¿Martha Chávez también es crítica literaria?
La parlamentaria por Fuerza Popular, en su afán por acometer contra la figura de Mario Vargas Llosa, comentó brevemente sus impresiones sobre algunas de las obras del Nobel de Literatura.
Hoy por la mañana la congresista Martha Chávez, cuando brindaba algunas declaraciones a los periodistas, ofreció involuntariamente unas acertadas clases de cómo no hay que leer la literatura contemporánea.
El error de Chávez ha sido el hecho de trasladar los valores —que ella encuentra, lo cual no significa que necesariamente estén allí— de la persona a la obra (la transcripción de sus palabras es la siguiente, entre los minutos 02:42 y 03:12 del video que acompaña esta nota):
“Si uno lee la obra del señor Vargas Llosa que yo jamás...—en el colegio me obligaron a leer La ciudad y los perros—, pero cuando he querido leer luego no he soportado tanta morbosidad y tanta tontera. Las deslealtades que este señor ha expresado en La tía Julia y el escribidor, en Como el pez en el agua [sic] son propias de una persona que tiene una ruptura emocional y que, incluso, no creo que quiera al Perú. El Perú le duele. El Perú le duele. Así que todo lo que él pueda hacer en contra del Perú, creo que lo va a hacer”.
¿Por qué es un error? Porque desde mediados del siglo XIX, y sobre todo en el segundo cuarto del siglo XX, la teoría literaria se ha esforzado por demostrar una y otra vez que se tratan de dos dimensiones distintas: una que corresponde al autor real o fáctico, y otra que corresponde al autor textual. Debido a la confusión —cabría decir necedad— de creer que lo que aparece escrito en primera persona o con una cierta base biográfica, o con referentes históricos reconocibles, se ha enjuiciado, encarcelado e incluso maltratado a más de un escritor.
El caso más paradigmático de estas graves confusiones la protagonizó el dramaturgo irlandés Oscar Wilde. El marqués de Queensberry, padre de Alfred, el joven amante de Wilde, abrió una demanda contra el escritor, acusándolo de pederasta. Además de las cartas intercambiadas entre la pareja, los fiscales confrontaron a Wilde con algunos pasajes de El retrato de Dorian Gray porque desde sus decimonónicas y victorianas miradas reafirmaban la condición 'perversa' de Wilde.
Pero regresemos al Perú del siglo XXI. En las dos obras que Chávez nombra de MVLL existe una innegable base autobiográfica.
Como se recuerda, La tía Julia y el escribidor tiene como eje principal la historia de un aprendiz de escritor llamado Mario que sostiene un romance con su tía política Julia. También está la historia de Pedro Camacho, un guionista de radionovelas, y que sirve de complemento al argumento central. En este caso, la coincidencia de nombres entre el protagonista narrador con el autor del libro puede llevar a pensar que se trata, no de una novela, sino de una confesión. Pero basta que se presenten algunos rasgos de ficcionalidad —como lo es la existencia de Pedro Camacho— para que todo ese mundo representado deje de pertenecer a esta realidad y se genere uno nuevo al amparo de la ficción.
Mientras que El pez en el agua, como es en verdad su título y no tal cual lo cita la congresista Chávez, se trata de unas memorias escritas alrededor del binomio hombre público (político y escritor) / hombre privado (hijo y padre de familia), y que por su naturaleza no pretenden aspirar a una descripción fidedigna de los hechos. Es la visión de un individuo sobre una época determinada. No un documento científico con intenciones de objetividad. Así que, aun si MVLL quisiera decir la verdad, sólo podría transmitir su verdad.
La lectura de Martha Chávez de la obra de Vargas Llosa, además de obligada (como confiesa orgullosamente), es sesgada. Porque confunde niveles textuales que tienen estatus independientes entre sí. Porque emite una sentencia sobre la persona (el autor real) a partir de lo registrado en la obra (el autor textual). Porque cree que es posible afirmar sin titubeo alguno cómo es el universo interior de un sujeto a partir tan solo de su escritura ficcional. Y porque antepone su ideología a la calidad del texto. Del mismo modo como hicieron los nazis que a casi medio siglo de arte europeo —el expresionismo, el cubismo, el surrealismo— calificó de "arte degenerado".
PD: Si alguien está interesado por algún estudio serio sobre la influencia de la autobiografía en la conformación de las ficciones vargasllosianas, un título recomendable —entre los centenares que se han escrito sobre el Nobel peruano— es El Perú en la memoria (Red para el desarrollo de las Ciencias Sociales, 2006), de la investigadora peruana Cecilia Esparza.
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