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"Aprendí de él toda mi vida"

Carlín recuerda su larga colaboración profesional y su duradera amistad con José Watanabe

Publicado: 2014-04-26

Ayer, con motivo del estreno del documental José Watanabe: El guardián del hielo, dirigido por Javier Corcuera y producido por La Mula Producciones, se realizó en el Centro Cultural de la Universidad Católica un conversatorio sobre la vida del poeta. En él participaron el cineasta Francisco Adrianzén, la poeta Rosella Di Paolo y el dibujante y arquitecto Carlos Tovar.  

Estas son las remembranzas de Carlos Tovar, Carlín, quien a lo largo de los años desarrolló umerosas colaboraciones profesionales con el poeta y aprovechó ayer la ocasión para presentar a su audiencia el lado artístico y gráfico de Watanabe.

Bueno, muchas gracias por invitarme.  

Ante todo muy bonito el documental no quería olvidarme de decirlo. Me gustó mucho.

Lo bueno es que parte de las cosas que iba a decir ya se han dicho.

Traté de ordenarme un poco haciendo un recuento de las cosas.

No tenías las fechas muy claras. Para empezar, en qué año conocí a Watanabe.

En el google dice que el SINAMOS se creó en 1972 y digo esto porque nos conocimos ahí. Pero después he comprobado que es falso.

Acá tengo el libro que el poeta me regaló al poco tiempo de conocernos en SINAMOS y me lo dedica el año 71. Ahí nos conocimos, veníamos reclutados de diferentes instituciones para conformar este aparato político que había creado el gobierno de Velasco Alvarado que se llamaba SINAMOS.

Yo venía de un organismo del ministerio de vivienda y Wata de algo de cooperativas. Entonces estábamos en una oficina en Natalio Sánchez donde e era el equio de difusión que iba a trabajar en campañas, promoción... y la base de este equipo era gente brillante que venía del famoso equipo de difusión de la reforma agraria, Pepe Adolph y los famosos afichistas de la reforma agraria, José Bracamonte y Jesús Ruiz Durand, también andaba por ahí Eduardo Gonzáles Viaña, luego llegó Hugo Neira y en ese equipo muy interesante de gente, me tocó conocer a Watanabe.

Poco después de que murió Watanabe, en una reunión con amigos arquitectos, me preguntaron 'creo que tú lo conociste' y yo (dije) claro, cómo no,claro que lo conocí. si cuando lo conocí lo tenía sentado ahí delante y me tocó estar en esta oficina donde en el escritorio del frente estaba este personaje Watanabe y había un escritorio de un  chico Suárez que entraba y salía fugazmente aparecía, pero yo tenía en frente a Watanabe y llegar a la oficina en la mañana era como prender el radio,porque él empezaba a hablar,a hablar sin parar,por supuesto era fascinante escucharlo

Empezaba a hablar de tantas cosas, de su infancia en Laredo, por esa época me empezó a hablar de esta pintora que yo no conocía y que tampoco no era tan conocida en ese momento, que era Tilsa Tsuchiya y en fin. Empecé a aprender de Watanabe y aprendí de él toda mi vida hasta el momento en que desapareció, lamentablemente.

Nos enviaron a un ciclo de capacitación en Huampaní a todos los que nos habíamos convertido y a pesar nuestro en militantes de la revolución peruana, y nos pasábamos el rato 

jugando futbolín. Pero como yo era dibujante, me pidieron que hiciera unos cartelitos para las salas donde se iban a reunir los equipos para discutir, entonces le pedí al fotógrafo, un muchacho Pérez, que me ayudara a colocar los cartelitos, una sala en la que ya estaban reunidos una serie de personaje que venían de provincias, poniendo los cartelitos y sale un tipo de la reunión y nos dice "Por favor, estamos en una discusión muy importante, me pueden ir a comprar unos cigarritos?". Entonces el fotógrafo, afortunadamente César Pérez lo mando al diablo inmediatamente. Y digo felizmente porque yo tal vez no me hubiese atrevido a hacer lo mismo. después fui y le conté a Watanabe esto, que se moría de risa, le dije "He estudiado cinco años de arquitectura, vengo a hacer diseño gráfico, y termino colocando cartelitos y por poco ya me mandan a comprar cigarros". Entonces Wata cuando me dedica este libro pone así: "Para Carlos Tovar que se pasó cinco años estudiando cómo se complican los espacios para mejor ponerse a dibujar una letra y varios muñecos que no serán construídos sino en este aire con nubes y con alegría".

