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Semana de perros

Dos hechos recientes muestran que los canes a veces sí y a veces no son los mejores amigos de los políticos.

Publicado: 2014-03-18

El perro es el único animal que goza del dudoso privilegio de ser considerado “mejor amigo del hombre”. 

Son harto conocidas las campañas por salvar, adoptar o cuidar a un perro. Y hay muchos que no dudan en llamarse ‘amantes’ de estos animales. Este es el caso, por poner un ejemplo, del vicepresidente colombiano Angelino Garzón y Orión, su enorme pastor alemán, con quien no duda en posar siempre para la fotografía. Veamos.

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Como es de suponer, sin embargo, no todo es color de rosa. La canciller alemana, Angela Merkel, por ejemplo, fue mordida siendo muy joven y desde entonces sufre de un pánico tremendo ante la presencia de cualquier perro.

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Considerando que a cualquier persona el amor o el terror por su mascota puede colocarlo alguna vez en aprietos, ¿qué sucede cuando se trata de un político, de alguna autoridad, de un canciller? ¿Podría esto generar algún tipo de crisis política? ¿Podría influir en los destinos de un país?

Pues Angelino Garzón fue capaz de rechazar la embajada en Brasil que le proponía el presidente colombiano Juan Manuel Santos, arguyendo que su perro Orión era muy peludo y que “el clima caliente de Brasilia le podía hacer daño”. La ministra de Relaciones Exteriores de ese país debió pedir disculpas por estas declaraciones, y lo hizo además afirmando que se sentía muy ofendida y con “mucha vergüenza” por los motivos de Grazón. Es más, pidió disculpas al pueblo brasileño por este percance. Desde entonces, por esta y otras razones, Garzón es visto como un rueda suelta en el sistema político oficialista de Santos.

A Merkel, por su parte, fue Vladimir Putin que le jugó algo más que una broma pesada con el asunto de los perros. Es sabido que el presidente ruso siente gran predilección por los canes. No dudo, en una de las primeras reuniones con la lideresa germana en dejar ingresar a su enorme labrador a la sala donde Merkel conversaba con él. Ni los cancilleres presentes ni ella estuvieron nunca seguros de las intenciones de Putin, o del mensaje, que quiso enviarles. Lo que sí es cierto es que el pánico que resucitó en la canciller, desembocó en un apresuramiento para acabar con la cita y, no lo dudo, marcó las relaciones entre ambos países.

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Escrito por

Lenin Heredia Mimbela

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Redacción mulera

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