Un acercamiento a Carlos Yushimito
A propósito de la publicación de su nuevo libro, "Los bosques tienen sus propias puertas"
Según Hemingway lo más importante en un relato nunca debe ser contado, pero debe estar en él, en el espacio que dejan las palabras. Quizá este sea un buen comienzo para hablar de los textos de Carlos Yushimito (Lima, 1977), a propósito de la publicación, en Perú (Peisa) y España (Demipage), de su más reciente libro Los bosques tienen sus propias puertas.
Pero vayamos por partes. Desde sus inicios Yushimito despertó el interés de la crítica y le bastó la aparición de su primer libro Las Islas ([Sic], 2006) para ser elegido en 2010 por la Revista Granta de Inglaterra como uno de los escritores latinoamericanos más importantes de la actualidad. Luego llegaría la publicación en España de Lecciones para un niño que llega tarde (Duomo Ediciones, 2011), que reúne el El Mago (Sarita cartonera, 2004), cuentos de Las Islas, y nos presentaba una selección de cuentos inéditos, casi todos ambientados en lugares marginales del Brasil. Aunque eso por sí mismo no estoy seguro de que sea lo más importante o simplemente responda a un asunto meramente incidental (solo en el punto de la elección del país, del mismo modo pudo haber sido Canadá, por ejemplo) con la finalidad de plasmar el reflejo de un desplazamiento, un movimiento de desterritorialización. Es importante resaltar que desde otra perspectiva, antes que la mirada realista de un país violento, por ejemplo, lo que señala Yushimito es que el lugar de la ambientación de los cuentos presupone un movimiento migratorio del sujeto en torno a quien se desarrolla la acción y la historia. Este sujeto ingresa a este nuevo territorio, se instala en un mundo de significantes donde lo que le antecede, y está restringido a su experiencia (bagaje cultural, como quiera llamársele), no es relevante y debe, entonces, aprehender rápidamente los códigos y reglas del juego que se le plantea; como si al ingresar a este nuevo espacio entrase en un sueño o pesadilla y empezara a vivir una realidad alterna.
Paulatinamente, como la premonición de un desastre, el escenario irá cambiando y el mundo posible planteado, el territorio ajeno al que ha llegado el sujeto o los personajes de estos cuentos, irá transformándose hasta desmoronarse. En Lecciones para un niño que llega tarde Yushimito nos presenta esta mirada que distorsiona la realidad que se le plantea como algo dado. Lo hace casi siempre de un modo contemplativo y nunca se dedica a explicar, no es necesario ya que todo (y nada) se encuentra en la narración misma (recomiendo particularmente los cuentos: «Lecciones para un niño que llega tarde», precisamente el cuento que da título al conjunto, «Seltz» y «Tinta de pulpo»), y sin embargo todo está siendo cuestionado a cada momento mediante la construcción magistral de una (y varias) atmósferas que dan cuenta del desconcierto en el que es insertado, ingresado, el personaje de sus cuentos. Esto lo realiza recurriendo a un lenguaje siempre claro y sencillo y no por eso desprovisto de una carga poética que, a pesar de todo, jamás llega a sentirse meliflua o excesiva. Y es que si hay algo en Yushimito que lo destaca, precisamente, de otros escritores talentosos de su generación es esta maestría que tiene para construir atmósferas de una sutileza tal que a veces la historia y la acción pasan a un segundo plano, ponderándose el tiempo del discurso por sobre el de la narración, y transmitiéndonos un sentimiento, un estado de ánimo, un color si se quiere, antes que un conocimiento, aunque todo lo anterior también es conocimiento, claro está, pero apela a uno parecido al que hallamos en un gran poema, por ejemplo; y el poema no dice, sugiere. No. Al Yushimito de la primera etapa, aquel que queda registrado en Lecciones para un niño que llega tarde no le interesa mostrarnos cómo lleva a cabo su acto de magia, el prodigio. No ofrece respuestas, solo orfandad.
Pero si en esta que llamaremos la primera etapa de la escritura de Yushimito lo preponderante era el desarrollo de atmósferas a través de un trabajo, que podría calificarse de preciosista, con el lenguaje, y que lo llevó a configurar un estilo personalísimo, que apela siempre a mostrarnos la belleza de la expresión, el deleite por la palabra como contenedora de universos y texturas únicas, incluso en medio de la historia más sórdida, creando, en el acto, un contrapunto de sensaciones que condensa las distintas dicotomías que rigen nuestra percepción de la realidad; en Los bosques tienen sus propias puertas Yushimito decide regodearse menos en la generación de atmósferas y ambientes para presentarnos sobre todo historias en las que da un paso adelante en el ejercicio de narrar, de contar una historia más eficaz y concreta, hasta cierto punto más afectiva, nunca efectista: en Los bosques tienen sus propias puertas, Yushimito es menos prosista y más narrador.
Aunque esto no es una negación de ciertos tópicos y motivaciones que mueven a Yushimito, pues, como entre el sueño y la vigilia, el momento en que aparecen ángeles y fantasmas, leer uno de sus cuentos supone una experiencia cercana a una exploración de nuestro inconsciente, a la manera del mejor Allan Poe; aunque su fijación no sea lo escabroso sino la experiencia del borde en sí misma, como es cotejable en su más reciente libro. Pero más que un tipo de narrativa que explora el policial o la novela negra, Los bosque tienen sus propias puertas da cuenta de cierta dosis de narrativa cientificista, motivada por la razón como develadora de misterios, como luz que guía en la oscuridad (a la manera de Poe, de Conan Doyle). Del conjunto destacan los cuentos «Flechado por Tocantins», una suerte de policial en distintos niveles narrativos en el que se explora los límites de la ficción y el género fantástico y el autor realiza una prodigiosa inversión de planos discursivos que termina por dejarnos en un estado de suspensión; «Rizoma», un cuento de zombis en que lo racional se erige para estructurar un mundo al revés, aunque también, en alguna medida, este relato se presenta como una sátira contra el boom gastronómico peruano y la falacia que este propicia en el momento de pensarnos como nación, como sociedad; y el cuento que da título al conjunto, en que creo entrever una especie de guiño con el nuevo proyecto narrativo de Yushimito, pues el personaje principal de este texto, Zoe Klim, habrá de experimentar una transformación, del mismo modo que el personaje en una novela o la oruga que habrá de convertirse en pupa para luego renacer como mariposa (el personaje principal de la novela de Yushimito es un entomólogo), y del mismo modo que ciertas mariposas que solo viven por un día, Zoe Klim cambiará para ser partícipe de una revelación y luego habrá de marchitarse.
Con este libro Yushimito da cuenta, de un modo plenamente logrado, de sus múltiples capacidades expresivas y en varios de los textos que lo conforman cumple con los tres requisitos del cuento: sorprender, generar tensión y emocionar al lector.
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