Las vehementes formas de Charo Noriega (y una Postdata)
Aún hay tiempo para visitar la interesante muestra doble de artistas de los 80s que presenta Euroidiomas.
Hasta este 31 de marzo hay tiempo de visitar la interesante muestra doble presentada por la Fundación Euroidiomas en su local de Miraflores. Se trata de Reflexio/Vehemens, una serie de trabajos recientes (2013-2014) de la artista Charo Noriega (Talara, 1957), acompañada por Postdata, donde se reúne una breve selección de piezas contemporáneas a cargo de figuras notables del mismo grupo generacional al que Noriega pertenece -artistas surgidos a la escena a finales de los años 70 y principios de los 80-, que la dan contexto a sus exploraciones actuales y dialogan con ellas: Juan Javier Salazar (con dos instalaciones), Cuco Morales, Lucy Angulo, Enrique Polanco, Herbert Rodríguez y Armando Williams (con una pieza cada uno). .
Estas dos exhibiciones han sido promocionadas y reportadas como independientes entre sí, y en buena medida lo son. Pero de mayor interés resultan, como veremos, sus conexiones. Porque lo que presenta aquí Noriega es el producto de un esfuerzo estético que se ha decantado hacia búsquedas formales rigurosas y ha ido dejando de lado las urgencias políticas y sociales del contexto en el que surgió, y la sutil curaduría en Postdata de obras por sus coetáneos, compañeros suyos tres décadas atrás en aventuras como la del taller Huayco E.P.S. y el festival Contacta, entre otras, nos permite apreciar el modo en que esas mismas búsquedas informan el trabajo actual de este grupo de creadores, sin duda representativos de aquella promoción.
La serie de trabajos que Noriega exhibe en Reflexio/Vehemens es una exploración, de base clásica, de una figura convencional en las artes (y en la literatura): la rosa, presentada en una sucesión de esquemas cromáticos y modos expresivos que varían sólo sutilmente, sin abandonar en ningún momento su tono mesurado y su corte convencional. Las flores y formas orgánicas de Noriega, hechas en óleo y espátula sobre lienzo, podrían ser entendidas casi como ejercicios compositivos y cromáticos, reelaboraciones académicas de una figura central a la retórica del arte figurativo, notables sobre todo por su excelencia técnica.
Pero no lo son, o no son únicamente eso. Las composiciones que encontramos en Reflexio/Vehemens están siempre intervenidas mediante dos mecanismos que se repiten: el espacio compositivo en el que habitan estas rosas pictóricas se nos presenta ya sea enmarcado por formas gráficas de representación, ya sea interrumpido por ellas, con líneas que atraviesan el plano y lo dividen casi sin dialogar con él. Esta fracturación del espacio de representación visual ha sido una constante en el trabajo de la artista en años recientes, notablemente en los collages pictóricos que presentó en Ergo Sum, en La Galería (2011)
En Reflexio/Vehemens, las formas gráficas que intervienen cada cuadro son derivadas directamente (y explícitamente) del arte tradicional de culturas amazónicas peruanas, y su sola presencia basta para denotar la intención de Noriega en este proyecto: lo que Reflexio/Vehemens pone en escena, y en juego, es la coexistencia en el campo pictórico de dos modos de representación que son dos anclajes culturales claramente determinados.
El texto curatorial que acompaña la muestra, por Issela Ccoyllo y Carolina Estrada M., hace hincapié en las relaciones que Noriega busca entre las “formas orgánicas” de sus flores y los elementos gráficos del arte amazónico con que interviene sus cuadros. Me parece, sin embargo, que la cosa es en realidad más compleja: esa gráfica se relaciona aquí no con la forma orgánica en sí misma, sino con su representación, algo que la serie enfatiza con sus variaciones técnicas y sus distintas aproximaciones cromáticas dentro de un formato que prácticamente no cambia. Es decir, se trata de interacciones formales en composiciones que son a la vez de continuidad y de ruptura, y que no enfatizan el posible simbolismo de su convivencia en el lienzo ni promueven en los espectadores una lectura alegórica.
