#ElPerúQueQueremos

Haya de la Torre, según Julio Ramón Ribeyro

¿Fue el cuentista peruano un militante aprista o un apristón como algunos señalan?

Publicado: 2014-03-27

César Hildebrant escribe en el prólogo de la segunda edición de su libro, “Cambio de Palabras”, que releyendo algunas de las entrevistas comprueba “que la política peruana se quedó sin repuestos”. «A Sánchez lo sucedió don Nadie, a Townsend le tomó la posta el silencio, a Pedro Beltrán lo heredó la Confiep, de Barrantes sólo quedaron viudas».  

No lo cita, pero es seguro que sentirá el mismo estertor estomacal cuando piense en que a Víctor Raúl Haya de la Torre lo heredó Alan García. Pese a sus intemperancias, debilidades y contradicciones, como aquella convivencia con el pradismo y luego más contranatura aún con el odriismo, Haya de la Torre fue, probablemente, el político peruano más notable e importante del siglo XX.  

Sin embargo, el político peruano ha sido elevado casi a la condición de mito por su partidarios (Alan García dijo que fue un apóstol de Jesús). Imagen, que como todo mito, está bastante alejada de la realidad. En 1956, Haya de la Torre estuvo en París, justamente mientras en Perú gobernaba el aristocrático Manuel Prado apoyado por el aprismo, en lo que se conoció como “La Convivencia”.

Durante la estancia del fundador del APRA en la “Ciudad de la Luz”, el brillante escritor peruano Julio Ramón Ribeyro tomó contacto con él y trazó en su diario íntimo “La Tentación del Fracaso”, un perfil de la Haya de la Torre. Bosqueja una primera impresión bastante dispar y dura, en la que afirma que el líder aprista parece un político “liquidado” y cuya personalidad encierra un “racismo subconsciente”.

16 de noviembre

Reunión con Haya de la Torre en un bar de Saint-Germain. Habló, gesticuló, representó de medianoche hasta las seis de la mañana. Impresión confusa. Por momentos me decía que durante muchos años aquel hombre había sido el más importante del Perú. En la mesa, frente a un vaso de vino tinto, es un hombre ameno, risueño, en apariencia inofensivo, inteligente, culto, improvisador, lleno de anécdotas. Dos o tres rasgos subyugantes. Una gran experiencia de los hombres, de los países, de las culturas. Tono intermedio entre el profesor y el commis voyageur.

En general se mostró un poco reticente acerca de sus proyectos políticos. Parece que no le interesa jugar un rol activo dentro del partido. Su deseo es ir a Lima para el Congreso Aprista de febrero y regresar a Europa luego organizar a sus prosélitos. Aquí vive bien, sin mayores responsabilidades, viajando de un país a otro, rodeado de amigos importantes, como todos los políticos sudamericanos en disponibilidad.

Frente al comunismo se mantiene intransigente. Habla de descomposición, de crisis del marxismo con argumentos impresionantes. Admira la democracia norteamericana y la disciplina alemana. Cierta presunción aristocrática y un racismo subconsciente. En general, parece políticamente liquidado.

Esa primera impresión varía casi un mes después con un segundo encuentro, pero en lo esencial se mantiene.

14 de diciembre

Luego del tormentoso incidente con Haya de la Torre, hace cuatro días, he vuelto a verlo, esta vez en la Casa de Cuba, donde daba una conferencia. Mi opinión sobre él se ha modificado en parte. Al comenzar su charla estuvo un poco vacilante, como si tratara de observar con qué clase de auditorio tenía que vérselas. Pronto descubrió que la mayoría de sus oyentes lo escuchaban extasiados, en otros se presentía cierta hostilidad, había finalmente una fracción de izquierda a la cual sería necesario conquistar. Estuvo elocuente, seguro, por momentos apasionado. A las preguntas difíciles respondió con habilísimas evasivas, a las objeciones incontestables con algún juego de palabras. Se mostró además progresista, hizo una ingeniosa crítica del imperialismo yanqui, dejando entrever al mismo tiempo la necesidad de su existencia.

Con los años, de Ribeyro se empezó a correr el rumor interesado—después de que aceptara la “Orden del Sol” de manos de Alan García en 1986—de que siempre fue anónimo militante aprista o un apristón (simpatizante que no llega a cuajar como militante).

El rumor partió de los mismos apristas que vieron en él —con alarmante miopía política—, al personaje que, al menos desde el campo de la literatura, podría hacer contrapeso a Vargas Llosa, quien, por entonces, lideraba la coalición contra el gobierno de García frente a la pretendida estatización de la banca.

Ribeyro, es cierto, se prestó al juego. Firmó un comunicado junto a otros intelectuales radicados en Europa, a favor de la estatización de la banca presumiblemente más preocupado (en política el cuentista peruano era un escéptico consumado) en mantener su puesto en la Unesco que en la medida en sí.

En todo caso, si es que no bastará la descripción bastante imparcial de Haya, a quienes sus partidarios seguían con devoción mesiánica conviene recordar que veintidós años después en su diario de 1978, Ribeyro recuerda un incidente que lo enfrentó a Haya por un breve período.

29 de mayo

A mi edad, ¿tengo al fin que conocer la experiencia de la enemistad? Es algo que hasta ahora había evitado cuidadosamente, salvo un esporádico ataque que me lanzó un diario aprista en 1956, esporádico pero artero, acusándome de agente de las guerrillas peruanas y peligroso comunista. Nunca supe cómo este infundio llegó a lima, pero sospecho que fue una maquinación entre Carlos Espinoza y Haya. En fin, en esa época concebí rencor y enemistad por ambos, pero al poco tiempo olvidé el asunto y me consideré nuevamente libre de enemigos.

E Incluso antes se había atrevido a tocar un tema que en el partido de la estrella estaba y está aún en estos tiempos de libertad moral e igualdad, vetado: la sexualidad de Haya de la Torre. En el segundo volumen de Cartas a Juan Antonio (su hermano), Ribeyro le escribe el 24 de febrero de 1966, que Haya de la Torre, a quien conocía “poco, de saludos, de cambios de fórmulas de cortesía”, había sido golpeado por desconocidos en París. “Nunca he sabido quiénes fueron, por más que traté de informarme. Unos dicen que fueron unos estudiantes de izquierda. Esto me parece improbable, pues tengo enlace con ellos y me habría enterado. Otros dicen que fue un lío de maricas, pues los cafés que frecuenta Haya son de esa calaña”

Un aprista hubiese preferido amputarse la mano, más aún en 1966, antes de poner en duda o sugerir la homosexualidad de Haya de la Torre. Sino que le pregunten al periodista Toño Ángulo qué ocurre en pleno siglo XXI cuando se escribe sobre el tema.


Escrito por

Enrique Larrea

Editor y periodista. Escribo informes, reportajes y crónicas que han aparecido en diferentes diarios. Formo parte del equipo de La Mula.


Publicado en

Redacción mulera

Aquí se publican las noticias del equipo de redacción de @lamula, que también se encarga de difundir las mejores notas de la comunidad.