"Podía escuchar ese increíble bajo que marcaba el pulso de la música desde las colinas de la favela", señala el fotógrafo francés Vincent Rosenblatt a The New York Times y añade que "hizo que temblaran los cimientos de mi casa. Fue entonces cuando comencé a comprar CDs en la calle, para escuchar y entender sus letras, que explican la vida y el comportamiento de las favelas. Todas las reglas de las favelas están allí". 

Desde entonces, Rosenblatt ha asistido a un sinfín de fiestas funk, donde se fusiona un híbrido brasileño de hip hop con estilos regionales que han inspirado danzas y estilos con letras sobre la vida local. 

Sin embargo el fotógrafo recuerda que "no es fácil ser un funkeiro, porque realmente uno arriesga su la vida". "Aun así, esta cultura juvenil existe independientemente de los traficantes de drogas, la policía o los paramilitares. Esta música es como la sangre que corre por las venas de la juventud de Río. Hay menores de 13 a 25 años que necesitan un lugar para el intercambio de su información, sus valores y lo que ocurre alrededor", sentencia. 

Por ello, desde hace años retrata el funk de las favelas, algo que considera un privilegio, principalmente porque sus fotografías pueden ser la única prueba registrada que perdurará. 

Además, en los últimos años las autoridades han tomado medidas para limitar este tipo de fiestas -medidas que coinciden con un creciente número de asesinatos que permanecen sin resolver, alerta el fotógrafo-.

"En las llamadas favelas pacificadas, no hay más funk" señala Rosenblatt. "La policía, en lugar de limitarse a dejar que la música siga, transformó las favelas en dormitorios silenciados: ciudades durmientes donde los pobres se queden tranquilos y no canten sobre temas que puedan herir la sensibilidad de la élite".

Actualmente, el gobierno promueve la denominada política de "pacificación", en la que fuerzas de seguridad participan en incursiones, redadas de drogas, e incluso tiroteos con presuntos pandilleros. Se trata de las Unidades de Policía Pacificadora (UPP), que se instalan en las favelas ocupadas por narcotraficantes.

Desde 2008 se han creado 38 UPP en 174 favelas, con 9,500 oficiales. A pesar de que esta medida iba a preparar el camino para el desarrollo de las favelas, olvidadas durante mucho tiempo por el gobierno, los niveles de violencia siguen aumentando a ritmos preocupantes. Y es que se registran denuncias sobre torturas y abusos cometidos por los policías de 'pacificación' que ahora ocupan las barriadas pobres.

Aquí les dejo algunas de sus instantáneas:

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