Tiempo después Wata se fue al Ministerio de Educación INTE, a teleeducación, donde se estaba formando otro equipo muy interesante con Pablo Guevara y al poco tiempo me llamó a mi para que integre también este grupo del INTE. Pablo Guevara duró poco tiempo ahí. Y Wata, cuando iba a entrar al INTE me dijo vas a conocer ahí a un gran amigo que tengo, que se llama Lorenzo Osores. Me hizo una serie de prevenciones sobre este personaje muy especial, (fue) muy elogioso sobre Osores, mucho talento. Y me tocó tener a Lorenzo Osores en un tablero frente a mí, cuando empecé a trabajar,pero su presencia fue fugaz porque al poco tiempo, creo que al mes, Lorenzo se fue porque le dijeron que tenía que marcar tarjeta, y él dijo yo he venido con la condición de no marcar tarjeta, jamás en mi vida he marcado tarjeta. Entonces, ese fue el primer contacto fugaz que tuve con este personaje Lorenzo Osores, gracias a Watanabe. Ya cinco años después Lorenzo me convocaría para la revista Monos y Monadas.

Lorenzo osores

Watanabe sí se quedó por supuesto y trabajamos, y fue muy interesante la experiencia con él. Yo había entrado se supone que para diseñar, hacer ilustraciones, diseñar escenografías, títeres, en fin, para los programas educativos para niños. pero me encontraba con este personaje Watanabe, que era desconcertante. Él empezó a hacer un programa con un guión que él había inventado que era el Elefante y la mariposa. Entonces él un día me llama... Les voy a intentar representar el elefante que crea Watanabe, no lo voy a hacer tan bien como él... y me viene con esta idea. Supongamos que esto es una tela, una telita que se ponía así -todo el día estaba con el elefante.

Y creó este elefante y creó un argumento, el elefante que trabaja en el circo y el personaje que se contraponía a él era la cigarra. Y la cigarra también la hizo él. Un día vino, de su casa había traído un gancho de ropa, de madera, y del gancho de ropa había creado una cigarra. Todo me parecía lindo, pero yo me decía, 'bueno, yo soy el diseñador, yo qué voy a diseñar, si él lo hace todo". Watanabe era así, era un artista, no solamente... Yo lo he conocido más como artista plástico que como escritor, que como poeta.

También me tocó a mi diseñar otras cosas, por supuesto. Pero recuerdo que un día, había creado un guión donde aparecía una vaquita. Y mientras yo estaba bosquejando una vaquita para que se construya un títere, él vino y el fin de semana se había pasado en su casa y había venido con la cabeza de la vaquita y por supuesto era mejor que todos mis bocetos, La vaquita era muy linda, movía los párpados... él era muy talentoso. Tuve una experiencia muy interesante en el INTE... Yo creo que unos tres o cuatro años después Watanabe se fue a Londres y luego creo que yo ya renuncié al INTE. Tiempo después cuando ya estaba de vuelta, me convocó de nuevo, a una revista que se llamaba Collera, porque él había creado un guión curiosamente sobre una cabra, que se llamaba 'Cabriola la cabra', y él quería que yo le hiciera los dibujos de la historieta esta, que efectivamente hicimos, se publicó en varios números, era una revista de historietas para niños, y la idea de Cabriola la cabra era que había el puma, que era el animal dominante, que se trataba de imponer a los otros animales, que eran un grupito que tenía una cabra, un búho, una liebre, y siempre se trataba de que estos animalitos trataban de defenderse del puma o hacerle una broma, una pasada, de alguna forma, para hacerlo quedar en ridículo, basándose en el ingenio de la cabrita. En esto estaba presente una idea que Watanabe siempre tenía. Por supuesto ustedes se habrán dado cuenta de una metáfora bastante notable en este argumento: la lucha de los débiles contra el poderoso. Pero todas estas palabras, débiles,poderosos, opresión, jamás hubieran aparecido en un guión de Watanabe, él lo hubiese detestado... Él quería que las cosas se expresaran de esa manera.

