El monólogo inicial de “Ricardo III”, obra que William Shakespeare publicara en 1623, es uno de los más célebres del teatro universal: 

...
Yo ¡entonces!, en este débil tiempo de flautitas,
Con nada me deleito para pasar el rato
Excepto cuando miro mi sombra bajo el sol
Y pienso sobre mi deformidad.
Ya que entonces no puedo
Convertirme en amante
Para alegrar estos amables días,
Elijo convertirme en un villano
Y odiar los perezosos placeres de este tiempo.
Ya puse la conspiración en marcha
Y todos los manejos peligrosos
Con falsas profecías, cartas, sueños,
Para enfrentar al rey contra mi hermano Clarence
En un odio mortal. 

En estas líneas, el personaje de Ricardo III se nos presenta sin velos de ningún tipo. No solo habla de la época de paz en la que se halla el reino inglés en ese momento, lo que permite que los espectadores nos ubiquemos históricamente, también centra su discurso en su propia figura. De allí que hable de su enfermedad, la escoliasis, la cual se manifiesta con la desviación de la columna, y se califique a sí mismo como un ser “deforme”, puesto que ha sido “expulsado de toda proporción” y que por ello ha quedado “ inconcluso, enviado antes de tiempo al mundo que respira”.

La pieza, como se sabe, tiene como eje principal la ambición de Ricardo III que, con tal de llegar al poder, está dispuesto a pasar por encima de cualquiera. Inclusive sobre sus familiares más cercanos. El genio de Shakespeare se aprovechó de la enfermedad del soberano para dotar a su personaje de un rasgo más que evidenciara su deformidad espiritual. De allí que en cada interpretación, tanto para el teatro como para el cine, los actores se ven obligados a alterar su postura de una u otra forma.

Basta observar las adaptaciones más conocidas de la obra como para darse cuenta de ello:

Laurence Olivier (1955)

Ian McKellen (1995)

Al Pacino (1996)

Kevin Spacey (2011)

Y Miguel Iza (2013), aquí en Perú.

En 2012, la noticia de que sus restos habían sido hallados debajo de un estacionamiento en la ciudad de Leicester llevó a que se reabriera la polémica en torno a la real apariencia del rey, ya que frente a la obra de Shakespeare, existía un conjunto de documentos de la época que lo describían como un sujeto delgado y para nada aberrante. Es más, se decía que Ricardo III (1452-1485) era alguien muy activo pese a la escoliosis. 

Un artículo publicado en la revista The Lancet aparecido recientemente no ha hecho más que reafirmar dicha aseveración. Y es que una reconstrucción 3D de la columna vertebral encontrada ha llevado a los investigadores de la Universidad de Leicester a indicar que su espalda tenía una “curva equilibrada”, la cual hubiera podido pasar desapercibida debajo de la ropa y la armadura.

"A pesar de que la escoliosis parece dramática, probablemente no se traducía en una grave deformidad física, porque su curvatura mantenía un buen equilibrio", explicó a la agencia EFE Jo Appleby, profesora de la Escuela de Arqueología e Historia Antigua de la Universidad de Leicester, quien agregó que una persona con la clase de desviación encontrada en los restos, de entre 65 y 85 grados, sería sometida en la actualidad a cirugía.

La arqueóloga también apuntó que "no padecía ninguna cojera", dado que los huesos de sus piernas eran "simétricos y normales". "Su condición probablemente provocaba que su tronco fuera corto en comparación con sus extremidades y que su hombro derecho estuviera ligeramente por encima del izquierdo, pero eso se podría haber disimulado con un buen sastre y una armadura hecha ex profeso", concluyó la especialista.

Considerando que el personaje necesita de esa deformidad para acentuar su desagrado ante los espectadores, cabe decir que para las próximas adaptaciones de la obra los directores encargados de hacerlas no tendrán en cuenta los resultados de los investigadores de la Universidad de Leicester.