Los gitanos, víctimas de Europa
El racismo y la xenofobia crecen a un ritmo preocupante en el viejo continente fruto de la crisis.
Se despiden de sus seres queridos incendiando la que anteriormente fue su casa rodante. El que es uno de los rituales de los gitanos romaníes franceses (imagen de la derecha) tiene ahora otra lectura: muchos gitanos vivos están viendo desaparecer sus casas, y no precisamente fruto de una costumbre cultural.
En una Unión Europea donde el desempleo afecta a más de 25 millones de personas y existen más de 80 millones de pobres, el racismo y la xenofobia —principalmente contra minorías como la gitana— crecen a un ritmo preocupante. Así, el odio al diferente comienza a ser una seña de identidad en muchos países del viejo continente.
En algunas regiones de República Checa los niños gitanos son enviados a escuelas especiales, ya sean exclusivas para chicos de su etnia o en colegios con alumnos discapacitados. Además, la mayoría vive en distritos y pueblos separados del resto de población sin acceso a los derechos básicos. En Polonia muchos restaurantes no permiten la entrada a los romaníes, y en Hungria el 90% de los gitanos está desempleado. Este odio a las minorías se repite en Rumanía, Eslovaquia, Eslovenia y Bulgaria.
No sólo pasa en el Este europeo...
Pero este apartheid no es único de Europa del Este. En la parte occidental del continente los políticos llevan algunos años tratando de convertir a las minorías gitanas en el chivo expiatorio de la crisis. Hoy, el Gobierno federal alemán ha puesto un marcha un controvertido plan que busca impedir la libre circulación en la UE de la denominada “inmigración de la pobreza”, que no es más que los trabajadores rumanos y búlgaros —y principalmente las etnias gitanas sinti y roma de ambos países—.
Es más, si en 2008 el que era entonces presidente de Italia, Silvio Berlusconi, censó y expulsó en masa a gitanos; el francés Nicolas Sarkozy quiso tomar medidas similares, y hoy lleva la posta el supuesto gobierno 'progresista' de François Hollande.
Y es que el caso de Francia es particularmente preocupante. El domingo los ultraderechistas del Frente Nacional (FN) —que comparaba hace unos meses a la ministra de Justicia, la guyanesa Christiane Taubira, con un mono— lograban unos resultados históricos en las Elecciones Municipales. Hace tres semanas, Paul-Marie Coûteaux, justamente el cabeza de lista de partido Marine Le Pen, propuso "concentrar a los gitanos en campos para recuperar la dignidad nacional". Su objetivo: poner fin a una invasión que "atenta contra el orden estético de París", puesto que "la suciedad de las familias gitanas producirá sin duda epidemias", señalaba en Le Monde.
Pero los socialistas galos tampoco distan mucho de la extrema derecha. Si el ministro del Interior francés, Manuel Valls, afirmó hace unos meses que los gitanos europeos "no quieren integrarse porque son culturalmente distintos", tampoco se quedó corto al señalar que Francia se opondrá a la entrada de Bulgaria y Rumanía en el espacio Schengen. Y, a pesar de la enorme polémica que generaron sus palabras —alentar el miedo a un colectivo débil y precario que cuenta con 20,000 romaníes en Francia siendo niños la mitad—, el presidente no se ha pronunciado al respecto.
La tragedia de los gitanos rumanos
Pero ilustremos un caso concreto. En septiembre de 2013, las autoridades locales en Eforie Sud, un pueblo costero en el sureste de Rumania, desalojaron a 78 romaníes de sus viviendas por haber sido construidas ilegalmente décadas atrás. Entonces, un total de 33 niños y 45 adultos se quedaron de pie bajo la lluvia.
El Defensor del Pueblo rumano acusó a las autoridades locales de ignorar la legislación pertinente sobre derechos humanos, pero la ciudad no proporcionó una vivienda digna para las familias que quedaron sin hogar. Tras la presión de diferentes organizaciones realojaron provisionalmente a estas familias en escuelas abandonadas.
Hoy, cinco meses después, las familias siguen viviendo en condiciones infrahumanas. Es más, las autoridades locales han amenazado con expulsarlos de estas instalaciones, sin intención de proponer un alojamiento alternativo .
Estos gitanos son parte del millón de romaníes que viven en el país y que sufren constantemente la discriminación, la falta de acceso a servicios de salud y educación, así como las altas tasas de desempleo. La fotógrafa Ioana Moldovan estuvo retratando a estas familias:
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Politóloga, amante de la música y el buen vino. Buscando formas distintas pero posibles de hacer las cosas.
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