Fujimori, el más cínico
El exdictador recuerda el 5 de abril como su momento fundacional. Hoy, cuando el fujimorismo se agrieta, nosotros lo recordamos de otra manera.
¿Cómo quiere Alberto Fujimori que recordemos hoy, 22 años más tarde, el 5 de abril de 1992? Así: “como un hito por donde se enrumbó al Perú hacia la senda de su desarrollo y bonanza económica”. No un golpe, dice el exdictador, hoy reo condenado, sino “medidas excepcionales cuyo único y fundamental propósito era la preservación del Estado de Derecho y la Democracia en el Perú”.
Estas declaraciones, que en realidad no son novedad ni deberían sorprendernos, las ha dado Fujimori en una de sus acostumbradas cartas a la nación desde el penal del Fundo Barbadillo, difundida ayer. Hace tiempo que el fujimorismo ve el 5 de abril como su momento fundacional y lo celebra como se celebran las grandes efemérides, aunque muchos otros peruanos lo vean como el inicio de la dictadura más corrupta de nuestra historia
Pero la cereza del pastel es esta: “en la cárcel permanece quien reconstruyó al Perú económicamente, quien lo pacificó, quien logró el Acuerdo de Paz con Ecuador y trabajó incansablemente en todo el territorio nacional”, dice también la carta de Fujimori. Es decir, para él se trata de una nueva ocasión de victimizarse y enfatizar la supuesta injusticia de su encarcelamiento.
Lo dicho, estas declaraciones no son nuevas y no sorprenden. Pero el contexto quizá sí sea distinto al de años anteriores. Hoy, las grietas al interior del movimiento fujimorista -a fin de cuentas, una aglutinación de grupos e intereses que no siempre concuerdan, y que con frecuencia se contraponen- se están haciendo más evidentes de lo que han sido en mucho tiempo, y es muy poco probable que en el contexto de la carrera hacia las elecciones del 2016 (que ya ha empezado) esa tormenta amaine.
De hecho, la señal más clara de este renovado distanciamiento la ha dado el propio exdictador, ordenando a su abogado William Paco Castillo la adquisición de un kit electoral a finales de febrero. Castillo inscribió entonces un nuevo movimiento, “Avanza Fujimori Libertad”, con miras a las elecciones municipales y regionales de este año, y a las presidenciales más adelante.
La verdad es que el fujimorismo siempre ha sido una compleja maraña de grupos y grupúsculos, y el nacimiento de uno nuevo no tendría por qué ser especialmente significativo. Pero este sí parece serlo. Porque, a juzgar por las declaraciones y comentarios a media voz que lo han acompañado, la intención es reafirmar el “liderazgo histórico” del fundador (léase, su reclamo de libertad) en contra de tendencias que persiguen un interés distinto.
Es decir, el “neofujimorismo” de la heredera aparente, Keiko Fujimori, quien de cara al 2016 parece haberse dado cuenta que levantar la excarcelación de su padre como principal bandera de combate es una mala jugada, y busca distanciarse en la medida de lo posible del historial comprobado de corrupción y delitos de lesa humanidad por el que su padre continúa siendo juzgado.
Así, pues, tanto la carta difundida ayer como la inscripción de su nuevo frente son en realidad actos de puro interés personal, disfrazados de política. El convicto Fujimori quiere salir de la cárcel, y sabe que la candidatura de su hija ya no es su carta más segura para conseguirlo. No tendrá el más mínimo tapujo en sabotearla si es necesario. Y, de hecho, se está preparando para hacerlo.
Para repetirlo una vez más, nada de esto debería sorprendernos. Hoy, 5 de abril, es bueno recordar el cinismo de Alberto Fujimori, quizá nunca mejor expresado que en esta misma fecha hace 22 años. Porque, como ahora, Fujimori justificó sus actos de entonces como una "defensa de la institucionalidad". A la luz de los hechos posteriores, incluidos aquellos por los que fue juzgado y condenado, aquellos por los que su juzgamiento continúa, y muchos más que no debemos olvidar, esas palabras son sorprendentes por su profunda mendacidad.
Aquí las tienen, por si las estaban olvidando.
Y la segunda parte:Y también para la memoria, este reportaje que no por antiguo debe ser olvidado, en el que se deja bien en claro cómo fue el proceso del autogolpe fujimorista y cuál es la institucionalidad de la que entonces estaba hablando el dictador.