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¿Cuál fue la novela favorita de García Márquez?

Publicado: 2014-04-19

Una vez, en un artículo sobre el presidente norteamericano Bill Clinton publicado en la revista Cambio, García Márquez afirmó al pasar que entre sus novelas favoritas se encontró siempre El conde de Montecristo, de Alexandre Dumas, "por razones técnicas". Poco después, una lectora le preguntó por esas razones, que en el primer artículo no había especificado. El nobel respondió con cierto detalle, y su respuesta nos da una idea clara no sólo de la forma en que entendía el oficio del narrador, sino también su infinito entusiasmo por una historia bien contada y sorprendente. Esto es lo que escribió.

Una lectora curiosa escribió a CAMBIO la semana pasada -a propósito de mi nota sobre el presidente Clinton- para preguntar cuáles son "las razones técnicas" en que me fundé para decir que El Conde de Montecristo es uno de mis libros favoritos. Le contesto encantado con la única condición de que no se lo cuente a nadie.

El Conde de Montecristo, del francés Alejandro Dumas, es una bella adivinanza para lectores acuciosos. ¿Cómo pudo lograr el autor que Edmundo Dantés, un marinero ignorante y pobre, escapara de una fortaleza infranqueable convertido en el hombre más rico y culto de su tiempo? La solución genial de Dumas fue que cuando Dantés entró en el castillo de If -condenado por las intrigas de tres enemigos mortales- ya estaba dentro el abate Faría, que era en realidad el personaje que el novelista necesitaba: uno de los hombres más ilustrados, ricos y mundanos de su tiempo.

Habría sido inverosímil que Edmundo Dantés se convirtiera en el protagonista ideal aun estando en libertad y por sus propios e ínfimos recursos. Pero mucho menos creíble hubiera sido que lo lograra dentro de la cárcel. Sin embargo, así fue.

Para empezar: ¿cómo hizo Dumas que los dos presos convivieran en prisión si estaban en celdas separadas y en régimen de aislamiento absoluto? El Castillo de If era la cárcel más severa de Francia. Esto permite suponer que el autor escogió a propósito la ciudad de Marsella para cimentar su gran novela con la proeza técnica de una fuga imposible. El abate Faría, preso por causas políticas y uno de los sabios más distinguidos y actualizados de su tiempo no estaba ya en edad de fugarse, y sin embargo lo intentó por un túnel excavado casi con las uñas. Lo que le falló no fueron las fuerzas sino las matemáticas, y al cabo de largos años de trabajo no salió al aire libre sino a la celda de Edmundo Dantés. Entonces se dio cuenta de que no tendría vida para empezar de nuevo, y resolvió que el joven, vigoroso y apuesto marinero lo sustituyera no sólo en la fuga sino también en la historia. En el tiempo desmesurado de la prisión le enseñó la esencia misma de su sabiduría y el modo de ser de la decadente aristocracia europea. Una vez seguro de su obra, le enseñó la forma de escapar: cuando el abate muriera, Dantés sacaría el cadáver del talego de lienzo en que lo pondrían para tirarlo en el fondo del mar, y se metería él en su lugar. Por último, con el aliento final, el abate le reveló al discípulo las claves de un tesoro fantástico escondido en la isla de Montecristo, que lo convertiría en uno de los hombres más ricos y poderosos del mundo.

Es decir: Dumas cambió un personaje por el otro. Es claro que hizo marinero a Edmundo Dantés para que pudiera salir del talego mortuorio con un lastre de rocas en los tobillos, y para que nadara hasta la costa. Cuando llegó la hora, tal como lo habían planeado, lo único que quedaba de su identidad original era el cuerpo de buen nadador, y el resto era el sabio Faría dentro de él. Al día siguiente de la fuga los guardianes encontraron el cadáver del abate en la celda vacía, y descubrieron el túnel hasta la celda contigua, también vacía. Demasiado tarde. A esa hora ya existía en el mundo -creado para el asombro y la memoria de la humanidad- un tercer personaje indestructible: el Conde de Montecristo, dueño de una sabiduría universal, una fortuna incontable y una sed de venganza que no lograría saciar aún después de haber castigado sin tregua ni piedad a sus enemigos.


Escrito por

Jorge Frisancho

Escrito al margen


Publicado en

Redacción mulera

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