Trabajando con él en 'Cabriola La Cabra', me ilustraba con sus conocimientos de los ilustradores, yo conocía a algunos, él conocía a otros, me hablaba de Tomy Unger, me abrió mucho el panorama de la gráfica, de la ilustración y fue muy interesante.

Después viene, para no perderme... bueno, después viene creo yo su enfermedad. De alguna manera... esta es una parte que no recuerdo... tenía una vinculación con el grupo de nosotros de monos y monadas y del idiota. La cosa es que cuando Watanabe estuvo enfermo de cáncer y viajó a Alemania, nos reuníamos en la revista El Idiota, decidimos enviarle una tarjeta, en una cartulina, en la que cada uno hizo un dibujo. Pero ahora que escuché a Lorenzo... cuando me enteré que tenía cáncer al pulmón, yo también fui pesimista. Yo también me dije "mi amigo se nos va". Y mi dibujo fue de un caballero con una lanza, como una metáfora de luchar contra la enfermedad. Me acuerdo que Juanito Acevedo hizo... no sé si el cuy u otro personaje, tirando el pucho y diciendo 'hay que tirar el pucho y seguir adelante', y a mi me pareció bonito, pero muy optimista. Yo estaba muy pesimista, pero Juan tuvo la razón. Watanabe vivió más de veinte años más que eso.

Y luego se recupera y regresa a Lima y yo me enteré que ese noctambulismo que tenía se le había acentuado, que ya no salía de día, que vivía solo de noche. Un día creo que le dije a Estuardo Núñez vamos a visitarlo, porque quizá me sentía un poco cohibido de ir solo. Fuimos a visitarlo de noche y no teníamos cuándo salir,porque conversaba maravillosamente. Luego lo seguí visitando varias veces en su casa, en la casa que compartía con sus hermanas. Allí me empezó a hablar del haiku, que desconocía hasta entonces...disculpen, con vergüenza debo decir que me leyó el primer haiku que escuché en mi vida, no entendí absolutamente nada, me pareció la cosa más rara que había escuchado... pero luego me abrió el haiku un mundo increíble. Me acuerdo que fue este haiku de una rana que salta en un estanque. Tres versos lacónicos. Esto tenía mucho que ver con la poesía de Watanabe, estas imágenes tan poderosas que lo dejan a uno pensando, esta rana que salta en el estanque apacible, luego hay unas ondas que se expanden y luego vuelve todo a su estado original... hay una metáfora de cosas que lo dejan a uno pensando.

Yo sabia que Watanabe estaba en problemas, porque no salía mucho de día, que no tenía mucho trabajo o tal vez no lo tenía, entonces estaba pensando cómo ayudarlo, y yo hacia unos afiches para un programa forestal que dirigía un norteamericano, Charles (Keneth o Kenny) Jordan, y había que hacer un texto y yo me dije este texto es clavado para Watanabe, un texto donde un árbol habla en primera persona, un árbol peruano, el queñual. "Yo tengo la persona para que haga ste texto". Pero el gringo me dijo quiero conocerlo. Entonces fui a donde Watanabe y le dije, bueno tenemos que ir a conocerlo. "No", me dijo. "Yo no salgo de día, me da pánico, me pongo nervioso...". "No, vamos, yo te llevo...". En fin, insistí y logré convencerlo. El gringo también era un tipo exigente, no era fácil. Entonces recogí a Watanabe, vamos a la oficina, tenía miedo de que Watanabe tenga una crisis nerviosa en cualquier momento y el gringo un poco que lo emplazó, le dijo ¿Cuál es tu currículum?... pero Watanabe empezó a hablar y como él sabía hacerlo y lo deslumbró. Le habló de todo, de sus conocimientos del campo, creo que hasta de quechua. En fin, que quedó convencido el gringo. Por supuesto que Watanabe hizo un texto magnífico. Todo salió bien pero el problema fue cómo iba él a cobrar, es la administración pública, hay que hacer papeles, pero como ya me conocían conseguí que una secretaria muy amable me diera todos los documentos, entonces me fui con el cheque y los documentos a la casa de Watanabe. Le tocó la puerta y sale todo preocupado y me dice "No sé... yo no voy a poder ir a cobrar este trabajo..." Me saqué del bolsillo y le dije "Acá está tu cheque". Y firmó todos los papeles. Fue muy grato eso.  

