Por el Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial, que se celebra el 21 de marzo, PuntoEdu presenta un informe preparado por Paloma Verano que reúne la opinión de cuatro docentes universitarios sobre algunos de los casos más visibles de discriminación que estuvieron en el debate público en las semanas recientes.

Caso Edita Guerrero 

En opinión del antropólogo Juan Carlos Callirgos "existen muchos elementos que la gente toma para diferenciarse y sentirse por encima del otro, como, por ejemplo, cierto tipo de música o de consumo" y que esto se evidenció, principalmente en redes sociales como Twitter, en los adjetivos racistas utilizados por muchas personas tras la cobertura que tuvo la muerte de Edita Guerrero, cantante de Corazón Serrano. 

"Para muchos, decir “Yo no escucho Corazón Serrano” es ser superior frente a alguien que sí lo hace. Esto es complejo ya que, por un lado, se podría decir que expresiones culturales, como la música, unen a la gente, pero, al mismo tiempo, sucede todo lo contrario. “La música no siempre une a la gente”", explica.

Según Callirgos en un país donde existe tanta discriminación y diferencias de jerarquía de clase, "a la gente no le gusta ser identificada como más pobre o más indígena". 

"A pesar de que uno pueda ser hijo o nieto de migrantes de la sierra, y más allá del color de piel, burlarse de alguien que escucha un grupo como Corazón Serrano es una manera de decir “Yo no soy tan serrano como tú” o “Yo estoy por encima de ti”. Y eso es una tragedia en nuestro país".

Caso La Paisana Jacinta

Para el antropólogo Alex Huerta Mercado las reacciones de indignación como las que ha generado La Paisana Jacinta se deben a que el personaje “tiene una connotación que sí hiere porque habla de una larga historia de discriminación".

"Es cierto que La Paisana responde a una serie de valores que occidente teme, por eso, esta élite ha creado categorías ficticias culturales, como el olor y la suciedad. En general, la idea de que el otro grupo huele mal y es sucio es racista, pues se crean elementos para tipificar lo que es peligroso e inferior y La Paisana los exagera", indica Huerta. 

Asimismo, considera que el racismo seguirá reproduciéndose a menos que se promueva una educación más centrada en conocernos como peruanos y menos impositiva que simplemente señalar que 'no se debe ser' racista. "Más que observar a La Paisana, deberíamos observarnos a nosotros; y lo que se debería cuestionar, más que el programa, es lo que genera".  

Caso: Control de acceso en las playas

Con respecto a la escandalosa discriminación en las playas Naplo y Ancón, la antropóloga Rocío Trinidad señala que el caso evidenció cómo "la exclusividad" es considerada un bien que las personas utilizan para diferenciarse. "Por más simple que sea el bien, el atributo “exclusividad” le otorga un valor agregado que promete, a quien lo usa, diferenciarlo respecto de los otros".

Asimismo, señala que en este caso se camufla la discriminación y se crea estereotipos, como ocurre con el argumento de que lo que se busca con el control de los accesos a las playas es "la limpieza". Se asocia la suciedad con un grupo social específico, estereotipo que es reforzado por los medios de comunicación.

"Los reportajes periodísticos de los programas dominicales, los entrevistados suelen asociar la suciedad con un grupo social específico; así, por ejemplo, una señora, al ser preguntada por quién ensuciaba la playa, respondía “Esos cholos”. Ese tipo de asociaciones que señalan que “los limpios somos nosotros y los sucios, los otros” estereotipan, discriminan y excluyen". 

Caso: Tinga, el jugador del Cruzeiro

Con respecto a Tinga, el jugador del Cruzeiro que recibió insultos racistas en el Perú, el sociólogo Aldo Panfichi señaló que en prácticas sociales como el fútbol, basada en la competencia de dos equipos que expresan identidades diversas, se forma un espacio en el que los excesos son 'permitidos' y donde pueden aparecer ideas y valoraciones que están ´muy dentro de uno´. "La oposición es tan fuerte que las referencias raciales están acompañadas con la animalización del otro". 

"La prensa local repite siempre “las gallinas”, “los pavos” o “los monos” y eso pasa porque, cuando se le dice al adversario que es un animal y no un ser humano, uno cree que puede ejercer violencia contra él. Al deshumanizarlo y no reconocerlo como par, se logra la ofensa y degradación", explica.

En opinión de Panfichi, la naturaleza emotiva del fútbol hace que haya menos frenos culturales y permite que se exprese lo que en el fondo está ahí, pero que en otras esferas de actividad sería reprimido porque es mal visto y políticamente incorrecto. "Si el fútbol quiere sobrevivir y no ser consumido por la violencia descontrolada de las masas, tiene que regularse". 

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