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El mito del libre mercado en el cine

La Mula conversó con Toby Miller, uno de los grandes expertos en la economía de Hollywood, quien participa actualmente en el seminario sobre industrias culturales "Lima Creativa".

Publicado: 2014-06-12

Toby Miller es un científico social interdisciplinario británico-australiano-estadounidense. Es autor y editor de más de 30 libros, ha publicado ensayos en más de 100 revistas, y es comentarista invitado frecuente en programas de radio y televisión.

Su docencia e investigación cubren una variedad sorprendente de temas: los medios de comunicación, el deporte, el trabajo, el sexo, la raza, la nacionalidad, la política, la política cultural, y el éxito de Hollywood en el mundo. Su trabajo ha sido traducido al chino, japonés, sueco, alemán, turco, español y portugués.

Miller es uno de los invitados internacionales de "Lima Creativa", el primer seminario sobre industrias culturales organizado por la Municipalidad de Lima. El evento empezó a inicios de esta semana y termina el viernes 13 de junio (pueden descargar el programa completo aquí). 

Aprovechando la estadía de este prestigioso académico en nuestra capital – y teniendo en mente la reciente decisión del Ministerio de Cultura de retirar su apoyo al proyecto de la nueva Ley de Cinematografía y el Audiovisual Peruano – nos sentamos a conversar con él a propósito de temas como las sofisticadas prácticas que usa Hollywood para copar los mercados internacionales, el tabú de la regulación estatal del mercado cinematográfico, la participación del Pentágono en los blockbusters y la salud de la producción hollywoodense en la era dorada de la televisión.


Usted participará en una ponencia que intentará responder a la pregunta de si el Estado debe regular o no el mercado cinematográfico. ¿Cuáles son, en su experiencia, los principales argumentos a favor y en contra de este tipo de iniciativa?

En general, los argumentos a favor tienen que ver con la idea de que la producción de cine es como un índice, una señal de que una nación ha llegado a un cierto nivel de madurez en el ámbito cultural. También se menciona la capacidad, que tiene el drama en general, de ofrecer un espejo a la nación, una oportunidad para reconsiderar su identidad y para evaluar de una manera crítica su historia. Otra cosa es que, desde luego, no es fácil ofrecer una alternativa cinematográfica local viable frente a la hegemonía mundial hollywoodense, que no solo controla el mercado del cine sino también el televisivo, ya que hoy en día el éxito hollywoodense está más en los televisores que en las clásicas pantallas de cine, pero regresaremos a ese tema luego.  

Por lo pronto, otro punto a favor de la existencia de un cine nacional es el desarrollo de la industria local, que es favorecido por la creación de sistemas públicos de formación para cineastas. Estas escuelas nacionales de cinematografía son importantes porque pueden desembocar en la existencia de un grupo de artistas con talento y además con confianza en su rol, dispuestos a continuar trabajando en su propio país y no soñando solamente con irse a trabajar a otra parte.

Además, al desarrollar las capacidades relacionadas con la producción de cine, no solamente de directores o guionistas sino también de muchos otros puestos, se estimula a la vez otras industrias afines, como la publicidad, la televisión, los deportes, el periodismo, etc. Y por otro lado, en estos días de rápidos cambios en la economía mundial, es importante que se tenga en mente que la capacidad de producir bienes industriales no basta; también es importante que la población se desarrolle en la línea de la cultura y los servicios.

Tal vez el último argumento sería el del turismo, un sector que se ve favorecido no solo por el flujo de participantes de la industria cinematográfica sino también por el del público que disfruta de las vistas que aparecen en las pantallas de cine y no es raro que se vea tentado a visitarlas.

Los argumentos en contra son, por un lado, que Hollywood tiene una ventaja natural, o que no se puede competir de manera efectiva contra este sistema. Hay que tomar en cuenta que Hollywood puede explotar los sistemas de apoyo a los cines nacionales. De hecho, una clave del éxito hollywoodense ha sido su capacidad, a lo largo de décadas, de utilizar las políticas culturales de otros países para su propio beneficio, como suele suceder por ejemplo en Canadá, Australia o Inglaterra. En estos países hay, de vez en cuando, producciones hollywoodenses que aprovechan la disponibilidad de fondos locales creados originalmente para estimular la industria cinematográfica local contra la hegemonía de Hollywood: lo que hacen los grandes estudios es involucrarse en coproducciones, utilizando talento de estos países para obtener acceso a lo que en la profesión se suele llamar “free money”.

