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"Para construirse como persona, hay que limpiar lo que tenemos tapado"

Una entrevista con Sergio Llusera, director de la nueva puesta en escena de "¿Quieres estar conmigo?", un clásico del teatro peruano de los 80.

Publicado: 2014-03-29

He tenido la suerte de entrevistar a Sergio Llusera, quien generosamente ha respondido algunas preguntas que su puesta en escena de ¿Quieres estar conmigo? me han generado. Con esta conversación y la convicción de que obras como esta pueden, como a Sergio le sucedió, cambiar la vida de las personas, inicio una serie de entregas relacionadas a este fantástico arte, que en el Perú vive una nueva época dorada gracias al trabajo de jóvenes dramaturgos y colectivos teatrales como Viaexpresa. Cada una de estas entregas tendrá dos partes: una conversación con el director y un texto en que les comentaré las percepciones que la puesta en escena me ha generado.


¿El primer amor nunca se olvida? Cuentas en el encarte de la obra que te animaste a montarla luego de 26 años porque fue esta la obra que te hizo decidir hacer teatro…
Esta obra fue mi primer amor con el teatro. Entonces no pensaba que algún día estaría haciendo teatro, como actor y director. Simplemente me enamoré del teatro, de sus posibilidades, de la capacidad de “tocarte” que tiene, tan diferente al cine porque es en vivo ―al menos para mí esa es la diferencia principal―, te afecta de un modo más concreto. Supongo que tiene que ver con eso de las neuronas “espejo” que generan empatía con las emociones que ves y a partir de eso puedes comprender qué está viviendo ese otro que está frente a ti. Eso depende de si el trabajo en escena es honesto. Si no lo es, el teatro puede ser absolutamente insufrible, también.
El motivo de la fiesta sirve para presentar a estos jóvenes en sus verdaderos roles: como jóvenes, a fin de cuentas, con diversos intereses, algunos más altruistas que otros (como Alberto y Charo que creen en la revolución), ciertamente, pero en el fondo se trata de muchachos que empiezan a jugar a ser adultos debido al contexto. ¿Crees que la fiesta marca un cambio de rumbo en los personajes que dejan de jugar a representar roles (en algunos casos) para empezar a vivir una vida hasta cierto punto predestinada?
Sí, es como un rito de iniciación, como las fiestas de carnaval donde todo está permitido por un día y aparecen pulsiones invisibles, incluso para quienes las poseen. Creo que la fiesta, en la obra, significa el que cada uno de los personajes comience a aceptar sus propias búsquedas personales, inicie su único y particular viaje. Es un detonante, en ese sentido. Sin conciencia de ello, claro, como muchas veces sucede en la vida. No diría predestinado, sino más bien en consecuencia con lo que cada quien es o desea ser.
En un momento climático de la obra, al menos para la relación de Marcela (Vera Castaño) con Miguel (Emanuel Soriano), este menciona (aceptando por primera vez su identidad): “Hay cosas que no pueden prometerse”. ¿Es este un gesto de madurez, de aceptación o de derrota? Encuentro un guiño a la promesa incumplida de país.
De madurez, de aceptación. Creo que es una buena metáfora para el país en el sentido de que hemos construido muchas veces castillos en el aire. Creo que es mejor pisar tierra firme y avanzar sobre lo que es real. Para ello hay que limpiar lo tapado, visibilizar lo invisible, para saber qué se es, con qué se cuenta. A partir de ahí, solo de ahí, creo que es posible construirse como persona, como colectivo.
En otro momento Charo (Daniela Baertl) menciona: “No me estoy yendo, estoy buscando algo”. ¿El contexto de los años 80 planteaba una suerte de determinismo en el que la única salida posible era una salida literal, como irse del país, por ejemplo? ¿Qué otros puntos de fuga eran posibles vislumbrarse entonces?
Creo que tanto el irse como el quedarse son opciones válidas, no son escapatorias. El problema estaba en que para algunos era más sencillo que para otros, como siempre ha sido. Creo que la idea de sobreponer el desarrollo personal al de un territorio-nación (que son conceptos, finalmente, construidos) ya no es tan cerrada. Eso no significa no comprometerse con el espacio donde vives y con el que compartes referentes que configuran tu identidad. Pero existe un ámbito de desarrollo personal fundamental. La obra cuestiona algunos dogmatismos que existían en aquellos años respecto de la necesidad de sacrificar lo personal por lo colectivo. La pregunta sería si eso, a la larga, es bueno o malo para lo colectivo.
Tu puesta en escena mantiene el marco de tiempo en que se desarrollan los hechos, del 78 al 88, tal cual fue estrenada hace 26 años; sin duda es el retrato de una época, al menos para algún tipo de ciudadano, el de la clase media, la clase universitaria en términos hegelianos. ¿Esta obra siempre se planteó como una especie de crítica, o autocrítica de clase, sobre todo tomando en cuenta que ideológicamente los cambios en el statu quo tradicionalmente vienen o se espera que vengan de este sector?
Creo que sí, creo que es una autocrítica, pero también ―con la distancia del tiempo― un reconocimiento de que la situación era tan apabullante que quizás no hubo posibilidad de obrar de manera distinta, dadas las herramientas con las que se contaba. En todo caso, el problema del Perú sigue siendo, de una manera u otra, el mismo: la falta de una amplia clase media educada que sea el motor del cambio social.
En cuanto a tu puesta en escena, ¿qué elementos se han agregado a las dos temporadas que fueron dirigidas anteriormente por Roberto Ángeles? El tema de los videos para realizar el contrapunto entre los jóvenes que representan el espíritu ochentero y la actualidad de algunos jóvenes ochenteros de carne y hueso casi treinta años después, ¿es algo que ya estaba, al menos, en la anterior temporada?
Los videos han sido una propuesta de mi parte, para escapar del riesgo de que la obra se convierta en una pieza costumbrista. Y como para seguir ―de alguna manera― con el recorrido que pudieron tener algunos de los protagonistas de la obra después de 26 años. Fueron pensados para poder mirarnos hoy y no pensar en un pasado nostálgico y bucólico únicamente.
Eso actualiza la obra, la trae a nuestros días…
El teatro debe hablar, a mi entender, a los espectadores que ven la obra hoy, de manera directa, interpelándolos frontalmente.
¿Consideras que exista una obra peruana que dé cuenta de lo que vino después del mismo modo que ¿Quieres estar conmigo? da cuenta de los años 80 peruanos, o limeños más concretamente?
No de esa manera. Hay diversos textos ambientados en el Perú de los 90. Recuerdo algunos de Eduardo Adrianzen, de Alfredo Bushby, de Mariana de Althaus; entre otros. Pero no sé si algún otro texto haya hablado de una década y de una clase social tan definidamente de nuevo. Creo que la realidad ahora es más compleja y, por tanto, sutil. Coexisten diversos universos en nuestro cotidiano que, en los 80, dado lo extremo de la situación, no se manifestaban o no teníamos energía para ver, salvo lo contundente de la realidad.
¿Qué nuevos proyectos vienes trabajando?
Trabajo como director artístico del Centro Cultural de la Universidad del Pacífico, donde estrenaremos una obra de danza teatro para niños dirigida por Mirella Carbone, en coproducción con la Facultad de Artes Escénicas de la PUCP y Escena Contemporánea y una adaptación para adultos, Karamazov, basado en el clásico de Dostoievski, escrita y dirigida por Mariana de Althaus. Como director o actor para este año ya cerré mi cuota, regreso el año que viene a actuar con Alberto Ísola como director, lo que me hace enorme ilusión porque es un gran artista y amigo y pieza fundamental en el desarrollo de la nueva escena teatral limeña, dado su trabajo de años (al igual que Roberto Ángeles, coautor de ¿Quieres estar conmigo?). Y dirigiré un proyecto también, en el que actúa Alberto, ósea que intercambiaremos roles. Pero eso el 2015.
Acabamos de celebrar el Día del Teatro, ¿habrá alguna función especial?

