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Nuria Cano: el caos material

Comentario sobre una obra que nos acerca al paroxismo oscuro del cuerpo. 

Publicado: 2014-03-25

La artista Nuria Cano nos arroja el caos a la vista, se dirige a golpear el cuerpo con un trabajo labrado en una estética inacabada, es decir, totalmente abierta, donde nada cesa. Si bien todo cuadro implica un acabado, un retoque o un resaltado, el caso es que ella consigue un tempo marcado por la rapidez, por el paroxismo. 

Así, cada trazo suyo es un desgarro. Otro logro importante: la rapidez que dura, un constante circuito de redes que no finalizan, que siempre están en movimiento. ¿Cómo dura el instante en el cuadro? Aquí no se acaba nada, no hay un final, tal como se observa en la fuerza de los dibujos del proyecto "Testimonios retratados" (desarrollado en el 2013 mediante visitas al Hogar Canevaro). 

Cuadros abiertos los de Cano o “el acabado de lo inacabado” (a decir de Claude Zilberberg). De esto se concluye que la artista nos deja un semillero de devenires, de elementos perdidos u ocultos, pues todo fin es un comienzo en sus golpes de pincel. Intensidad de la ascendencia de lo mortuorio o caótico. Aquí el caos no cesa, estalla.  

No solo el trazo es lo que define la visión de mundo de Cano sino también la coloración. ¿Cómo el color habita estos espacios? En primer lugar se evidencia un experimento con los colores, un apetito por las mezclas, un gusto por esos grises, esos matices tierra; ya luego nos adentramos en la relación de la emoción y el pigmento, esto es, en cómo el color intensifica la atmósfera oscura. 

Se trata así del color de los afectos, lo cual intensifica aún más el hacer incesante del trazo, la acción de las líneas, la agitación de las figuras. El trabajo consiste entonces en la transformación del color, el que deja de tener una naturaleza compacta o uniforme. En esto radica, por ejemplo, la riqueza de sus aguadas.

En la última etapa del proyecto de Nuria Cano se conciben los cuerpos como accidentes, cada trazo como un acontecimiento: un inicio, nada se cierra. Estos trabajos focalizan la atención óptica y nos invitan a un arte corporal en puro movimiento, concentrando furia y caos. 

No solo se deforma el color sino también la simetría del cuerpo. Destaca la manera en que las masas se enredan, la creación de una zona de indistinción; asimismo la disolución de los contornos significa una búsqueda de la libertad, del acto libre a plenitud.

¿Podría hablarse de un desplazamiento de la pintura testimonial a una deformación de lo real? Más que de un cambio de paradigma se trata de una profundización del mismo. No solo se trata de que en una o en otra modalidad los cuadros de Nuria Cano sean identificables por su trazo, sino que se aprecia la gradualidad del estilo, el progreso o maduración estílistica. 

Así, ya en sus cuadros testiomoniales encontramos la rapidez, lo inacabado, el paroxismo. Este énfasis del afecto estaba ya presente en sus cuadros de mímesis interoceptiva, es decir, en sus retratos de interiores, íntimos, de cada paciente del Canevaro.

Finalmente, quisiera detenerme en una de las recurrencias de esta pintora. Si consideramos la construcción de una técnica de los ojos, ese resaltar de la mirada, cabe preguntarse ¿qué quiere Nuria Cano que descubramos de ella o, mejor dicho, que quiere que descubramos de nosotros a partir de la inspección de la mirada? ¿Con qué intensidad nos ven sus ojos?

El redactor recomienda este enlace:

Muestra de la obra de Nuria Cano


Escrito por

Christian Elguera

Escritor y corresponsal de literaturas indígenas en Latin American Literature Today


Publicado en

Redacción mulera

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