Y después... en esta relación intermitente con Watanabe, porque tampoco es que nos hayamos visto todo el tiempo... ni mucho menos... después de esta experiencia con el proyecto de forestal ya viene... hay una experiencia también de UNICEF... cuando hicimos lo de UNICEF él estaba ya repuesto, salía de día, y nos convocaron para hacer una campaña. Creo que fue Rafo León el que me llamó a mi y yo le sugerí a Watanabe a quien él no conocía y formamos un equipo los tres para hacer una campaña sobre las medidas para la salud de la infancia. Fue muy bonita la colaboración. Inventamos un personaje que era un muñequito de papel, Watanabe le puso nombre, Rafo creó los eslogans inmediatamente... recuerdo que un tiempo después, en un aparte, Rafo León me dijo: "Watanabe es el descubrimiento del año para mí". Y tuvieron una gran amistad. Y no me sorprendió en absoluto cuando lo dijo, porque eso ocurría con Watanabe. Se ponía a hablar simplemente y a uno lo deslumbrara, lo seducía, lo encantaba.

Luego viene otra colaboración que tuvimos, ya en la revista El Idiota, donde él funciona otra vez como guionista de historietas y crea un personaje que se llamaba..., era un investigador privado que se llamaba Lucas Pen, nombre de un lapicero. Lucas y Pen! por la pistola. Yo hice los dibujos de esta historieta que se publicó en la revista El Idiota y fue muy grato nuevamente reencontrarme y colaborar y trabajar con Watanabe, que siempre estaba lleno de ideas, gráficas. Gran parte del mérito que tenían mis dibujos eran por ideas que él me daba de cómo hacer los encuadres. Y así fue pasando el tiempo.

Y lo reencontré luego de un tiempo cuando se estrenó 'Antígona', que él había escrito, un poema para una obra de teatro magnífica, con una interpretación soberbia de Teresa ralli, aquí presente. Nos saludamos muy cariñosamente, pero ya no nos vimos en la última etapa, cuando me enteré que él estaba mal y que lo habían internado, lo llamé al hospital y me tranquilizó, me dijo 'Sólo tengo un problema en el esófago'. Pocos días después me llamó mi amigo Lorenzo Osores para darme la triste noticia de que había fallecido intempestivamente Watanabe. 

Disculpen que haya sido un poco personal en las experiencias, pero lo que quería mostrarles es este lado de Watanabe, el trabajo gráfico, plástico, de artista. Me había olvidado de decir que cuando estábamos haciendo este trabajo gráfico para UNICEF yo tuve la idea de que el protagonista de esta campaña para UNICEF sea un muñequito de papel, y estaba haciendo algunos bosquejos y Watanabe hizo un dibujito del muñequito que yo tenía, para mis adentros, que aceptar con envidia que era más bonito que el mío, porque tenía toda esta soltura en la mano, ese buen gusto.

Hace un tiempo hubo un homenaje a Watanabe, al primer homenaje al que fui después que murió, creo que fue en la Feria del Libro, estábamos sentados en un auditorio, y se hablaba como hoy de Watanabe, entonces empecé a sentir nuevamente su presencia y sentí una cosa muy extraña que no he vuelto a sentir, o sea, sentí como que lo tenía muy cerca, y que la realidad en la que estábamos, la escena, como en la que estamos ahora, era una cosa muy efímera. No puedo evitar... la frase que resultaría de clisé, pero la que mejor define, es lo de la insoportable levedad del ser, la que me vino como una sensación muy rara que no he vuelto a sentir.

(Voz de Rosella Di Paolo)

- Como del tiempo que fuga, ¿no? 

(Voz de Carlos Tovar)

- Sí, también, es algo así, efectivamente.

Gracias.

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