¿Qué es —y qué no— la crítica literaria?
A propósito de una polémica reciente en las redes sociales: la crítica literaria no necesita ser defendida, pero es tal la ignorancia sobre su naturaleza que unas palabras no están de más.
Entre la noche de ayer y la mañana de hoy el periodista Phillip Butters mantuvo una polémica con el académico y crítico literario Daniel Salas a través del Twitter. El ingreso de Salas en la discusión que venía sosteniendo Butters con otros usuarios de dicha red social, entre ellos la activista y poeta Rocío Silva Santisteban, fue el detonante que llevó al periodista a desestimar las opiniones de Salas mencionando, como si bastara para zanjar el tema, la profesión de su interlocutor:
Argumento 1
Ser crítico no se trata de juzgar ligeramente qué obra o qué autor escriben bien o de modo correcto. Con el estado actual de las cosas, cuando ya no es posible determinar —como si circuláramos por el universo con una estricta e infalible tabla de jerarquías en la mano— qué puede estar más cerca de ideales puros y fijos como lo Bello, lo Bueno y lo Verdadero, la opción que le queda al crítico ya no es sancionar, sino sugerir; ya no imponer, sino proponer. En síntesis, propiciar el diálogo, el intercambio de opiniones.
Ahora, esta actividad no se puede hacer ligeramente. Implica, entre otras cosas, un conocimiento de la tradición literaria a la que se pertenece, así como de las que entran en contacto, se integran y se intersecan con esta.
Acá, tradición implica una idea de nación, por decirlo de un modo sencillo. Ser crítico literario, por lo tanto, requiere que se conozca de historia (y no sólo literaria, también cultural, en lo más amplio del término), pero también que se cuente con una actitud de apertura y tolerancia a las interpretaciones ajenas y distintas, ya que —como se dijo líneas más arriba— no hay nadie que posea la última palabra (literalmente hablando).
Aquel que despotrica, que hace uso de su erudición por mera vanidad, y que sólo considera como válida su perspectiva de la realidad no es un crítico, es un cretino.
Argumento 2
El crítico se encarga de ordenar, de clasificar, de encontrar vínculos entre la obra y la vasta biblioteca que es la tradición nacional y supranacional. A partir de esas consideraciones podrá emitir juicios, a favor o en contra, pero lo hará —o debería hacerlo— siendo consciente de que la suya solo será una lectura más de aquella obra.
Hay que tener en cuenta, también, que el crítico se encuentra en el umbral entre el aparato académico oficial y el público aficionado o menos dedicado a la literatura. Revisa lo contemporáneo, pero en consideración al canon nacional, un canon que no cesa de actualizarse y renovarse en todo momento, precisamente, porque se alimenta de las producciones más recientes, así como de las nuevas lecturas de los antecedentes. Es un círculo sin fin.
¿Se vive a expensas de la obra? Sí, pero no para establecer una relación de parasitismo. El pintor necesita del artesano que hace los marcos para contar con un soporte donde exhibir su obra. El crítico —si seguimos con la analogía— es el que da forma al marco para que posteriormente la gente lo pueda apreciar (no es un elemento vital, pero ayuda mucho) en el futuro.
Además de permitir su almacenamiento y cuidado en distintas instalaciones, que para el caso de la literatura se trataría de encontrarle un lugar en la tradición, y así, conforme va transcurriendo en el tiempo, sea organizada la información en torno a la obra para que sea transmitida posteriormente como conocimiento.
Si se necesitara darles un sentido práctico a las humanidades, podría decirse que es este: aglutinar características inmateriales de una determinada comunidad y servir de nexo entre las generaciones precedentes y las venideras.
A modo de conclusión
La crítica literaria sí es un trabajo. Uno que no es comparable con el que se lleva a cabo en sectores industriales, pero tal vez más equiparable a uno de servicios. ¿Cuál es el servicio? Uno que se halla entre la enseñanza y la investigación, acciones que realiza cada vez que debe evidenciar los vasos comunicantes existentes o no entre una obra y la tradición nacional.
Pero, como ya se ha dicho miles de veces, estas son actividades menospreciadas en nuestro país. Así que no viene a ser una sorpresa si alguien las ve como meras prácticas inútiles:
Butters, como muchos otros, cree que el crítico juzga porque no ha sido capaz de ser un creador. Que por envidia o por impotencia no fue capaz de dar el gran salto. Que no produce, que sólo procura danzar en la oscuridad, que se conforma con soltar palabras ante un espejo. De que existen casos como los anteriormente descritos, existen. Pero eso no afecta a la naturaleza de la profesión. O no debería afectarla.
Todo esto es sintomático de nuestra sociedad. Acostumbradas tantas personas a seguir a los que imponen su verdad, no debe extrañar que luego se considere de menor importancia —si no débiles o cobardes— a aquellos que incentivan el diálogo y el debate, y que creen en la diversidad de interpretaciones.
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Literatura. Historia. Arte. Lima. Y también dibujo ciudades en mis ratos libres. @dinamodelima
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