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La duquesa de Napoléon y el gato con botas

Una memoria desde la intimidad del mítico general y emperador francés.

Publicado: 2014-05-04

La biografía sobre Napoleón escrita por la Duquesa de Abrantes, Laura Junot, probablemente haga flancos de inexactitudes, pero tiene la poderosa ventaja de presentarnos a un Bonaparte desde la intimidad, muchos años antes de que se convirtiera en una de las figuras más importantes de la Francia revolucionaria y en su posterior emperador.  

Por las más de 720 páginas del libro que la duquesa tituló “Memorias sobre la vida de Napoleón” resuena un Bonaparte claroscuro que se va metamorfoseando a medida que cambia su status. Aunque una de las cosas que se mantiene presente desde el inicio es aquel orgullo indoblegable del militar francés, así como su inexistente sentido del humor.

Esta imagen se corresponde con la que presenta de Napoleón, el escritor Stefan Zweig en las escasas páginas en las que aparece en la biografía que escribió sobre Fouché— aquel enigmático personaje de la Revolución Francesa en el que se inspiraron actores de la escena nacional como Esparza Zañartu y el propio Montesinos—. Este retrato apasionante e íntimo del Napoleón debe mucho a Balzac, cuya estilo atraviesa el libro pues fue él quien corrigió e incitó a Laura Junot, por aquel entonces su amante, a escribirlo.

La cercanía de Junot y Napoleón se debía a la amistad que las madres de ambos habían trabado en Córcega de donde eran originarios. Con un presunto, remoto e improbable parentesco familiar que los unía afincado en la familia Commène—una de las familias gobernantes en el Imperio Bizantino— Junot, quince años menor que Napoleón, creció en una familia en la que borboteaban las anécdotas de quien se iba convirtió en el personaje más importante de Francia y toda Europa.

Una de las más memorables es aquella en la que un joven Napoleón ya convertido en subteniente de regimiento de artillería visita la casa de los Permond (tal era el apellido de la familia de Laura Junot). Napoleón, cuenta la Duquesa de Abrantes, estaba muy contento con la ocasión de estrenar su uniforme, pero “había un detalle en su vestimenta que le hacía muy ridículo; las botas, extraordinariamente anchas para sus piernas”.

“Cuando le vimos entrar en la sala, con las piernas enfundadas de aquella manera, no pudimos contenernos y nos reímos como locas (se refiere a su hermana y ella). Entonces como más tarde y siempre, Napoleón no entendía de bromas; al verse objeto de nuestra hilaridad se enfadó.

— Ya se ve que no sois más que una colegiala—dijo Napoléón, con aire desdeñoso” a la hermana mayor de Junot. Y esta con doce o trece años por aquel entonces, afectada con la calificación le respondió.

— Y vos, sólo un «gato con botas»—.

Napoleón guardó silencio, mientras el resto de la sala reía. La Duquesa de Abrantes cuenta que el hecho molestó a Napoleón, pero intentó disimular comprándole un juguete de gato con botas corriendo delante de la carroza del Márques de Carabas y a la hermana que le puso el mote el cuento "El Gato con Botas" que según la señora Permond era evidencia de que Napoleón continuaba molesto. 

En otra parte del libro, Laura Junot  cuenta que Napoleón visitó a su hermana Mariana, internada en el colegio Saint-Cyr acompañada de la familia de la duquesa. Mariana desconsolada lloraba porque no tenía dinero para contribuir con la despedida de un profesor que se marchaba del colegio.

“El primer movimiento de Napoleón—me decía mi madre al contarme esta anécdota—fue llevarse la mano al bolsillo, pero como debió reflexionar que no iba a encontrar lo que buscaba, se contuvo, sonrojándose”, cuenta la Duquesa de Abrantes.

Al final fue la madre de ésta la que dio el dinero a la joven, pero luego se produjo una escena característica en Napoleón. Ya en el coche, Napoleón se desgañitó en invectivas contra la administración del colegio Saint-Cyr y las Escuelas militares, donde él mismo, había sido víctima de situaciones parecidas.

El tío de Laura Junot calló ásperamente al joven Napoleón diciéndole que él era educado gracias a la caridad del rey. “En un momento Napoleón se puso lívido y carmesí. — Yo no soy pensionado del rey— dijo, con la voz temblorosa de emoción—, soy pensionado por el Estado”. El tío no demoró en responderle que el Estado y el rey eran lo mismo y le espetó: “Y, además, no quiero, ¿lo oyes?, no quiero que delante de mí hables así de tu bienhechor”. — No diré nada que os disguste, M. de Commene, pero permitidme añadir que, si yo fuera dueño de redactar los reglamentos, serían muy diferentes y para bien de todos”. Y vaya si luego los cambió. 

Laura Junot se casó con uno de los mejores amigos de Napoleón, el general del ejército Jean-Andoche Junot. Este hecho sumado a la vieja amistad entre familias le permitió vivir toda las etapas de Napoleón en el poder. Por ello, el libro de la Duquesa es una mirada desde la interna del general francés. Laura Junot tuvo una vida azarosa -su esposo su suicidó enloquecido- además de Balzac tuvo diversos amantes entre los que se cuenta Metternichsu. Al final, recurrió a las memorias de Napoleón y otras novelas de escaso valor literario para solventar sus gastos, pero después de un tiempo sus manuscritos fueron rechazados por las editoriales y terminó con una muerte en medio de la pobreza.


Escrito por

Enrique Larrea

Editor y periodista. Escribo informes, reportajes y crónicas que han aparecido en diferentes diarios. Formo parte del equipo de La Mula.


Publicado en

Redacción mulera

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