Ha llegado el momento. Frente a la casa del embajador de España en el Perú, la noche limeña era sinónimo de enfado y rechazo contra una institución que sale cara: la monarquía. Los gritos de “lo llaman democracia y no lo es” se repetían, marcando tres años de revuelta social ante las políticas de austeridad que se suman a una creciente y galopante pérdida de legitimidad del sistema político. Así, cerca de medio centenar de españoles demandaron ayer en la capital peruana un referéndum por la III República en España. 

El día 2 de junio de 2014 no sólo pasará a la historia por la abdicación del rey Juan Carlos, sino por las grandes protestas que llenaron las calles españolas para pedir un cambio de régimen que garantice a la población dejar de ser súbditos para decidir el gobierno por ellos mismos.

Desde Perú, los españoles no se callan. En una concentración organizada por la Marea Granate de Perú, un movimiento ciudadano formado por los emigrantes forzados del Estado Español, se escucharon consignas como "¡España mañana será republicana!", “los Borbones a los tiburones”, “la sangre azul de vuelta al baúl”, "Urdangarin a trabajar al Burger King" o “Ley de extranjería para la Reina Sofía”.

Juan Carlos afirmó que deja el trono porque quiere "lo mejor para España", sin reconocer que su imagen ha sido desprestigiada progresivamente desde que se vio sacudida por el caso Nóos -con la imputación del duque de Palma, Iñaki Urdangarin, y la propia inflanta Cristina-, por los oscuros negocios de su amiga Corinna zu Sayn-Wittgenstein, o las famosas cacerías de elefantes en Botsuana -con foto posando con escopeta en mano delante de un elefante muerto-.

Puede que el monarca busque salvar la imagen de su arcaica institución antes de que sea tarde -si es que ya no lo es-, o quizás quiera mantener el estatus quo traspasando el poder a un supuestamente muy bien preparado Felipe VI.  Pero la sonrisa del príncipe no es suficiente para un altísimo nivel de agitación y rechazo social.

Quedó atrás la enorme protección política y mediática que ha recibido la figura del rey durante casi cuatro décadas. También quedaron atrás los momentos en los que no se podía hacer una crítica alguna a la monarquía o levantar banderas republicanas. El estatus quo está perdiendo su capacidad de persuasión. Hay mucho en juego: la propia forma del Estado Español. ¿Será el momento del jaque al rey?

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