Así, quizá el aspecto más notable de esta serie sea la sutil insistencia con que Noriega se mantiene en el campo de la pintura, de lo estrictamente pictórico (y gráfico), para desproveer de contenidos externos (sociológicos, etnográficos, políticos) a su propuesta: aunque el tema intercultural se plantee de entrada y sea inevitable en la mirada del espectador que se confronta con estas composiciones, Noriega parece estar apuntando hacia el terreno más básico en el que ese tema puede ser trabajado como tema del arte, quizás su “grado cero”, evitando cualquier énfasis en los contenidos y negándose a la estridencia tal como se niega a guiar nuestra interpretación. Como decía líneas arriba, este es un trabajo de decantación y depuración, un destilar de contenidos y discursos, y un ejercicio de disciplina estética admirable. Y su resultado es un conjunto de pinturas de primer nivel que piden ser vistas y aprehendidas primariamente como tales.
Decía también que Postdata le da un contexto especial a la muestra de Noriega, y creo que es uno que va mucho más allá de la mera coincidencia generacional. Inteligentemente seleccionadas por la curaduría, y aunque breve, la selección reunida aquí muestran una continuidad de intereses en el trabajo de Noriega y el de estos destacados contemporáneos.
Como las rosas de Noriega, la pieza sin título de Cuco Morales es una bien cuidada, bien ejecutada exploración formal de la figura de una flor, esta en acrílico sobre lienzo; “Navegando detrás del espejo” de Lucy Angulo, hecha en la misma técnica, hace lo propio pero mueve la representación de formas orgánicas, vegetales, hacia un gesto más abstracto que sin embargo recuerda la figuración de Noriega, en especial aquella en la que su paleta se limita a un rango de grises y tierras.
Entre tanto, el interés que Reflexio/Vehemens demuestra por los elementos gráficos está emparentado tanto con el detallado trabajo de Armando Williams (“Solo existe el lugar”, un dibujo a lápiz de color sobre dos láminas de papel vegetal que hace excelente uso de la semitransparencia de su medio) como con la más directa y declarativa propuesta de Herbert Rodríguez (“50 caras”, un colorido panel de máscaras o rostros de resonancias vanguardistas y expresionistas, calculadamente ordenados en cuadrícula).
Finalmente, la exploración cromática expresa en la serie Reflexio/Vehemens, que se mueve en una paleta amplia y de variadas intensidades, puede emparentarse de maneras indirectas con la misma búsqueda en el trabajo de Enrique Polanco, representado aquí por “Galería La Fuente”. Polanco, quizás el pintor más destacado de esta generación, es entre muchas otras cosas un gran maestro del color, uno que usa la variabilidad cromática como mecanismo expresivo y como elemento estructurador de la composición; dos cosas que Noriega también hace, si bien más quietamente, en esta serie.
Las dos instalaciones aportadas a Postdata por Juan Javier Salazar (“Conchal”, 1990-2011 y “Marciano”, 2009) son más difíciles de encuadrar en este esquema de parentescos, pues en realidad sólo conectan con el más singular, o insular, de los trabajos exhibidos por Noriega. Las dos entradas de Salazar tienen un contenido autobiográfico; en especial, “Conchal”, que forma una escultura/instalación con desechos de la vida cotidiana de su autor, como chapas de cerveza y colillas de cigarrillo, sobre un soporte de malla de gallinero.
De manera quizá similar, “Vehemens 80s”, la única pieza no pictórica en Reflexio/Vehemens, reúne de manera instalativa referentes de la experiencia de la artista en aquella década fundacional: desplegados sobre el piso, cuidadosamente enmarcados como piezas individuales pero en conjunto dispuestos como ruinas o fragmentos, encontramos trabajos producidos por la artista durante su participación en Huayco E.P.S.: un boceto para su autorretrato como niña, “Charito”; su “Vallejo doble” en témpera sobre papel; su retrato de Sarita Colonia; su Mariátegui.
Esta instalación está fechada entre 1981 y 2013, y su presencia casi literalmente central en una muestra de trabajos producidos con posterioridad a ese periodo nos obliga a reinterpretar nuestra lectura de estos últimos, o al menos a matizarla. Pues recoloca las exploraciones formales de las que hablaba antes en el contexto de su trayectoria inicial y establece un vínculo por lo menos aurático (y yo sospecho que mucho más) con esos fragmentos de memoria artística con los que la práctica contemporánea de Charo Noriega quiebra de muchas formas, y a los cuales sin embargo nutre de sentido, ahora sí más allá (o más acá) del interés en la forma.
La muestra puede visitarse en la galería de arte de la Fundación Euroidiomas, Calle Libertad 130, Lima, de 9 a 6 pm. El ingreso es libre.
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