Tal parece que ni la sanción de la Conmebol al club Real Garcilaso sirvió como escarmiento para aquellos aficionados que gozan de emitir sonidos simiescos en agravio de los futbolistas afrodescendientes. Ayer la víctima no fue un extranjero, lo cual no es excusa para proceder de esa manera, sino un jugador peruano quien recibió los mismos gestos desde la tribuna.

El compromiso entre Juan Aurich y León de Huánuco se desenvolvía con total normalidad hasta que Jair Céspedes, lateral del cuadro chiclayano, tocó el balón. A partir de ese entonces, cada jugada en la que participaba despertaba la necedad de la fanaticada rival.

"Estos actos de racismo me duelen mucho. No los entiendo porque yo jugué por este equipo (León de Huánuco), y los mismos que una vez alentaron hoy me insultan de la peor manera", manifestó el defensa, en declaraciones recogidas por La República.

Pero no fue el único agredido. A pesar que los insultos no fueran dirigidos hacia su persona, Christian Ramos se sintió ofendido y se solidarizó con su compañero de equipo.

"Yo sentía el malestar también porque soy negro, al igual que él, y yo me sentía incómodo al escuchar esos sonidos", declaró Ramos a RPP.

Horas más tarde, el propio Christian Ramos llegó al hartazgo, a tal punto de escribir varios tweets dirigidos a la Asociación Deportiva de Fútbol Profesional (ADFP).

Quizás Ramos tenga razón y los más altos dirigentes de nuestro fútbol estén en deuda. Sin embargo, esta problemática va más allá de cómo se manejan las cosas desde un club o un área definida, pues la raíz del asunto se encuentra en la sociedad y lo que las instituciones y las propias personas hacemos para combatir estas actitudes.

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