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Ian, el profeta

El sentido existencial en las letras de Joy Division

Publicado: 2014-05-16

Joy Division es Ian Curtis. Esto se hace evidente si consideramos que tras su muerte en 1980 los demás integrantes decidieron hacer otra banda, New Order, que se diferencia por una cosa esencial: la visión de mundo. Puede que el sonido de New Order resulte más arriesgado, experimenta, pero como o nada se ofrece sobre un pensamiento, alguna idea que remeza el espíritu de los oyentes. 

Esto, obviamente, se debe a que Ian ya no estaba con ellos, pues él era quien otorgó una profundidad, una densidad al grupo. Más allá de las melodías, Ian logró en breve tiempo convertirse en un pensador de su época, de un estado espiritual que vibra en cada uno de nosotros.

A esto se debía que no fuera comprendido por sus compañeros, quienes consideraban que sus letras eran “oscuras”, “pesimistas”. Para la época las letras de Ian resultaban de una densidad compleja. La sensibilidad del compositor se evidencia en el modo en que exhibe su agonía, sus fisuras. A esto se suma un sino trágico que lo acompañó desde muy joven: la enfermedad, el amor, la monotonía, todo eso generó en él una lucha contra el demonio.

Los artistas que perduran son aquellos que fueron los chivos expiatorios de la humanidad, es decir, los que nos ahorraron esa carga, esa tortura interna y la vivieron intensamente, convirtiendo su arte en un comunicación intensa, de aquí que identifiquemos su voz en medio de la muchedumbre. Sentimos su tono vibrar de manera inconfundible en nuestra carne. Este es el caso de Ian, quien se arrojó no solo como un solista sino como un profeta, como un hermano espiritual en las temporadas en el infierno.

Hay una recurrencia en las composiciones de Ian: la falta de voluntad, el extravío, el mundo gastado y el tiempo perdido. Esta confrontación se evidencia en una serie de autocuestionamientos que son un esfuerzo por buscar un sentido existencial. 

El dolor es la fuente de este aprendizaje. El recorrido a través de las letras no evidencia una consumación de dicho aprendizaje, pero sí las señas necesarias para lograrlo, confrontado las falsas verdades impuestas. Una mirada como la de Ian nos previene contra el discurso de una “felicidad fácil”, y es más bien una invitación a meditarnos hasta las médulas.  

Un principio básico, siguiendo la lógica de Nietzsche -quien era una de sus lecturas habituales-, está en reconocer los miasmas interiores, nuestra propia humanidad en ebullición y caos. Así, los asesinos que menciona en “Shadowplay” son nuestros espejos internos. Hay un análisis visceral que realizan Ian sobre nuestra identidad, sobre la forma en que debemos quebrar los moldes que nos mutilan, al respecto téngase en cuenta la canción “Disorder”. 

De lo que se trata para él es de atreverse a una mirada de nuestra podredumbre interna para solo así reconocer lo que debe purificarse. Este proceso no es sencillo y tiene mucho de espeluzno, así en “Atrocity Exhibition” se nos dice: “See mass murder on a scale you've never seen”.

Para el vocalista la vida se ha visto condenada a las fuerzas reactivas o mortuorias, este el resultado de una sociedad deshumanizada que ha llevado a que el hombre sea el reino de la culpa (“I'm ashamed of the person I am”) o de la abulia (I've got the spirit, but lose the feeling), viviendo en una especie de colonia penitenciaria.

Esta situación hace justificable la frase de Rimbaud: “la vida auténtica está ausente”, no obstante lo que busca cada canción de Joy Division, específicamente cada letra de Ian, es una esperanza por un giro existencial, de aquí que el final de "Isolation" nos diga:

But if you could just see the beauty,

These things I could never describe,

These pleasures a wayward distraction,

This is my one lucky prize

1. Shadowplay

2. Isolation

3. Atrocity Exhibition

4. Disorder

5. Insight


Escrito por

Christian Elguera

Escritor y corresponsal de literaturas indígenas en Latin American Literature Today


Publicado en

Redacción mulera

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