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José Carlos Mariátegui: los años del bohemio

Como Juan Croniqueur admiró a la hípica, colaboró en revista para señoritas de la época, entrevistó al temible “Carita” y meditó en el Convento de los Descalzos.

Publicado: 2014-04-17

Cuando José Carlos Mariátegui volvió de Italia en 1923, su madre lo recibió con los recortes completos de sus artículos de juventud. Cuanta la leyenda que él, disgustado al recordar esos escritos, mando que fueran quemados. ¿Qué significaban esos trabajos para que Mariátegui los despreciará y fueran luego agrupados en el periodo llamado “la edad de piedra”? 

Los inicios de "El Amauta" equidistaban radicalmente de su ideología marxista y estaban afiliados a la bohemia artística más provocadora. Para entonces firmaba con el seudónimo de Jean Croniqueur y trabajó, principalmente, en los diarios La Prensa y El Tiempo durante 7 años (de 1911 a 1918). 

Croniqueur era comensal del Palais Concert y compartía con Abraham Valdelomar el interés por la pose y escandalizar a los burgueses (recordemos además que fue uno de los fundadores de Colónida). En muchos de sus actos no deja de atisbarse el drama de los modernistas: periodista por sobrevivencia, se considera un “raro” de gusto refinado a quien la sociedad limeña lastima y atosiga. En este sentido, muchos escritos de Croniqueur han de entenderse como un acto de protesta estética.

Confesiones a Ruth

Juan Croniqueur, a la manera de un Flaubert, tuvo su Cossette en una de sus admiradoras, de seudónimo Ruth (Bertha Molina), con quien mantuvo un intenso epistolario durante 1916. Estas cartas pueden comprenderse como las confesiones de un escritor que admitía haber nacido “sentimental y delicado”.

En ellas hay mucho de la tragedia de un alma que se siente solitaria en un medio que no lo comprende, por lo cual solamente se solaza en la voluptuosidad de los entretenimientos de la época, en el placer como refugio (recordemos así su amor por los circos y la fascinación por la hípica). De aquí el tono de lamentación que mantiene esta correspondencia, sirva sino citar este pasaje:

«Yo también he sufrido ¿sabes cuál será uno los epígrafes de mi libro de versos? Serán los siguientes versos de Chocano:

           Yo no jugué de niño

           Por eso siempre escondo

          ardores que estimulo con paternal cariño.

         Nadie comprende, nadie, lo viejo que en el fondo

         tendrá que ser el hombre que no jugó de niño

Estos versos debieron ser míos. Nos los he escrito yo, porque antes que yo los escribió Chocano. Y a una infancia fugaz, siguió una adolescencia prematura». 

El misticismo 

Juan Croniqueur tuvo una faceta mística que lo llevó a pedir permiso para pasar tres días de febrero de 1916 en El Convento de los Descalzos. Resultado de esta experiencia son unos poemas, de los cuales transcribimos una estrofa del titulado “Elogio de la celda ascética”:

Piadosa celda, guardas aromas de breviario,/

tienes la misteriosa pureza de la cal

y habita en ti el recuerdo de un Gran Solitario

que se purificara de pecado mortal

Posiblemente como le pasara a Pedro Bezukoff, Juan Croniqueur tendía a búsquedas espirituosas que lograran equilibrar una vida que como él mismo repetía a Ruth fue de una “infancia fugaz” y “adolescencia prematura”, dolorosa, es decir.

Norka Rouskaya  

La Crónica del 6 de noviembre de 1917 resaltaba que el Cementerio General había sido profanado el día 4 por un séquito de escritores y Norka Rouskaya, quien bailara la Marcha Fúnebre de Chopin en la madrugada de la capital. El diario La Prensa calificó al suceso como un “macabro diletantismo”. Además de Croniqueur también participaron Luis Alberto Sánchez, César Falcón y Luis Cáceres al violín, entre otros.

Posiblemente impulsados por el decadentismo, los bohemios aspiraban a una representación sensual y mortuoria que escandalizó a la sociedad. El grupo fue llevado a la cárcel pública de Guadalupe, pero a los días estuvieron libres gracias a las gestiones del Dr. Mariano H. Cornejo. En su defensa Juan Croniqueur se refirió a la hipocresía limeña y acusó al vulgo de no comprender la naturaleza artística de aquel suceso. 

                                                             ***

A partir de esta fecha Mariátegui decide abandonar todo vínculo con la estética finisecular y renunciará a su alterego: Juan Croniqueur muere cuando funda el diario Nuestra Época y se inicia en el periodismo político.


Escrito por

Christian Elguera

Escritor y corresponsal de literaturas indígenas en Latin American Literature Today


Publicado en

Redacción mulera

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