En realidad, casi siempre hay una tensión dentro de las políticas cinematográficas entre estimular la industria local y atraer la inversión internacional. Por otro lado, no queda claro que el desarrollo del cine incentive efectivamente el turismo y el nivel de empleo local. Hay muchos estudios sobre los subsidios locales en Estados Unidos – donde hay 43 estados, más Puerto Rico, ofreciendo subsidios para atraer a Hollywood – que muestran que no hay crecimiento en el turismo, ni, en la mayoría de los casos, en el empleo. Y si hay crecimiento es generalmente en los puestos menos remunerados, pero en los puestos donde se requiere de mucho talento, conocimiento y capacidad creativa, normalmente la práctica es importar los trabajadores de Hollywood.

Entonces, no hay evidencia en los datos duros del impacto-beneficio de este sistema en el sentido económico, dada la capacidad de Hollywood de explotar la situación, pero por supuesto que hay mucha evidencia de la popularidad de apoyar el cine local, y Francia es un buen ejemplo de una instancia de movimiento importante donde hay un sistema que ofrece cuotas de pantalla, que ofrece un cine nacional muy avanzado, muy maduro y que es muy popular, también. Hay un orgullo que tiene que ver con el hecho de que la nación tenga su propia aerolínea, su propio sistema nacional televisivo, su cine nacional. Pero más allá de eso, hay una confianza que se genera dentro de las propias comunidades de artistas cuando el Estado se muestra a favor de apoyar su autonomía y es capaz de entender su importancia, no solo en el sentido económico, sino también por su contribución a la autorreflexión de la nación.

En un país como el Perú, donde hay talento cinematográfico, sin duda, pero no una tradición larga y prestigiosa como en Francia, ¿puede ser viable la aplicación de cuotas de pantalla, o es una medida destinada al fracaso?

Es difícil para mí contestar la pregunta a ciencia cierta, pero yo creo que sí. Lo primero que hay que considerar es que hoy en día, con las nuevas tecnologías que tenemos en frente de nosotros, todo el mundo puede producir películas. Podríamos hacer una película tú y yo, ahora mismo. Pero lo que no podemos hacer, incluso con todo el talento del mundo, es controlar la mercadotecnia y la distribución. Como dices, hay mucho talento artístico en el Perú – yo soy extranjero pero he podido disfrutar del trabajo de novelistas, escritores, periodistas, artistas, poetas peruanos, etc. –, pero en este caso lo que se necesita es apoyo estatal para que la producción local pueda llegar a las salas de cine, que es donde están los problemas más serios y donde Hollywood tiene el control hegemónico total.  

El problema es que se puede ir a festivales, pero sin mercadotecnia, sin la capacidad de invertir millones de dólares para estimular el mercado, es muy difícil crear un éxito a nivel internacional. Hoy en día los estudios norteamericanos están pagando cincuenta millones de dólares para hacer el marketing de una sola película. No es que se necesite este tipo de inversión, pero sí es importante que se concentre el apoyo estatal en la etapa de la distribución del film, porque los jóvenes ya están produciendo películas sin ninguna intervención estatal, pero esa última etapa no la pueden hacer solos… Entonces creo que sí, un sistema de cuotas puede ayudar muchísimo. Hay una tentación tradicional de apoyar más bien la etapa de producción de la película, pero eso es más delicado porque las ayudas puede terminar siendo usadas por Hollywood; lo que importa es ayudar la mercadotecnia y la distribución, es decir apoyar la capacidad de crear arte que ya existe en el país.

Uno de los argumentos en contra de este tipo de ayudas es que se trata de una distorsión de la lógica del libre mercado. Es decir, si existe una hegemonía hollywoodense, es únicamente en virtud de que el propio mercado exige determinado tipo de producciones, y no se debe interferir con eso. ¿Hasta qué punto esto es cierto?

Mira, eso es un mito que es una parte clave del éxito hollywoodense. La Motion Picture Association of America y otros participantes de este lado dicen siempre que” somos los reyes a causa de nuestra capacidad de ofrecer historias que le importan a nuestro público internacional, sin mucho diálogo, sin mucha profundidad de caracterización, pero con mucha acción y un casting multicultural, y a causa de nuestra eficiencia como jefes de la industria”. No, esa posición hegemónica se debe a muchas otras razones, como esa capacidad de usar los sistemas de apoyo público en Estados Unidos y otras partes del mundo, o su explotación de la nueva división internacional del trabajo cultural, como sucedió en el pasado con la manufactura y la agricultura.   

