Carlos Iván Degregori, el poeta
En este testimonio personal, publicado en pleno duelo por CID en 2011, el poeta Roger Santiváñez nos explica por qué la notable obra del antropólogo "está insuflada de poesía".
20 de mayo de 2011 a la(s) 10:53
Nadie ha recordado a Carlos Iván como el excelente poeta que encerraba su corazón. En 1970 fue galardonado en el Premio Poeta Joven del Perú por su libro "Para aplacar la ira de los Dioses", volumen que conseguí en la legendaria libreria de Don Juan Mejia Baca en Azángaro, centro de Lima, hacia 1974. Su poesía se había descubierto para mí, a través de un lindo poema aparecido en el # 2 de "Hipócrita Lector" editada entre 1971 y 1976 por Marco Martos, Hildebrando Perez, Carlos Garayar y Elqui Burgos. Sin duda, la mejor revista de poesía de su época. Aunque justo es decir que yo había leído y visto a Carlos Iván -como cientifico social- dentro de una encuesta sobre el tema de su especialidad, en el # 3 de "Textual" importante revista del Instituto Nacional de Cultura, que mi padre llevó a mi casa en la vieja adolescencia piurana de 1972.
Presentado por Marco Martos, conocí a Carlos Iván Degregori en el inolvidable Patio de Letras de San Marcos y nuestra conversación giró -lógicamente- alrededor de la poesía. Hacia 1978-79, cuando la discusión en torno a las delicadas relaciones entre poesía y comunismo, estaban a la orden del día al calor de la lucha de clases y la agitación política del momento, Carlos Iván publicó un excelente poema -donde resolvía lúcidamente la contradicción- en la revista "El Barco Ebrio" de Gloria Mendoza Borda y JM Osorio publicada en Ayacucho, en cuya Universidad él laboraba.
Poco después, al fundarse "El Diario de Marka" (1980) me reencontré con Carlos Iván, a la sazón Jefe de la Pagina Editorial del periódico. Por aquellos días me interesaba vivamente en conocer la posición ideológico-política de las organizaciones marxistas-leninistas peruanas, concretamente el MIR -que yo admiraba desde mi infancia piurana vía el heroísmo del Comandante Luis de la Puente Uceda, caído en Mesa Pelada, 1965- . Carlos Iván -líder importante del MIR- se daba tiempo entre sus obligaciones periodísticas en "El Diario de Marka" para tocar el tema conmigo con un café en el "Pony's" de la Av. Salaverry.
Jamas olvidaré su brillante inteligencia, su humor a flor de labios, su actitud juvenil, rocanrolera, y su claridad política. A la par que su bondad y simpatía para conmigo: religiosamente publicaba en las páginas editoriales de "El Diario de Marka" las notas literarias que yo le entregaba. Ya después -cuando todo ese universo desapareció- lo vi esporádicamente en Barranco, algunas veces de casualidad. Y siempre la misma sonrisa, la misma palabra grata. Hacia 2005 o 6 -sorpresivamente- volví a verlo en Princeton, donde hacía clases como Visiting Professor, en una reunión habida en la casa de Paul Firbas.
Nunca me imaginé que esa sería la última ocasión en que lo vería.
Tuve la intención de llevarlo a Temple University para una Conferencia sobre el Perú de hoy, pero diversas circunstancias lo impidieron. Aquella noche en Princeton hablamos -como siempre- de poesía. Cuando le pregunté si continuaba escribiendo poemas, me respondió: "Sí, algunas cosas por ahi". Carlos Iván Degregori -entonces- nunca dejó de ser el poeta que era. Su notable obra como científico social está insuflada de poesía. Estoy seguro de eso, asi como que él -ahorita- está en el Cielo.