La incertidumbre kafkiana
La indefinición de saber en qué se transforma Gregorio Samsa es el legado más inquietante del escritor austríaco.
Los nombres, las nomenclaturas brindan seguridad. Una reflexión de Yuri Lotman nos dice que la identidad se configura a partir de las repeticiones, en este sentido el nombre otorga seguridad y nos permite una clasificación, un fichero del mundo. En este sentido la verdadera amenaza, lo realmente ominoso es cuando algo es innombrable.
Kafka fue un experto en crear seres, criaturas que no podrían entrar en ninguna categoría humana o zoológica conocida. El odradek nace en la ficción e inquieta por su mezcla, esa combinación que resulta insoportable si quisieramos darle una explicación lógica o coherente.
En esto radica la intensidad de La metamorfosis. Se sabe que en la traducción de 1938 atribuida a Borges se acuña la palabra "insecto". Claro, en ningún momento se dice qué tipo (aunque la doxa insista en decir que se trata de una cucaracha), sin embargo al afirmarse que Gregorio Samsa se convierte en un ser vivo que podemos encontrar en el diccionario nos recompone, nos alivia.
Pero Kafka busca perturbarnos, que se mantenga la permanencia del extrañamiento. Nabokov intento demostrar que no se trataba de una cucaracha sino, más bien, de un escarabajo. Sin embargo, con aquella minuciosidad de conocedor de la entomología, el escritor ruso mermaba el efecto del texto kafkiano.
La metamorfosis, en este sentido, aporta la incertidumbre como legado: dejar en un estado velado cualquier seguridad. Uno siempre queda en la duda, en la pregunta de qué está sucediendo con este cuerpo en mezcolanza, de definición inconclusa. La transformación de Gregorio es una "no explicación", una falla del sistema racional, una apertura o una encrucijada.
Escrito por
Escritor y corresponsal de literaturas indígenas en Latin American Literature Today
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