"Esos indios estúpidos..."
Túpac Amaru, Velasco ,Alexander von Humboldt. ¿De qué nos habló Martha Meier Miró Quesada?
A Martha Meier Miró Quesada no le gusta Túpac Amaru II. Menos le gusta Juan Velasco Alvarado. Ha visto una oportunidad para juntar estas dos tirrias suyas en un mismo artículo y combinarlas con una tercera (su desprecio por Ollanta Humala), y el resultado es una joya ampliamente antologable, por disparatada, del periodismo de opinión nacional: "Túpac Mouse", su columna en las páginas de El Comercio.
La verdad es que es fácil burlarse de lo que esta columna dice, desde varios puntos de vista. Por ejemplo, desde el historiográfico. Y eso es precisamente lo que ha venido sucediendo hoy en las redes sociales e incluso en los blogs de LaMula.pe.
Meier MQ parece ignorar alegremente décadas de investigación y escritura sobre el personaje José Gabriel Condorcanqui, y es blanco fácil para la chacota (y la indignación) de personas mejor informadas (en otra columna reciente, la autora agradecía a Velasco por la expropiación del diario de su familia, pues eso le había permitido hacerse con la biblioteca de su abuelo; parece que entre esos volúmenes no había buenos libros de historia).
Pero creo que quienes se indignan y se burlan pierden de vista el punto fundamental, algo que Meier, aún con toda su brusquedad, no hace nunca. Se trata de un punto político de fondo, y no precisamente contra Humala, que poca vela tiene en realidad en este entierro.
El enemigo es Velasco, y más que él, lo que Velasco representa todavía en la imaginación de muchos peruanos: un intento de reforma del estado, la economía y la sociedad con atención a los intereses de los marginados históricos (específicamente, los campesinos y las comunidades indígenas), por fuera de los mecanismos del mercado (fracasado, trunco, incompleto o innecesario, esa es otra discusión).
Es contra esto que se lanza aquí Meier MQ, como ha hecho antes, y es de ese rencor (no hay otra palabra) que emerge su caricaturización del ícono tupacamarista planteado por el gobierno militar (Meier, obviamente, no está en contra de los íconos históricos; simplemente, prefiere otros). Y es también de ahí que emerge su asociación de Túpac Amaru, el ícono (es decir, el velasquismo) con grupos armados que poco o nada tienen que ver con Velasco, como el MRTA o los tupamaros de Uruguay. Hasta el Black Panther Party de los Estados Unidos, al que Meier llama una "célula terrorista", termina metido en ese saco, por intermediación del rapero Tupac Shakur y su madre.
Todo ello es esperable, supongo. Como hace 234 años, la rebelión indígena y criolla encabezada por Túpac Amaru II contra el colonialismo español llena de espanto a las élites peruanas, un importante sector de las cuales todavía se sigue concibiendo a sí mismo como heredero de aquel orden social y político. Velasco, mucho más reciente, es en buena medida otra cara de ese mismo monstruo, contra el cual los adalides de la oligarquía nacional, hoy en claro proceso de restauración ideológica, continúan dando batalla. No importa cuántas veces Martha Meier quiera comparar al Túpac Amaru del Velasquismo con Mickey Mouse, lo cierto es que esa es la figura de sus pesadillas.
Y no es casual que este tipo de discursos salgan a la superficie ahora, precisamente cuando uno de los temas centrales de la vida política peruana y uno de los conflictos centrales del momento histórico que vive el país se relaciona, directamente, con el reconocimiento (o no) de los derechos de las comunidades indígenas, un cambio en la relación que el estado tiene con estas, y su defensa (de nuevo: o no) contra las depredaciones de la actividad económica extractiva por parte de grandes capitales, por lo general extranjeros.
Si no creen que es de esto de lo que Meier está hablando, piensen en lo siguiente: para interpretar a Túpac Amaru II, para decirnos la "verdad" sobre este personaje ("fue en realidad un adinerado comerciante que vestía elegantemente, al estilo europeo, y reclamaba un título de nobleza inca pese a que, al parecer, fue hijo de un fraile"), la autora se remonta a nada menos que Alexander von Humboldt. Es decir lo mira (y quiere que lo miremos) con los ojos de un aristócrata alemán que pasó en el Perú apenas unos meses, hace más de 200 años.
Y es que no se trata de cualquier aristócrata, ni de cualquier alemán. Von Humboldt fue muchas cosas, y se le recuerda con justicia como uno de los héroes intelectuales del romanticismo alemán. Fue también, como ha explicado Mary Louise Pratt en su ya clásico libro Imperial Eyes, uno de los artífices de la "segunda invención" de América Latina en los años previos e inmediatamente posteriores al proceso de su independencia, cuando la región fue imaginada como un espacio virginal, desprovisto de culturas y poblaciones originarias y abierto plenamente a la explotación de sus recursos por capitales europeos (como en efecto sucedió).
Y era, además, un racista bastante desembozado, al menos en lo que a los indígenas de América Latina se refiere. En el pasaje que Meier MQ menciona sin citar la referencia (proviene del tomo XIX de su monumental Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente), Von Humboldt deja muy en claro su visión de los pueblos andinos que en esa misma era protagonizaban sucesivos levantamientos, y su alineamiento con las élites criollas, que poco después encabezarían la independencia y cancelarían cualquier proyecto de restauración andina.
El pasaje (la parte que Meier no cita) empieza así: "Muchos ejemplos modernos nos enseñan cuán expuesto es dejar a los indios formar un status in statu perpetuando su separación, la rusticidad de las costumbres, su miseria, y por consiguiente, los motivos de su odio contra las otras castas. Esos mismos indios estúpidos, indolentes, y que se dejan dar de palos a las puertas de las iglesias, se muestran astutos, activos, arrebatados y crueles, siempre que obra unidos en un motín popular."
La versión que da Von Humboldt del levantamiento de Túpac Amaru II es, dice, un ejemplo de lo anterior. (Pueden encontrar una traducción completa aquí). ¿Es casual que una de las voceras más estridentes del proyecto de restauración oligárquica peruana se haga eco de estas ideas? Creo que no. Y creo que burlarnos de ella no basta,
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