Apenas comienza a sonar la música de Piero, sin importar si se yace en medio de una habitación o si se atraviesa algún rincón de la ciudad, la sensación que nace en ese momento es la de querer extraviarse, la de querer bajar la guardia del día a día, la sensación, en fin, de querer diluirse por unos instantes. 

Si se está rodeado de paredes es muy probable que la propensión a apagar las luces y hundirse en la memoria resulte siendo el gesto más preciso; y si se está caminando, entonces no debe extrañar que el buscar aquellos lugares donde las sombras reinen en sosiego sea la alternativa elegida.

A continuación, una invitación al lector a que deje fluir la música de Piero y permita que surja una cálida corteza de paz en torno a su conciencia.

"Como somos"

"Yo vengo"

"Y todos los días"

"Tengo la piel cansada de la tarde"

"En un mundo de fruta encendida"

"Quiero ser de vos"

"Si vos te vas"

"A mí me dieron el mar"

"Tomamos un café"

"Cuantas veces nos dijimos hasta mañana"

Y esta que no podía faltar:

"Mi viejo"

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