El vigía invisible
Reflexiones en torno a "Señores de la intemperie", una serie fotográfica realizada por la artista Eliana Otta.
La contemplación de lo cotidiano permite encontrar fisuras en esa misma realidad en la que otros ojos se posan y no hacen más que resbalar con premura.
Este difícil ejercicio, no obstante, ha sido llevado a cabo con éxito por la artista local Eliana Otta (Lima, 1981), quien así ha logrado realizar una serie fotográfica a la que ha titulado como “Señores de la intemperie” (2012-2013). Una serie que se concentra en —y registra— objetos tan comunes en la Lima de hoy: las sillas utilizadas por los vigilantes particulares en distintos rincones de la ciudad.
Personajes como los vigilantes particulares, también conocidos coloquialmente como “guachimanes”, son figuras típicas de la Lima del siglo XXI. Es así que los podemos encontrar prácticamente en todos los distritos de la capital, no sólo para encargarse del cuidado de establecimientos privados, sino también de ciertas zonas residenciales. Todo retrato de la ciudad capital debería incluirlos, sin duda alguna.
Sin embargo, la colección de imágenes preparada por Otta en torno a estas sillas se aprovecha, precisamente, de la ausencia de sus usuarios de costumbre para así evidenciar, en un solo gesto, la condición de desamparo en la que se hallan aquellos que tienen la misión de resguardar las propiedades y el bienestar de otros.
Expuestas al aire libre y sin nadie a su lado, las sillas utilizadas por los vigilantes ocupan —en todas las imágenes de la serie— un espacio inadecuado.
Al no contar con nada que los proteja, al no tener —siquiera en estos casos— una caseta o un algún tipo de estructura similar, estos hombres se ven obligados a ocupar parte de las veredas o los jardines, de tal modo que tienen que cumplir sus funciones expuestos tanto a las inclemencias del tiempo como al riesgo propio de su oficio.
Son como guardianes que cuidan las murallas de una ciudad, pero fuera de ella. Por lo que terminan siendo los más vulnerables.
Este hecho, la inexistencia de un espacio propio, saca a la luz dos aspectos que merecen ser tomados muy en cuenta.
El primero es que se grafica en estas fotografías la condición de explotación de determinados sectores sociales —en este caso, aquel al que pertenecen los vigilantes particulares— que por necesidades de supervivencia aceptan trabajar sin contar con todas las medidas idóneas de seguridad. Siendo esto algo recurrente en el Perú de hoy.
El segundo aspecto es que la falta de un lugar es una manera de invisibilizar a un sujeto. El ser dueño de un espacio otorga identidad, autonomía y reconocimiento de los otros. Los propietarios de las residencias resguardas, quienes vienen a ser los "jefes" de los vigilantes, disfrutan esta condición. El que no tiene uno, como los vigilantes, en cambio, tiene que amoldarse a lo que sobre o se le otorgue por un plazo definido. La posesión material del espacio es, por lo tanto, la única forma de ser en la urbe contemporánea.
Otta, que en anteriores trabajos también se ha preocupado por iluminar aquellos recovecos donde los conflictos sociales surgen y se mantienen, y aquí cabría mencionar a otras obras como "Necesidades (2007-2012), lo vuelve a lograr con la serie "Señores de la intemperie".
A continuación, algunas de las demás imágenes de la serie:
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