una banda de Brookling, que desata un festín de ritmos latinos, surf y pop psicodélico a partir de nuestra chicha amazónica.

Este interés minoritario en la cumbia pero intenso y creciente tiene consecuencias, y nada inocentes. “Es una escena modesta, pero muchos de los que se engancharon han virado por completo su enfoque vital, político y social. Puedes cambiarte tanto la vida como un libro de Pasolini –asegura Lenore– . La cumbia te ayuda a sacudirte el esnobismo, la anglofilia y la tontería”. Pero para que realmente triunfara sería imprescindible el apoyo de televisión, radios y prensa, tres cosas que aún no tiene.

La cantante española Lorena Álvarez – que hace algo así como “el folk de la España profunda que le gusta a los hipsters”–, ha declarado que el reguetón y la cumbia le ayudaron a reconectar con algo humano ancestral. Para el crítico, “son estilos que te retan a pensar tu cuerpo como fuente de placer musical. Mi opinión como periodista es que hay mucho más que aprender de América Latina de lo que le podemos enseñar desde Europa. A Podemos le ha ido bien aprendiendo de las cosas que pasaron por allí”. Según él, Toy Selectah, Uproot Andy, Gecko Jones, El Hijo de La Cumbia o Villa Diamante hacen canciones mejores que la mayoría de los que tocan en Coachella o el Primavera Sound.

EL FOLKLORE ES UNO
El folklore es uno y es irrevocable bajo las lámparas discotequeras. Y arriba, en el escenario, Celso rifa camisetas y discos. Los mexicanos y colombianos, que también abundan, dan cátedra de ese saber tropical y cimbreante que engatuza a los locales. Las cervezas gigantescas que te venden —en vasos de plástico a seis euros, las parejas insólitas —nerds letra heridos con ancianas rockeras, latinazos-cuerpo –de-bebito con putones verbeneros— , hipsters trasnochados grabándolo todo, completan la estampa de este singular cotarro. Y Celso sigue dándole duro al acordeón.
LO MEJOR QUE LE HA PASADO A ESTE PAÍS

Nando Cruz, otro legendario periodista musical español y fanático de la cumbia, coincide en que aunque falta aún para su auténtico reinado, la cumbia empieza a interesar a melómanos cansados de los ritmos de baile de siempre y ven en este y otros géneros modernizados por artistas jóvenes de electrónica una bocanada de aire fresco: “Después de las primera oleadas de inmigración latinoamericana ya hay una hornada de músicos y discjockeys en grandes capitales como Barcelona y Madrid que producen y pinchan esta música en varios club. Y, también, una generación de jóvenes de familias latinoamericanas que ya han nacido en España y que consumen los ritmos tropicales con la misma naturalidad con que escuchan los grandes éxitos comerciales de pop”.

En los barrios populares de Barcelona donde viven tanto familias andaluzas como familias de origen latinoamericano –cuenta Nando–, es muy fácil que se mezclen estas y otras músicas como el hip-hop. “De hecho, socialmente es mucho más natural conectar la cumbia y Los Chichos que, por ejemplo, a Los Chichos con Coldplay. Cumbia y rumba son géneros de raíz popular”.

Otro cambio notorio que tiene que ver con el influjo de “lo latinoamericano” en Europa es la cantidad de gente apuntada a clases de bailes: con ritmos que van desde el tango hasta la salsa y el merengue, las plazas, parques y patios de mercado se llenan cada fin de semana de bailarines amateur felices de poder dar rienda sueltan a la sensualidad y al encuentro corporal y rítmico y emocional con otro ser humano. En América Latina el baile siempre ha sido a.  “Creo que la inmigración es una de las mejores cosas que le ha pasado a este país y el hecho de convivir con gente que tiene mucho más naturalizado el hecho de bailar quizás nos permita, de una vez, quitarnos tantos prejuicios ante esta y todas las músicas de baile, que tradicionalmente han sido consideradas géneros de segunda por la crítica: funk, disco, techno…”, apunta Cruz.

MUCHO QUE APRENDER

¿Que se valora de la cumbia? No solo lo estético o propiamente musical. Nando, por ejemplo, destaca el entramado de prácticas y juegos de poderes (mucho más horizontales) donde crece. “La industria discográfica occidental es tremendamente piramidal: la expresión máxima del capitalismo, y de la cumbia y muchas otras músicas latinos y africanas se puede aprender mucho, además de bailarlas. Pienso en sistemas de difusión de la música grabada, de relación artista-público, de esa visión mucho más abierta y menos restrictiva de los derechos de autor…”.

Y hay algo más. Frente al rock y la música occidental pretendidamente de calidad, que busca trascender en el tiempo y hacer historia, las músicas populares, explica Nando, “buscan generar espacios de comunidad y de disfrute instantáneo. Todo eso son valores que debemos aprender de la cumbia y aplicarlos a nuestras músicas populares (el pop entre ellas)”.

Hace poco, Celso Piña le contó qué pretendía cada vez que componía una canción: "Más que todo, que se la pase bien un rato. Hay canciones que llevan algo de mensaje, pero otras son solo para que les guste algo del ritmo. Tampoco quiero pasar a la historia con una gran canción. Simplemente, quiero que se la pasen bien".

Por eso, más allá del ritmo tan disfrutable, para muchos europeos, culmina Cuz, la cumbia es “esa modestia tan tan tan difícil de detectar en la música pop occidental”. La sala en la que coreamos junto al acordeón de Celso la frase “quiero que seas feliz aunque no sea conmigo”, no se llenó, pero el público salió conquistado en busca de más descontrol sentimental.

*DATO: Este sábado 21 presenta dj Chico Trópico su primera sesión rural con cumbia y ritmos tropicales, en Valdemanco