El domingo pondremos la entrada a 10 Nuevos Soles para que nadie tenga la excusa de perderse la obra.

Ficha técnica y artística de ¿Quieres estar conmigo?:

Dramaturgia: Roberto Ángeles y Augusto Cabada 

Dirección: Sergio Llusera

Asistencia de dirección: Leonor Estrada

Vídeo: Chaska Mori y Javier Becerra

Producción Ejecutiva: Claudia Córdova

Producción general: Sergio Llusera / Viaexpresa colectivo teatral

Actuaciones: Diego López (Bernardo), Alexa Centurión (Claudia), Emanuel Soriano (Miguel), Vera Castaño (Marcela), Sebastián Rubio (Paul), Rodrigo Palacios (Alberto), Vania Accineli (Nani), Óscar Meza (Igor) y Daniela Baertl (Charo).

Participantes vídeo / entrevistas: Alfredo Márquez, Marisol Palacios, Rocío Silva Santisteban, Rolando Toledo, Javier Torres y Odette Vélez.

Lugar: Auditorio del MALI 

Temporada: La obra va hasta el domingo 4 de mayo de 2014 (el sábado 26 de abril no hay función). Los viernes, sábados y lunes a las 8:00 pm y domingos a las 7:00 pm

Entradas: Teleticket de Wong y Metro y boletería del MALI: General: S/. 30.00, Estudiantes / jubilados / miembros del Programa Amigos del Museo (PAM): S/.15.00, Viernes y lunes populares: S/.15.00

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Escrito por

Víctor Ruiz Velazco

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Publicado en

Redacción mulera

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