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La divina comedia del cielo de Quiñones

Beatriz es reemplazada por el congresista nacionalista  Josué Gutiérrez.

Publicado: 2014-04-16

La lógica parece muy simple: ya que el mar peruano es el Mar de Grau, ergo, el cielo peruano debe llamarse Cielo de José Quiñones. Se trata de héroes nacionales caídos en guerra. El responsable de esta denominación argumentó: "el Perú está en los ojos del mundo” y “el cielo es la mejor vía para llegar"... ¿qué? Parece propaganda de bajo presupuesto, de las que pasaban en RBC.

No saques conclusiones sobre la calidad del Congreso por esta decisión. Si quieres en Twitter lo puedes hacer, ahí la brevedad no salva a nadie. Pero estas denominaciones a las esferas del universo -perdone la concepción arcaica- tienen una tradición en la humanidad, y ha quedado registrada tanto así que hasta ahora podemos señalar nuestro cosmos por medio de cosmovisiones antiguas.

Vincular figuras humanas y elementos cotidianos del hombre con el cielo, el mar, los ríos y la tierra es un procedimiento interpretativo que se basa en la semejanza y simpatía, según Umberto Eco. Es una retórica que ha permitido la construcción de mitologías representativas, y su respectiva simbología, de ciertos momentos históricos. Pensemos en el nombre de las constelaciones mesopotámicas, en la mujer asociada al agua y a los ríos en ciertas mitologías amerindias, las esferas celestes como el 'hábitat' de los dioses en la mitología judía, la tierra y Gaia, etc.

En esos casos, las semejanzas y contigüidades nuestro entorno permite interpretar y trazar el cosmos. Ahora la ciencia permite otros códigos de comprensión.

Incluso estos procedimientos, que se sustentan en las limitaciones culturales de un momento dado, se sofisticaron y ficcionalizaron. Pensemos en la Divina Comedia de Dante, y los nueve cielos del Paraíso, y cómo cada esfera celeste estaba asociada a virtudes espirituales. O si no, pensemos en la mitología judía de los cielos -no la judeocristiana-: el Shamayim, el espacio donde Dios y otros seres divinos habitaban, y que también fue la posada de los muertos.

Pero en el caso del congresista nacionalista -gran salto argumentativo: de Dante al congreso peruano-, Josué Gutierrez, responsable de la iniciativa que denomina al cielo con el nombre de un héroe de guerra, la limitación cultural e intelectual del Congreso es reforzar las apariencias de unidad a través del patriotismo, concepto basado en símbolos hacia los cuales nos enseñan a proyectar deseos, emociones y frustraciones colectivas.

Es tan solo una etiqueta. Los casos que mencionamos son formas de entendimiento del cosmos, según lo que les permitió el horizonte cultural del momento, o acaso sofistificaciones ficcionales que se sustentaron en una cosmogonía y espiritualidad ya existente. Este nombre de Quiñones no busca entender el mundo, y no nos habla de la inmolación del héroe de la guerra peruano-ecuatoriana de 1941. Nos dice más bien que la simbología que el Congreso cree que nos puede unir se sostienen sobre la muerte y la guerra. No se hace patria -si es que esta frase aún tiene sentido- solo a través del sacrificio.

Esta denominación es pura filatelia para el recuerdo. Además, son personajes que emergieron de contextos donde la política exterior estuvo quebrantada por falta de consenso o intransigencias, ¿por qué esa necesidad castrense de evocar indirectamente la guerra? Por mí, que no le pongan nombre. Con mar y cielo es suficiente. Quien quiera aprender de historia que investigue. Quien quiera aprender de geografía, astronomía y religión, que investigue. Quien quiera sentirse unido, mire el cielo como cualquier otra persona. Quien quiera ver los excesos de mantener las apariencias, que mire al Congreso. Esto no es identidad nacional, es un saludo a una bandera llena de valores caducos e insostenibles.


Escrito por

Daniel Ávila

avilamonroydaniel@gmail.com


Publicado en

Redacción mulera

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