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Galería Ambulante: una residencia de artistas en el corazón de Barrios Altos

Una prueba más del impacto positivo del arte en los ciudadanos.

Publicado: 2014-03-22

1. 

La Plaza Italia está a sólo dos cuadras detrás del Congreso de la República, si se sigue la ruta que determina el inmemorial jirón Junín, que por un lado tiene al museo de la Inquisición, en la siguiente cuadra a la antigua Casa de la Moneda y un poco más allá a la Quinta Heeren. No cabe duda de que esta plaza es un espacio valioso. En 1821, cuando era conocida como Plaza Santa Ana, José de San Martín la escogió para ser uno de los sitios donde proclamaría la independencia. Actualmente, una placa así lo recuerda.

Alrededor de ella se hallan emplazadas algunas iglesias centenarias, un par de imprentas y un colegio nacional. En ocasiones, se celebran ferias gastronómicas de comida y repostería criolla, lo que propicia que los vecinos del barrio, además de varios visitantes y curiosos, se acerquen a este rincón de Barrios Altos. Sin embargo, es el espectáculo del día a día el que hace que uno, sea cual sea el ángulo donde pose la mirada, descubra la vida que gira en torno a Plaza Italia. Los niños juegan al costado de la pileta, mientras en las bancas descansan madres de familia y algunos ancianos.

Pasear por estas calles brinda la oportunidad de reencontrarse con el pasado. Pero un pecado que más de uno repite, a veces inconscientemente, es observar al Centro de Lima como una pieza que flota en el tiempo —un tiempo surgido de las leyendas que ofrecen las guías de turismo—, olvidando que los ciudadanos que residen en sus linderos tienen demandas concretas de diversa índole, que muchas veces estas son postergadas para continuar construyendo una imagen artificial —y encubridora— de lo que alberga esta zona de la capital.

2. 

En el 706 del jirón Huanta, hay un inmueble de dos pisos que se halla en la esquina con el jirón Junín y ocupa una parte de la plaza. En su fachada, encima de la puerta principal, se ha labrado un escudo nacional. Tiene sentido si se tiene en cuenta que es la sede del Museo de Historia Policial del Perú (MHPP).

Uno no podría sospechar que al interior de sus instalaciones trabajan dieciséis artistas, provenientes de la Escuela de Bellas Artes, la Universidad Católica y la Escuela Corriente Alterna, que decidieron organizarse y adecuar el espacio para que acoja sus talleres personales y les permita contar con una base desde donde comunicarse con otros artistas y con la comunidad. El nombre que ha recibido dicho espacio es Galería Ambulante. LaMula.pe conversó con dos de sus gestores, con María Luisa Sarango y Pancho García, ambos estudiantes de la Escuela de Bellas Artes.

Pancho garcía y maría luisa sarango / foto: ana cabrera

El proyecto nació en noviembre del año pasado. María Luisa señala que estaban en búsqueda de una casona para intervenirla. Se enteraron de que el MHPP daba en préstamo la mayoría de habitaciones de su segundo piso, así que se comunicaron con varios amigos artistas, todos de diferentes especialidades (pintura, grabado, escultura, diseño de modas), para presentarse formalmente y hacer la debida solicitud.

Entonces, la pidieron por un año. La ventaja era que al tratarse de una institución pública no podía efectuarles cobro de ningún tipo. El trato sólo les exigía como único medio de pago que realizaran actividades con la comunidad, sobre todo con los niños del barrio. Pero tendrían que cumplir con una condición: que los trabajos a ser exhibidos no tocaran aspectos referidos a la acción de la policía durante el conflicto armado.

3. 

Sin embargo, María Luisa y Pancho no dejan de apuntar que, pese a dicho requerimiento, hay personas que se dedican a desarrollar temas relacionados con la política en los talleres de la Galería Ambulante. María Luisa presenta el panorama del siguiente modo: “¿Existe represión en este lugar? En teoría, sí. En la práctica, no”. El pedido de los policías, como nos detalla ella, es que la obra no sea expuesta allí mismo, lo cual no impide que pueda ser dada a conocer en otros ámbitos. “Acá puedes trabajar tu propuesta. Si lo quieres hacer al costado, normal”, concluye María Luisa.

foto: ana cabrera

Es aquí, entonces, cuando los prejuicios pueden salir a la luz. Porque si uno pretende colocarse en la supuesta posición de cualquiera de los dos extremos, ya sea desde los artistas o desde los policías, creería que de ambas partes existiría una especie de rechazo de los unos contra los otros. De un lado, los estudiantes de arte; del otro, el cuerpo policial. La espontaneidad y la creatividad frente a la disciplina y la rigidez. Es probable que a más de uno tal confrontación le llegue a sonar lógica, por no decir 'natural'.

Pero, como se encargan de afirmarnos, la relación ha terminado siendo pacífica: “De hecho, para todos nosotros, ha sido bastante interesante esto de convivir con la policía, en un sitio que es de la policía. Hemos tenido que lucharla para caerles bien”, cuenta María Luisa. Respecto a la condición impuesta para ocupar este espacio, comenta: “A mí no me ha afectado, porque yo no trabajo ese tema”. Mientras que Pancho, por su parte, indica: “Yo nunca lo he tocado [el tema del conflicto armado], aparte, ya pasó. Tenemos que superar las cosas para hacer otras”.