La idea de que el cine existe en una situación de libre mercado en donde lo que importa es la conexión entre la oferta y la demanda, sin la participación estatal, es parte de una mitología absolutamente falsa. Para entender esto basta con ver, por ejemplo, la relación del Pentágono con la industria del cine. Cuando se está rodando un blockbuster hollywoodense en el que hay mucha tecnología del ejército, sale gratis, tienes acceso a cuatro mil Marines gratis. El Estado está leyendo los guiones antes de ofrecer estos servicios. No existe el mercado libre en este tipo de industria. No se puede a este nivel de inversión, porque las inversiones son tan grandes, tan complicadas que se necesita muchas fuentes de apoyo (incluido el apoyo público). Hollywood tiene una historia internacional de haber recibido apoyo del Estado, por ejemplo en sus negociaciones sobre copyright, etc. Entonces no es un mercado totalmente libre.

¿Qué opina, dicho sea de paso, del estado de salud de Hollywood en cuanto a la calidad de sus producciones?

Estamos en una época de oro del drama de Hollywood en la televisión. El talento está concentrado, casi totalmente en estos días, en la televisión al nivel popular. Hablo sobre todo de HBO, de los canales de cable, de satélite, y de Netflix también, por supuesto. No se trata de Hollywood en el sentido clásico de las películas de 90 minutos. El problema en Hollywood es que de las 400 películas que se hacen cada año, solamente 90 son producidas por los estudios. Y están concentrados totalmente en la inversión muy alta en los blockbusters, con una calidad técnica muy alta, pero en el sentido de la narrativa o de la capacidad de ofrecer este espejo crítico de la nación, nada. 

Es muy difícil para los directores o los escritores conseguir apoyo para sus historias más pequeñas pero más profundas; deben utilizar sus propias finanzas antes de recibir apoyo con la distribución por parte de los estudios y ya no hay mucha mercadotecnia para este tipo de películas. O sea, la salud de Hollywood, ahorita, es muy buena en la pantalla pequeña, no solamente en la televisión, también en el ordenador, pero en el cine es otra cosa. Para mí no funciona porque hay una tendencia de concentrarse en la capacidad de utilizar las mismas historias, las mismas estrellas, las series como TransformersSpiderman, etc. Ya basta.

En el Perú se discute mucho el tema de la autorregulación de los medios vs. la intervención del Estado. En un entorno en el que la calidad de la televisión es muy baja y hay problemas constantes de discriminación en base al género, el color de piel, la orientación sexual de los ciudadanos, ¿usted cree que sería viable una intervención del Estado o que eso solo traería más problemas?

Es una pregunta muy difícil y muy importante, porque, por ejemplo, en el caso de los sistemas de apoyo al cine nacional, muchas veces, en el nombre de ofrecer este espejo crítico, quienes están recibiendo el dinero son casi siempre hombres-heterosexuales-blancos, no las mujeres, no las minorías. En el caso peruano se necesitaría garantizar por ejemplo el acceso a los indígenas, los afroperuanos, los asiáticos, los gays, etc. Es fundamental incluir en los medios toda la demografía del país; de lo contrario, lo que se hace es simplemente recrear las élites tradicionales (en el sentido del género, el color de piel).  

Pero, por supuesto, tenemos una idea pesadillesca del burócrata que se encarga de censurar la obra de los artistas, y sobre todo en países con historias de autoritarismo y problemas con los derechos humanos (incluyo a Estados Unidos en este grupo). Yo creo que la autorregulación es una idea bonita en el sentido de la ausencia de un rol estatal, en vista de la historia horrible del Estado, pero significa también una continuación del poder de los grupos tradicionales. Lo que necesitamos entonces son unas leyes en favor de políticas más inclusivas, pero sin la presencia de burócratas. 

Necesitamos lo que se llama, en el caso del modelo de Europa, Arm’s length broadcasting, donde hay una corporación autónoma del Estado (como la BBC en Gran Bretaña, o la CBC en el caso canadiense, o ABC en Australia). Los burócratas no controlan esta corporación pero los políticos, de una manera democrática, pueden ofrecer direcciones en general sobre la necesidad de incluir a toda la gente y también castigar los mensajes racistas, sexistas, anti-islam, etc. Yo creo que necesitamos una mezcla de estas modalidades, no es una bifurcación, una elección entre autorregulación y regulación estatal. Se necesita un punto de encuentro entre las dos opciones.


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Escrito por

Alonso Almenara

Escribo en La Mula.


Publicado en

Redacción mulera

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