“Mi único dogma es la duda”
Poco publicitado por los medios, pero uno de los autores de la última promoción que más interés ha generado, el poeta Carlos Quenaya conversó con LaMula.pe sobre su escritura y su obra.
Modelo de escritura compacta, y con esto quiero decir que tiene la tendencia a exprimir lo más que pueda la sustancia de las palabras, la poesía de Carlos Quenaya (Arequipa, 1984) se caracteriza por hallarse en un permanente estado de incertidumbre ante la realidad que observa y ante el lenguaje que, en más de una ocasión, de herramienta deviene en trampa.
1.
Pese a sus dos libros publicados, Elogio de otra vana invención (Lustra, 2008) y Los discutibles cuadernos (Paracaídas, Tribal, 2012), la postura de Carlos ante su condición de poeta, ante el hecho de escribir literatura, es de completo descreimiento.“En todo caso, me gustaría comenzar a escribir cuanto antes. Tengo el firme propósito de empezar mañana”, responde tajante.
Y si bien es el primero de esta serie de conversaciones en dos tiempos que reconoce que el ser escritor le dota de algo distinto: “Por supuesto. Contra la sombra, un escritor tiene una luz especial”; de inmediato desbarajusta cualquier rasgo de preeminencia o superioridad: “De no enceguecer, es posible verlo desaparecer más o menos cabizbajo, pero en olor a multitud”.
Debido al perfil bajo que ha decidido mantener a lo largo de estos años, la participación de Carlos en festivales o en recitales no ha sido muy recurrente. Pero aquello no ha significado que por parte de la crítica su obra haya sido comentada y también destacada (ejemplos aquí y aquí).
Carlos, como varios de los dedicados a la escritura en nuestro país, se ha dedicado a la gestión de espacios alternativos para la promoción de la literatura y otras actividades culturales. Ha sido editor de las revistas Lego (2001, 2002) y Enemigo Rumor (2005), en Arequipa, y Cuarto de Espera (2005) y Nadie Nada Nunca (2010), en Lima.
2.
Aunque el investigador y escritor Pedro Granados apuntara en la contracarátula del primer libro de Carlos —y es probable que dicha frase ya se haya convertido en una carga para él— que “no escribe como peruano”, por el hecho de que en otros de sus contemporáneos no encuentra “tal independencia de carácter y, por lo tanto, tal promesa de estilo”, la verdad es que no es tan radical la desvinculación entre la obra de Carlos y la tradición poética nacional.
Así, reconoce tres títulos de nuestra tradición como fundamentales y a los que siempre regresa por placer: Trilce, de César Vallejo, La casa de cartón, de Martín Adán, y Vox horrísona, de Luis Hernández. Su lectura, señala, “es una manera de estar en forma y no perder la perspectiva”, y agrega: “Son un recordatorio radical de la escritura como un acto del cuerpo”.
Desde su perspectiva, el resto, comparado con esos libros, “resulta a menudo una impostación, una vitrina de citas y referencias o un museo de sentimientos ya pasados de moda”.
Sin embargo, su tradición personal se halla conformada por algunos autores que provienen de la Filosofía, carrera que estudió en las universidades de San Marcos (Lima) y San Agustín (Arequipa): “Claro, yo también soy fan de Kafka, y de Felisberto Hernández, y de Luchito, también Hernández. Cuando el sueño me esquiva, releo a Pessoa. Y Celan es un misterio grande. Para mis clases, releo a los clásicos. Así, la inteligencia de John Stuart Mill me entusiasma mucho. Y, aunque parezca pose, hoy mismo Kant me puso de excelente humor. Y cuán poco se ha dicho sobre la prosa de Aristóteles. Hannah Arendt es una inspiración permanente. Y sobre Borges tengo un par de elogios que prefiero callar por ahora”.
3.
Respecto al proceso que sigue con su escritura, Carlos comenta que escribe poco y por épocas. Y hace alusión al grafógrafo del narrador mexicano Salvador Elizondo (“Escribo. Escribo que escribo. Mentalmente me veo escribir que escribo y también puedo verme ver que escribo”).
¿Sigue Carlos Quenaya algún dogma o directriz?: “Mi único dogma es la duda: ¿Qué significa todo esto?, ¿por qué persisto?, ¿por qué no persisto?, ¿qué debería hacer para mejorar?, ¿todo esto tiene alguna utilidad?, ¿cómo vine a parar a esta entrevista?”.
Por ahora, dice tener un nuevo libro y que ya está listo sólo “a la espera de la respuesta del editor, que ha tenido el buen gusto de no pronunciarse hasta el momento”.
Frente al futuro, Carlos tiene las cosas muy claras. Por un lado, tiene la “esperanza” de que su obra maestra vea la luz en día; y por el otro, no considera que la escritura pueda ser vista como una carrera. De modo que apunta: “Escribir es una pregunta. Un modo de hablar. Callar también es un modo de hablar. Me gustaría hablar. Me gustaría decir. ¿Cómo podría alguien saber lo que pensará mañana?”.
A continuación, una breve muestra de su obra.
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