Objetos que a los ojos de cualquiera podrían tener como destino final el basurero, para Javier Arcos, un ecuatoriano residente en España, son fragmentos de cuerpos: ojos, cabezas, extremidades. Arcos recoge y reúne esas piezas para crear robots de distinto tamaño y forma. 

Lo que comenzó siendo una simple actividad para distraer la mente y las manos —y de paso tener la oportunidad regresar a la infancia por unos instantes— terminó convirtiéndose en un oficio admirado por miles. Tanto así que inclusive tiene un taller en el que recibe las piezas ofrecidas por sus clientes para con ellas armar nuevas figuras. 

Lo fascinante del trabajo de Arcos es que cuida diversos detalles al punto de otorgarles prácticamente una genuina expresión a sus criaturas metálicas. 

A continuación, una selección de imágenes de algunas de sus piezas:

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