4. 

Ambos gestores reconocen que las principales dificultades que han debido enfrentar han sido adecuar la infraestructura de la casona y la organización interna entre los artistas convocados.

Primero, tuvieron que limpiar las habitaciones destinadas a ser talleres. “Fue la limpieza de nuestras vidas”, comenta María Luisa. Y luego desarrollar una organización basada en la convivencia y en el respeto entre personas que no se conocían totalmente entre sí. Fue así que se instauró la 'subtegerencia', como con humor se autodenominan. La cual por cierto también conforman Qarla Quispe, Randy Alva Peñaloza, María Laura Sandoval y Emilio Longhi Cáceres. Todos ellos artistas.

foto: ana cabrera

Los talleres son ocupados por un tiempo previamente establecido. Pero tanto María Luisa como Pancho señalan —como para desanimar a los que se quieran sumar recién a ellos— que ya existe una lista de espera. “Ha venido un montón de gente que nos ha preguntado si tenemos talleres disponibles, gente muy capaz”, dice Pancho. Y María Luisa agrega que se le ha dado preferencia a los que son egresados o estudiantes de últimos años, como un modo de cubrir la ausencia de espacios adecuados.

foto: ana cabrera

De allí, también, el nombre del proyecto: 'ambulante'. Una condición que como artistas interesados en trabajar con la comunidad y forjar vínculos con otros grupos los lleva a estar en constante traslación. Además de poner en evidencia el hecho de que al término de la carrera, para la mayoría de estudiantes de arte en Perú, no se tiene un sitio a donde ir y ejercer tranquilamente.

Pese a que no se identifican como un colectivo en el sentido estricto de la palabra, es decir, con una directriz general y siguiendo algunos lineamientos estéticos similares, los integrantes de la Galería Ambulante han logrado articularse en base a un objetivo común. Pancho se refiere a ese punto: “Podemos tener este espacio ahora, pero no nos vamos a quedar para siempre. De hecho la idea es que vengan otras cosas acá (...) Hacer un tipo de red para que no solamente quede en nuestro círculo”. El objetivo es que dentro de unas semanas más, una vez acondicionado el espacio, abran su propia galería, para exponer trabajos propios y ajenos.

foto: ana cabrera

Todo el 2014 la Galería Ambulante ocupará su sede actual. Luego, la intención es encontrar un nuevo espacio, y ayudar a que otro grupo se instale aquí.

5. 

El momento de vincularse con el vecindario ocurre cada sábado por la tarde. Y la respuesta ha sido positiva. Muestra de ello es que los niños que viven cerca esperan que los integrantes de la Galería Ambulante salgan a la plaza a comenzar sus intervenciones. Inclusive, como relata María Luisa, si se cruzan con alguno de los ocupantes de la casona, los niños les preguntan si estarán presentes el fin de semana. “Se divierten porque dicen que hace tiempo no pasaba esto acá”, indica Pancho.

Los artistas hacen retratos de los vecinos, producen pinturas participativas y permiten que otros creadores, no necesariamente de artes plásticas, puedan compartir sus experiencias. De allí que uno de los proyectos de los gestores sea forrar en algún momento la casona con los dibujos de los niños. Pancho comenta: “La idea es demostrarles que no se necesita de un montón de técnica para crear algo bueno”.

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Pero la actividad de la Galería Ambulante no sólo busca captar a este tipo de público como un modo de criticar al osificado circuito comercial del arte. También es una reacción frente al desamparo de la educación artística en las instituciones públicas. Al respecto, Pancho señala: “La gente no tiene la menor idea de qué es [lo que se expone]. Entonces se la tiene que ir educando”. Una situación que los preocupa ya que, como afirma Pancho, se ha quitado la enseñanza de arte en los colegios nacionales.

Respecto a su relación con la Municipalidad Metropolitana comentan que no ha sido sencillo obtener la venia para intervenir libremente en las calles. Como los trámites demoraban, pero los niños esperaban ansiosos, comenzaron a actuar de una vez. De allí que no les extrañe que cada fin de semana los serenos municipales se acerquen y consulten por el permiso, pero al enterarse de que la actividad es gratuita y que proviene de la casona policial, los decidan dejar tranquilos. María Luisa es muy clara al respecto: “Esa es la ventaja: como no hay dinero, nadie se pelea”.

6. 

La conclusión inicial que se puede sacar de esta aventura es que, aunque sea con un trabajo mínimo, los artistas pueden hacer mucho más por un grupo de ciudadanos que buena parte de los medios de comunicación. El trabajo con la comunidad ayuda a los ciudadanos a reconocer y a formar su propia identidad, tanto en un plano individual como en uno colectivo. Caso contrario al de los medios que terminan por imponer una visión única de la realidad, así como una serie de estereotipos que no hacen más que afectar —y alienar— sus identidades. Entonces, ¿por qué no alentar más experiencias como la de la Galería Ambulante? Si artistas emergentes, espacios abandonados y, sobre todo, sujetos sedientos de cultura abundan en una ciudad como Lima.


Escrito por

Paulo César Peña

Literatura. Historia. Arte. Lima. Y también dibujo ciudades en mis ratos libres. @dinamodelima


Publicado en

Redacción mulera

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