La mirada de un inmigrante ilegal
Una serie de fotografías que retratan la vida de los 'sin papeles' en uno de estos centros de detención en Italia.
El drama de la inmigración ilegal está a la orden del día en el continente europeo. Ayer, Grecia vivió otra tragedia que terminó con la vida de al menos 22 personas tras el naufragio de dos embarcaciones cerca de la isla de Samos, frente a las costas de Turquía. Este mismo fin de semana, los guardacostas griegos rescataron a 147 inmigrantes que quedaron a la deriva en aguas griegas próximas a Malta.
Sin embargo, esta nefasta situación no es un caso aislado. Millones de personas se desplazan diariamente en todo el mundo, en diferentes direcciones: del campo a la ciudad, de un país a otro y cruzando continentes. Así es la era de la hipermovilidad. El año pasado, la cifra de migrantes internacionales tocó un nuevo máximo histórico: más de 232 millones de personas se ha trasladaron a vivir a un país distinto del que nació, conforme los datos de la ONU.
Sin embargo, y paradójicamente, al tiempo que todo esto sucede, las fronteras se fortifican y las políticas migratorias se vuelven cada vez más estrictas. Eso sí, cuando los movimientos son del sur al norte, y así se impide el movimiento de personas —aquellas de piel más oscura y pobres—en un momento en el que, se dice, domina la libertad individual.
Las noticias sobre expulsiones, centros de internamiento o redadas racistas son el pan de cada día, al menos en la esfera europea. Y es que muchos de estos 'sin papeles' terminan en centros de detención a la espera de un futuro incierto. Es más, existen numerosas críticas sobre las condiciones bajo las que viven estos inmigrantes .
Aquí les dejo una nota de Jeffry Ruigendijk, publicada en Vice, donde presenta una serie de fotografías tomadas por uno de estos inmigrantes, el identificado como "número 220", que retrata la vida en uno de estos centros en Italia:
“Tengo 27 años. Soy de Nigeria. Fui de Libia a Italia en una patera. Me acompañaban 105 personas, dos murieron”.
Estas son las palabras del migrante número 220 —o Louis, como se hace llamar entre amigos y familiares— uno de los supervivientes del grupo de casi 500 que cruzaron el Mediterráneo de Libia a Italia hace semanas en pateras, que se hundieron en la costa de la isla italiana Lampedusa. Conocí a Louis después de encontrármelo en un campo de refugiados en el pueblo siciliano de Trapani.
Louis me dijo que estaba viviendo en Libia, pero debido a la situación actual del país decidió buscar una vida mejor en Europa. Él sobrevivió, pero dos mujeres que iban en el bote murieron antes de que un barco comercial llegara al rescate. Al final, Louis terminó en el viejo gimnasio de Trapani. Ahí pasa sus días con otros 85 hombres jóvenes, duermen hombro con hombro en colchones en el suelo.
Los refugiados tienen permiso para salir del gimnasio solamente durante tres horas al día. El resto del día lo pasan dentro. “Esto es mejor que Libia; aquí me siento seguro y no hay balazos”, explicó.
Los "inquilinos" del gimnasio no saben cuál será su destino. No hablan italiano y los guardias en el campamento no hablan inglés. No saben qué les depara el futuro, están en el olvido; me dijeron que fui la primera persona en hablarles en inglés desde que llegaron ahí.
Los guardias no me daban nada de información y no me dejaban entrar al campamento; así que tuve que reunirme con Louis afuera. Le di una cámara desechable para que hiciera fotos, así podría conocer un poco más lo que sucede adentro.
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Politóloga, amante de la música y el buen vino. Buscando formas distintas pero posibles de hacer las cosas.
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