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La cronista que reporta desde la intimidad

Una conversación con la escritora peruana Gabriela Wiener sobre su libro 'Nueve lunas'

Publicado: 2014-03-29


– ¿Pero tú no eras rubio? –pregunta Gabriela Wiener antes de comenzar la entrevista.

Han pasado algunos años desde que la conocí, en Barcelona, y que leí Nueve lunas, la estupenda crónica sobre el embarazo de su hija Lena. Y ahora, al lado del bar del hotel donde se aloja, la encuentro disfrutando del revuelo mediático que ha generado la Cátedra Vargas Llosa en Lima.

Atrás, en el vestíbulo del hotel, escritores se encuentran, se abrazan efusivamente, se escucha a alguno de ellos que apostilla: “como decía Borges…” Entre los que pasean y conversan se encuentran: Fernando Iwasaki, Jorge Eduardo Benavides, Juan Gabriel Vásquez, Fernando Ampuero, Piedad Bonnett, y Leila Guerriero.

– Debe ser un coñazo estar respondiendo a preguntas, de entrevista en entrevista.

– Había ido antes a otros congresos en otros países, pero nunca me habían recibido así en Lima, si hasta me han alojado en el hotel.

Lo dicho, la Wiener lo disfruta. Y se ha vestido para disfrutarlo. Amplias gafas negras, el pelo largo, la boca de rojo, la camisa, los shorts verdes, las sandalias con tacones. Está súper fashion. Una palabra en inglés se me viene súbitamente a la cabeza: underdressed.

No estoy vestido a la altura.

No deja de llamar la atención el tránsito de la Gabriela Wiener desde Sexografías. En aquel momento la audacia de Wiener para experimentar en carne propia las historias que luego contaría parecía no tener límites: de pasar a vivir unos días en la casa de Badani y sus siete mujeres, a clubes de swingers, de visitas a penales a levantar las sábanas de los presos y destapar las múltiples formas como se vive la sexualidad en una cárcel, a las fantasías sexuales y los intercambios entre las mujeres embarazadas y, tal vez, la más siniestra y radical de todas: prestar su cuerpo a la industria médica y convertirse en una donante de óvulos.

“Adiós ovocito”.

Pero ha pasado un tiempo desde que Gabriela Wiener comenzara a dejar el periodismo kamikaze de Sexografías y comenzara a relatar la crónica de su cotidianidad: los meses de su embarazo, las performances de escritura con su pareja, el también poeta Jaime Rodriguez Z. Sin duda algo en la maternidad contribuyó a que así fuera.

Desde que leí Nueve lunas han transcurrido tres años, y tres escenas de este relato en tiempo real de un embarazo se me han quedado grabadas poderosamente en la memoria.

La primera es, nada más comenzar a leer, una mención hilarante a unas tetas súper numerarias. Imposible resistir la tentación de preguntar si de verdad las tetas de Gabriela tienen poderes sobrenaturales. Es lo que me decía mi madre, responde:

– ¡Allí reside tu poder!

Gabriela habla entonces del pasado militante de su mamá, de cómo a las mujeres las perseguían y las mataban por brujas, precisamente por cosas como tener tetas súper numerarias, y de la solidaridad femenina de los aquelarres pasa a mencionar comunas de mujeres al sur de Madrid, donde cada mujer es madre de los hijos de las otras y cada hijo tiene, no a una, sino a varias madres, y todas comparten el enorme peso de la crianza.

– Los hijos son del mundo –dice.

Y sigue: que a pesar de lo fabuloso de la maternidad, no tendría más hijos, que la crianza supone una pérdida constante que comienza en el mismo momento del alumbramiento, algo, que había sido parte de tu cuerpo, ahora ya no lo es. Hay una entrega, pero también un drenaje permanente.

Si un hombre cualquiera quisiera comprender a cabalidad lo que sentiría de estar embarazado tendría que leer Nueve lunas. Y algo que llama poderosamente la atención acerca de este libro, es que sería muy difícil encontrarle un precedente, al menos en la literatura en castellano. Gabriela explica que hasta hace muy poco, sobre el embarazo, si acaso, podían encontrarse algunos libros de autoayuda, y que incluso algunos amigos suyos regalaban Nueve lunas a sus primas en cinta: toma, este libro te va a ayudar.

– El embarazo sencillamente no era un tema literario.

– ¿Y cómo es que decidiste publicar un libro sobre él?

– Un día Sergio Vilela (editor de Planeta en Perú) me dijo que me publicaba un libro

Gabriela había publicado Sexografías hacia unos meses y, por si fuera poco, estaba embarazada. Señaló la panza que le crecía, y respondió: 

- Lo único de lo que podría escribir en este momento es sobre el embarazo

Y así fue como Nueve lunas vio la luz.

La segunda de las escenas de Nueve lunas es aquella en la que la protagonista conversa con su pareja acerca del nombre que le pondrán a su hijo o a su hija. El chico dice que, si finalmente es un niño, le gustaría que su hijo se llame Luke. De tal forma que en algún momento pueda abordarlo como Darth Vader abordó a Luke Skywalker en las escenas finales de El imperio contraataca: “Luke, yo soy tu padre”

Gabriela responde que es lo que tienen los hombres, los escritores, de nuestra generación, frikis obsesionados con el Barça, los cómics o la cultura popular, qué se le va a hacer.

Finalmente fue una niña, y se llamó Lena, como la aguerrida protagonista de Luz de agosto, la monumental novela de Faulkner.

En Nueve lunas aparece un elemento nuevo respecto de Sexografías. En la parte final del libro hay varios párrafos, pequeñas escenas, y en una de ellas Gabriela y Lena juegan a esconderse de papá, comparten la travesura, y se ríen. En esa escena cotidiana vibra una enorme ternura.

De eso, finalmente, van las crónicas, dice Gabriela (aunque no específicamente refiriéndose a la ternura): van de contar lo más trivial de los grandes personajes, y la épica en la vida de las personas comunes y corrientes.

– Que no escuchen eso mis amigas –dice, riendo, puesto que sus amigas aparecen en varios de sus textos– porque me matan

Acaso Gabriela Wiener en Nueve lunas haya abandonado, pues, el periodismo, y pasado a una literatura de los padres y los hijos, una narrativa de la intimidad, emparentada a El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia de Patricio Pron, o Formas de volver a casa, de Alejandro Zambra antes que la nueva crónica latinoamericana. Una intuición que parece se confirmará con la próxima publicación de tres libros.

Se trata de Llamadas perdidas, un libro de ensayos cortos, y un álbum ilustrado para niños que ha confeccionado junto con la ilustradora italiana Paola de Grenet, que aparecerán en la próxima Feria del Libro aquí en Lima; y con la editorial Bella Varsovia, Gabriela publicará en España un poemario, se trata de poemas que tenía escritos desde los veinte años, más otros que han ido sumándose con el correr del tiempo.

Veremos entonces.


Crédito de la foto de la portada: Alejandra Devescovi


Escrito por

Gabriel Arriarán

Periodista.Interesado en temas de trata de personas, corrupción del Estado y minería informal.También en literatura y arte. @gabrielarriaran


Publicado en

Redacción mulera

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